En una ocasión alguien dijo al escritor Jose María Esparza (Tafalla, 1951) que “un pueblo sin atlas es como una persona sin carné de identidad”. Y sintió dolor, porque en ese instante el pueblo vasco no tenía un planisferio que lo pudiera acreditar como tal. Esparza, sin embargo, no se acomodó en la congoja y se propuso enmendar esa falta. Se embarcó, junto a su colega Ramón Oleaga (Bilbao, 1958), en una travesía que se ha cristalizado en Imago Vasconiae, el primer atlas histórico-cartográfico de Euskal Herria. Este jueves ambos se han dado cita en la capital vizcaina para presentar la obra en la han estado trabajando en los últimos cinco años.

Editado por Txalaparta y financiado por Laboral Kutxa, el volumen está compuesto por “los 300 mapas que mejor ilustran la evolución histórica de los territorios donde se ha desarrollado la cultura vasca” y es fruto de una minuciosa selección de materiales en la que se han vaciado los catálogos de bibliotecas, museos y colecciones, tanto públicas como privadas. “Asistimos a la presentación de una obra tras la que subyace una infraestructura cultural-científica de primer orden”, ha aseverado Joseba Agirreazkuenaga, el catedrático de Historia Contemporánea que firma su prólogo. “Esto no es improvisación, no es una ficción, es pura realidad. Y estos dos autores han necesitado 30 años para llegar a este trabajo”, se ha admirado.

De miles de mapas a 300 ejemplares

La infraestructura que sustenta la obra se dividió en varias fases. "Internet nos echó una mano imprescindible. Rarísima vez hemos tenido que trasladarnos [a las instituciones que guardan los documentos originales: el Instituto Geográfico de Catalunya o la Biblioteca Nacional, entre otras] y, en total, recopilamos muchos materiales", ha reconocido Oleaga, uno de los dos autores.

En este primer rastreo recogieron cerca de 8.000 mapas. Sobre esta primera aproximación, se practicó una selección científica que dio como resultado un corpus de poco más de 800 mapas "que representan cartográficamente el perímetro geográfico", apunta la editorial en una nota. Finalmente, se realizó una encuesta sobre todos estos para determinar su relevancia y el resultado del muestreo puso de relieve la importancia de los 300 ejemplares que figuran en la obra.

Los mapas, documentos "en los que reflejamos nuestros intereses"

Tanto Esparza como Oleaga están curtidos en el territorio de los mapas. Firman una larga lista de publicaciones y colecciones que abordan la historia vasca desde el punto de vista de los planos, unos documentos históricos relevantes en cuanto que explican el territorio, pero también las personas que habitan en él. “En ellos reflejamos nuestros intereses. Por ejemplo, en los mapas vascos del siglo XVIII se reflejan las órdenes religiosas, los conventos y monasterios con una especificidad muy curiosa”, ha señalado el historiador.

En los esbozados cien años después, por el contrario, son las infraestructuras las que cobran protagonismo. “Las vías de comunicación, los ferrocarriles”, ha precisado Oleaga. Así, el protagonismo que cobran los centros religiosos en los mapas del dieciocho perfilan una sociedad a la sombra de la Iglesia Católica y los decimonónicos unas gentes inmersas "en una época de mucho mayor movilidad", que ponen el énfasis en los elementos "generadores de riqueza y progreso social".

Más mapas... y política

La cartografía, además de documentar las preocupaciones e intereses de un contexto determinado, también es una ciencia atravesada por las motivaciones políticas. En ese sentido, Oleaga ha advertido de que “los mapas no son inocuos”. Desempeñan un papel relevante en la construcción identitaria. Al hilo de esta idea, Esparza ha apuntado que en un plano francés, dibujado a finales del siglo XVII, durante el reinado de Luis XIV, la frontera gala se sitúa en el Ebro. “Los reyes de Francia también se reivindicaban como los legítimos soberanos de Nafarroa”, recordó el escritor, que también se desempeña como editor.

Asimismo, Esparza ha deslizado que sobre el papel en el que se siluetea el herrialde se observa una frase que reza “territorio confiscado por los españoles”. Y es que en el momento de la conquista castellana, el reino pirenaico estaba regido por una dinastía ducal gascona, los Albret. Su última representante, Juana III, fue la abuela de Enrique IV, el primer Borbón en regir Francia. De éste descienden todas las majestades galas y los actuales monarcas españoles.