Miles de alumnos se cruzaron con ella durante años, en el primer piso de un edificio de la Gran Vía de Bilbao donde estudiaban euskera. Algunos quizá ni se fijaron en ella; otros tal vez se preguntaron si esa playa, con un faro al fondo, sería Lekeitio, Zarautz o Donostia, y los más observadores intentarían descifrar el significado de una inscripción escrita en ella: ¡Ené... que sasqueles! Una "excepcional" vidriera de José Arrue pasó años totalmente desapercibida en el euskaltegi Gabriel Aresti; hoy, gracias a la donación de la asociación Zenbat Gara, se ha convertido en la primera pieza de esta disciplina artística que forma parte de la colección propia del Museo de Bellas Artes.

La obra está incluida además en el programa Iberdrola-Museo de Conservación y Restauración, junto a la gran escultura La muerte de Orfeo, de Nemesio Mogrobejo, y una reja del panteón familiar de Cosme Echevarrieta, de Francisco Durrio. También destacan un dibujo que la arquitecta Montserrat Ribas elaboró para cubrir la bóveda del Palau Sant Jordi junto a Arata Isozaki; la escultura en bronce de una Venus Mediterránea, obra de Julio Antonio, o un biombo del matrimonio formado por Charles y Ray Eames, que revolucionaron los artículos domésticos incorporando diseños de alta calidad.

La presidenta del patronato del Museo y alcaldesa de Bilbao en funciones, Amaia Arregi, ha destacado en su presentación este miércoles que se trata de una edición "muy novedosa y especial", en primer lugar por la "excepcionalidad" de tres de las obras seleccionadas, la escultura en bronce "de gran tamaño" de Mogrobejo, y la reja funeraria de Durrio y la vidriera de Arrue, "con las que las artes aplicadas entran a formar parte de la colección del Bellas Artes". La singularidad de estas piezas ha requerido de la colaboración "altamente especializada de profesionales que forman parte de nuestro tejido artístico. Dirigidos por el museo, han recuperado la funcionalidad y la belleza de unas obras extraordinarias, permitiéndonos disfrutar de ellas y preservarlas para las generaciones venideras".

El presidente de la Fundación Iberdrola, Fernando García Sánchez, ha reiterado su "compromiso" con Bilbao y su Museo de Bellas Artes, a través de una colaboración "cada vez más intensa". "Tenemos que transmitir nuestro legado en las mejores condiciones a las generaciones futuras; el arte y la cultura son un elemento esencial", ha destacado.

"No le dábamos importancia"

Desde Zenbat Gara y el euskaltegi Gabriel Aresti, Aritz Estibez ha recordado que "el euskera, la cultura vasca y Bilbao" siempre han estado en el centro de sus iniciativas, tres ámbitos que confluyen en la vidriera que, durante años, decoró, pasando totalmente desapercibida, el primer piso del portal 24 de Gran Vía donde imparten clases desde hace 45 años. "Sabíamos que había una vidriera, en una esquina, junto a la entrada, pero no le dábamos más importancia. Pasaron años, décadas, hasta que en 2005 se realizaron unas obras de reforma en ese edificio y se descubrió su valor. Las piezas de la zona inferior estaban rotas y se pueden imaginar en qué condiciones se encontraba el resto de la pieza...", ha recordado. Por ello, se pusieron en contacto con Mikel Delika, experto en vidrieras, que comenzó en 2007 su restauración en Gasteiz. En ese proceso descubrieron que la pieza era obra de José Arrue y una marca de haber sido realizada en un taller de Barcelona. Fue entonces cuando se pusieron en contacto con el Museo de Bellas Artes de Bilbao, al que han donado la espectacular composición.

En la vidriera, Arrue apela a su vis cómica, en un encuentro entre los dos mundos que compartían escena en la década de los años 20 del siglo pasado. "La aldeana se acerca a una costa en la que estaban ya de moda los baños de mar, para marcar ese choque entre ciudad y campo, cosmopolitismo y tradición; entre esa mujer independiente, que empieza a aflorar con el espíritu de libertad de los felices años 20, y esa aldeana que protege a su hija de la visión", ha explicado Javier Novo, coordinador de Conservación e Investigación. A los pies de la escena, una frase, un lema que es habitual en Arrue pero que la convierte en una pieza única en el arte del País Vasco. Ese ¡Ené... qué sasqueles...! que dirige la baserritarra a las bañistas y que se ha venido a traducir en un ¡Ay.. qué desvergonzadas...!

