La industria vasca enfrenta grandes desafíos: acometer la transición energética, aumentar la capacidad de sus redes eléctricas, capear la crisis europea y la incertidumbre instalada por la política arancelaria de Estados Unidos... La preocupación por la situación de las empresas vascas no es un secreto; el Gobierno vasco presentó en junio el esperado plan industrial, con el que espera movilizar 16.000 millones de dinero público-privado para apoyar al sector, y el lehendakari, Imanol Pradales, lleva meses presionando al Ejecutivo español para poder incrementar la inversión en una red eléctrica que actualmente está saturada. Según Lakua, un total de 117 empresas necesitan una potencia eléctrica adicional para su proceso de descarbonización.

Cada mes se hacen públicos datos que corroboran la complicada situación del sector, pero muchas veces un ejemplo es la mejor forma de explicar la realidad. Vayamos a Elorrio, a Betsaide, con 400 personas en plantilla. Se trata de la segunda fundición en tamaño de Euskadi pero hace tres años se dieron cuenta de que la fábrica que tienen en la localidad vizcaina se les había quedado pequeña y fue entonces cuando comenzaron una carrera de obstáculos con una meta todavía difusa. Como veremos, competitividad y arraigo, esos dos conceptos tan de moda últimamente, adquieren en este caso todo su sentido.

La empresa

Esta fundición boutique o tienda de barrio, como la define su directora general, Beatriz González, lleva 35 años en Elorrio y factura unos 100 millones de euros anuales. Vende piezas de fundición nodular –la más resistente– para marcas de camiones como Scania, Daimler y Man, son piezas del chasis y de la transmisión, por lo que la electrificación no les afecta; también surte al sector de la automoción, hace válvulas de agua y ahora está tratando de entrar en sector de la energía solar y la hidráulica. “La diversificación hace que seamos sólidos ante los vaivenes, nos hace estables”, asegura González. No hacen grandes series, están centrados en realizar piezas “muy diferentes”, de ahí lo de boutique.

La empresa atraviesa ahora un momento complicado arrastrada por la crisis alemana. “Nunca había oído tanto la palabra bancarrota como esta semana”, cuenta la directora general de Betsaide, recién llegada del país europeo. Lo están notando en una caída de los pedidos; han pasado de vender 40.000 toneladas a 30.000. Y esto se ha traducido en una reducción de plantilla. “La vuelta de las vacaciones no tiene buena pinta”, reconoce.

“Si una fábrica no puede seguir mejorando, muere. Y, de aquí a unos años, nuestra competitividad está acabada”

Beatriz González - Directora general de Betsaide

“Las empresas vemos todos los años en qué tenemos que invertir para ser más competitivas y llegó un momento en que nos dimos cuenta de que las máquinas que teníamos que comprar para seguir mejorando no nos entraban. Nos dimos cuenta de que habíamos llegado a un tope de mejora de la competitividad en la fábrica en la que estábamos y, aunque teníamos dinero, no lo podíamos gastar”, explica González. “Si una fábrica no puede seguir mejorando, lo que le queda es morir. Y, de aquí a unos años, nuestra competitividad está acabada. Con esa reflexión empezó todo”, continúa. Eso fue hace tres años.

Carrera de obstáculos

Fue entonces cuando se pusieron manos a la obra. Empezaron por la búsqueda de otra ubicación donde poder instalar una nueva fábrica más grande. “Todo fue complicadísimo. Primero, no vale cualquier terreno y, luego, los trámites urbanísticos tardan muchísimo, ocho años”, comienza relatando. Finalmente, encontraron un lugar, en Gipuzkoa, más concretamente en Zestoa, pero ahí se dieron de bruces con el segundo obstáculo: la red eléctrica. La nueva fábrica de Betsaide necesita 30 MW y aquí entra en juego i-DE, la empresa de distribución de Iberdrola.

