Al modo del icónico Alta fidelidad de Nick Hornby, el abogado y profesor de Derecho Pedro Learreta debuta como novelista con Slavery Records (Liburuak), libro que usa como escenario una tienda de discos de segunda mano ubicada en Los Ángeles, para ofrecer una carta de amor a la música –al rock, sobre todo, pero también al jazz, el soul, el folk, el country y el blues– y, de paso, confeccionar una obra literaria sobre la identidad, el fracaso y el éxito mediante una ficción que funciona como un trampantojo y nos llega con la banda sonora de Dylan, The Beatles, los Stones, Lucinda Williams y Tom Waits, entre otros clásicos de la música popular.
Learreta dio sus primeros pasos literarios en un taller de escritura creativa del escritor bilbaino Juan Bas, autor del prólogo de Slavery Records. “Evolucionó de ser un aficionado a un escritor de verdad”, escribe en él el ya reputado escritor, que define del debut de su delfín y con el paso de los años amigo como “una muy buena novela, sin el menor rastro de bisoñez”.
“Los discos de segunda mano tienen un aroma peculiar”. Esta es la primera fase de esta novela que toma como escenario principal una tienda de discos de medio pelo con más de 65.000 vinilos usados, una de esas en las que cualquier buen aficionado –de cierta edad, habría que aclarar– desearía perderse para escudriñar en sus cajones a la búsqueda de joyas a un precio módico entre el olor a humedad que provocan los hongos agazapados en las fundas de plástico de los Lps.
Con ese olor tan característico en nuestras fosas nasales y paladeando las tres frases introductorias del ‘troglodita’ Sabino Méndez, Dylan y Patti Smith, Learreta nos presenta la historia de Susan Slavery, la resistente mujer que regenta esta tienda decorada con fotos de Otis Reading, Elvis, Chuck Berry, Hendrix, Aretha y Little Richard, con el objetivo de recordar “de dónde vengo”.
Lesbiana, con los rasgos de Chrissie Hynde, los ojos y mirada de Iggy Pop, el timbre de voz de Joan Jett y la risa de Ray Davies, Susan, nombre irreal otorgado por una antigua novia en homenaje a la canción casi homónima de Leonard Cohen, nos refiere su vida, dilemas y encrucijadas para hablar de “la identidad, el fracaso y el éxito” en páginas marcadas por el amor a la música, especialmente al rock, “una ilusión frente a la cruda realidad”. Susan, en realidad Learreta, nos habla de la música de verdad, la honesta, la clásica y algo ‘viejuna’ en su concepto y disfrute, la alejada de los algorritmos dominantes en la música popular actual.
Metáfora de la vida
Usando la música como metáfora de la vida misma, como una revelación y como combustible para levantarse del catre a pesar de las adversidades cotidianas, el autor nos presenta, a modo de capítulos, las historias y cuentos proporcionadas por colegas y clientes más o menos asiduos de la tienda, el propio Hornby incluido aunque se cuelan también en las páginas escritores como Ian McEwan, Raymond Carver, Martin Amis...
Y algunos de estos personajes resultan inolvidables, como Jason Gallant, que nos evoca al hijo de Dylan que creó The Wallflowers; Jerry Simms y sus anécdotas con Mick Jagger, que le sirven para defender “lo inseparable” que le resultan los Stones y The Beatles; la bellísima y dolorosa carta de amor de la guitarra que Hendrix quemó en 1967; una amiga de juventud policía que narra el deceso de un músico muy similar a Elvis…
Libro que disfrutarán los miembros de “esa especie inextinguible” que somos “los chiflados de la música”, se revela en su recta final como un trampantojo que dinamita formalmente todo lo escrito anteriormente aunque no su esencia, el de la pasión por la música, el de aquella persona que asiste impresionado al palpar un vinilo, olerlo y escucharlo aunque haya realizado esa ceremonia casi litúrgica previamente en decenas, cientos o miles de ocasiones.
Sobre todo si el disco es de Dylan, los Stones, Bowie, Kris Kristofferson, Steve Earle, Tom Waits, J. Cash, Bruce y músicos de generaciones posteriores como Talking Heads, Dream Syndicate, Blondie, Talking Heads, The Jam, The Cars… El cartel que anima a entrar en Slavery Records lleva el lema de ‘Alegría garantizada’. No miente si eres de quienes, como Learreta y quien suscribe, defendemos que “la vida es corta y siempre hay una canción nueva que escuchar”.