Aunque la obra ha ingreso en el Museo este año, la restauración se llevó a cabo en 2017. Le faltaban los dos paneles laterales inferiores y, debido a su ubicación en un patio de luces, en el exterior se había depositado en ella gran cantidad de suciedad. Delika tuvo que desmontar los vidrios de la red de plomo para estabilizar toda la estructura, "en algunos casos adheriéndolos con un adhesivo que se activa mediante luz ultravioleta y en otros restañando la propia red", ha detallado la jefa del departamento de Conservación y Restauración, María José Ruiz-Ozaita. Ya en el Bellas Artes, se dio inicio a una puesta a punto, limpiando todas las superficies con disolventes. "Es una vidriera interesantísima, de una riqueza de color y de material impresionante", ha destacado.

'La muerte de Orfeo', obra de Nemesio Mogrobejo Oskar González

'La muerte de Orfeo'

La muerte de Orfeo es una obra icónica no solo del escultor vizcaino Nemesio Mogrobejo (Bilbao, 1875-Graz, Austria, 1910), sino de toda la producción artística del Estado en su momento. El bilbaino comenzó a trabajar en ella en Florencia, en otoño de 1904, durante la última beca -o pensión- que recibió de la Diputación Provincial de Bizkaia. "Quedó impresionado por el clasicismo italiano y en esta obra se ve la huella de la Capilla Sixtina de Miguel Ángel", ha apuntado Novo. Se trata de una pieza excepcional, "mayúscula" no solo en términos artísticos sino también físicos, con casi cuatro metros de longitud y dos de altura. Mogrobejo la produjo en yeso y la envió a Bilbao poco antes de fallecer prematuramente; tuvieron que pasar años, pese a los intentos de sus colegas, capitaneados por Juan de la Encina, hasta que el molde se fundió en bronce. "La escultura estaba en manos de sus descendientes y se alertaba constantemente del deterioro que estaba sufriendo la escayola con el paso del tiempo. Se utilizó como punta de lanza para, entorno a La muerte de Orfeo, crear un museo provincial, que era el gran anhelo colectivo de la cultura vizcaina", ha explicado Novo.

En 1919 la Diputación recoge el yeso, que se envió primero al Museo Arqueológico y, un año después, a Madrid para ser fundida en bronce. Llegó al Bellas Artes, en aquel momento en Atxuri, en 1921, pero siempre se la vio como uno de los estandartes del futuro museo. "Se propuso incluso ponerla en el talud entre el edificio y el parque de Doña Casilda, con el elemento natural rodeando el bronce", ha apuntado el coordinador. En 1945 se traslada finalmente a la actual pinacoteca, pero incluso se planteó ubicarla en la plaza del Sagrado Corazón, entonces Plaza de Bélgica.

El trabajo de restauración arrancó con unos mapas de daños, "auténticas cartografías", ha apuntado Ruiz-Ozaita, y que, junto a los análisis de la aleación, han permitido descubrir sobre la pieza, como que fue fundida en ocho partes después unidas o que el material en la que está fundida no es realmente bronce, sino latón. "En base a la aleación cobre, el siguiente material mayoritario debería ser el estaño y en este caso es el zinc. Es algo habitual que en el ámbito artístico a los latones se les denomine bronce", ha reconocido la restauradora. La luz ultravioleta permitió descubrir residuos de hasta dos centímetros de espesor en algunas zonas, sobre todo las concavidades de difícil acceso, además de productos de la fundición que no fueron eliminados y corrosiones en el metal por la humedad. El proceso de limpieza se llevó a cabo de forma mecánica y también acuosa, y también se han ajustado cromáticamente los desgastes y pérdidas.

La reja del panteón familiar de los Echevarrieta ha entrado a formar parte de la colección del Museo Oskar González

La reja del panteón de los Echevarrieta

La reja que cerraba el panteón de la familia Echevarrieta, en el cementerio de Getxo, pasó años a la intemperie. Durante ese tiempo, los encargados del mantenimiento del recinto cubrieron el hierro forjado con el que está realizada con numerosas capas de pintura, y la corrosión e incluso algunos actos vandálicos hicieron en el resto. "Los principales daños eran una profunda oxidación, en algunos puntos incluso debajo de las capas de pintura de protección. Las jambas y el dintel tenían también una plaga biológica, todo ello consecuencia de estar en un ambiente muy húmedo", ha resumido Ruiz-Ozaita. Fue necesario eliminar todas esos estratos de forma mecánica, mediante lápices de ultrasonido y microcinceles, un trabajo "muy duro y muy largo".

Tras esa labor se pueden observar ahora mejor los detalles que, cincelando en frío, imprimió Francisco Durrio a los elementos alusivos a la muerte que la conforman, como murciélagos, larvas y mariposas atrapadas en una tela de araña, y que muestra, por ejemplo en sus alas, un sensacional catálogo de texturas. Con una marcada influencia art decó, el artista invirtió prácticamente 28 años en culminar su obra, que completó con una escultura de San Cosme.