“Nos llegó la solicitud y la estudiamos. El resultado fue que la red, en ese punto, no era capaz de absorber la potencia que ellos necesitan”, explica Iker Urrutia, jefe de zona en Gipuzkoa de i-DE. Lo que ocurría, concretamente, era que la subestación estaba lejos y había que construir una línea de electricidad de 10 km. “Técnicamente era viable, pero a nivel de ejecución no”. Este es el ejemplo perfecto de las consecuencias de que en los últimos años no se haya invertido lo necesario en redes eléctricas. “Hay una falta de planificación, de visión de ese ministerio (para la Transición Ecológica) o regulador (Red Eléctrica) que se encarga de decidir cómo se invierte, porque en los últimos años se ha estado invirtiendo a un ritmo que nosotros estimamos que es la mitad de lo que hubiera sido necesario para tener la red preparada para este tipo de solicitudes”, apunta Urrutia.

Un trabajador de Betsaide, durante un momento de la jornada laboral. Borja Guerrero

El sistema eléctrico está compuesto por la red de transporte –constituida por líneas, subestaciones, transformadores y elementos eléctricos que permiten transmitir grandes cantidades de energía a larga distancia–, que gestiona Red Eléctrica en todo el Estado, y las redes de distribución –el elemento intermedio entre la red de transporte y los consumidores finales–, que en cada territorio gestiona una o varias empresas. En Euskadi es mayoritariamente i-DE, que cuenta con la capacidad financiera y tecnológica para hacer las inversiones necesarias para su ampliación pero lo que no tiene es la autorización. “Actualmente, con el nivel de inversión que tenemos, necesitamos potencia no solo en Zestoa, también en Zumarraga, Elgoibar y Hernani. Y ocurre lo mismo en toda la CAV. El caso de Betsaide es particular, porque 30 MW es mucho, pero desde finales del año pasado y principios de éste estamos en una situación en la que expedientes de mucha menor potencia, como 4 o 5 MW, tampoco se pueden resolver”, asegura el responsable de i-DE.

“Si solicitáramos ahora esos 30 MW de Betsaide no los tendríamos porque la red se ha saturado”

Iker Urrutia - Jefe de zona en Gipuzkoa de i-DE

¿Cuál fue la solución para Betsaide? Buscar otro emplazamiento. Y lo encontraron, pero más caro. Ese es el precio que han tenido que pagar. “No era nuestra mejor opción”, reconoce González. El actual está en Bergara, a 13 km de Elorrio, y cuenta con una subestación cerca. “Ya tenemos los 30 MW reservados para este proyecto y, aprovechando la obra que hacemos para Betsaide, vamos a llevar más potencia al polígono por si viene otro cliente que la necesite. Pero hay otra cuestión: el estudio lo hicimos en octubre del año pasado, si solicitáramos ahora esos 30 MW no los tendríamos porque la red se ha saturado”, apunta Urrutia.

La financiación

Tres años después, Betsaide tiene ubicación y potencia, pero ahora necesita financiación para poder inaugurar su nueva fábrica en 2030, que es el objetivo que se ha marcado. “Hemos tocado todas las puertas”, asegura la directora general de Betsaide, que espera que esa ayuda llegue del plan industrial que echará a andar en los próximos meses. “La nueva fábrica nos va ayudar a aumentar un 30% en volumen y a mejorar la competitividad más allá de un 20%, va a ser una planta mucho más eficiente”, explica González, que tiene muy claro qué necesita la empresa para seguir funcionando: “Necesitamos algo que nos diferencie, salir de cosas de poco valor añadido y diversificarnos para ser mucho más estables. Ese es nuestro camino, aquí nos hemos quedado pequeños y, si no salimos, el negocio se acaba”. El mensaje es claro, si no logran la financiación para crecer, cerrarán y la industria perderá otros 400 empleos. “Nosotros estamos arraigados y seguiremos arraigados”. Ahí el segundo concepto.