Aunque se vea obligado a tocar sentado y limitado en su movilidad tras romperse un pie, algunos seguidores de Coque Malla cuentan que su gira actual está ofreciendo algunos de los mejores conciertos de su vida. El exlíder de Ronaldos se dejará caer el viernes por la sala Santana 27 de Bilbao para presentar completo y en orden su último disco, Aunque estemos muertos (Warner), en la primera parte de un recital que luego se disparará con éxitos propios y de su grupo anterior. “Cuanto más felices somos, más miedo tenemos a perder lo que tenemos”, explica el madrileño sobre su nuevo álbum, en el que ya no aparecen arreglos orquestales y da “un volantazo para regresar al sonido rock, de banda y a la improvisación y libertad creativa”.

Le imagino exultante, como dice el título de una de sus nuevas canciones, ‘Como un gato salvaje’, tras volver a los escenarios.

-Estoy viviendo muy bien el regreso tras un año sin recitales a pesar del último contratiempo, que me he roto un pie. He empezado la gira con bota ortopédica, muletas y tocando sentado, pero lo que parecía un drama terrorífico nos está dando conciertos increíbles. Me sentía como un león enjaulado sin actuar y, a pesar de la pata, está siendo todo increíble porque lo que pierdo en movilidad lo gano en concentración en la música, la voz, la guitarra… Tiene su parte buena.

Creo que están agotando entradas en cada bolo.

-Así es, aunque en Bilbao será difícil. Rozaremos el lleno con unas 1.200 personas. El show que hacemos es más de teatros por el clima y las luces, y el repertorio incluye el disco entero, con su orden, en una primera parte y después suenan los éxitos, los míos y de Ronaldos, ya con la gente como loca y de pie. Ese formato funciona mejor en salas que en teatros. Es un show especial con el disco nuevo entero.

Además, contar con canciones nuevas supondrá un acelerón extra de ganas y energía.

-Sí, mucho. El equipo técnico y la banda lo está notando, y disfrutamos más con la primera parte del concierto. Es como una especie de obra de teatro y aparte suenan temas nuevos, lo que supone un reto porque no son fáciles trasladar al directo. No hay un Adiós papá o No puedo vivir sin ti, tienen un clima especial y exigen concentración máxima.

Hablemos del disco nuevo, que llega cuatro años después de ‘Revolución?’.

-He seguido mi proceso último de composición, que inicié en parte del disco de El último hombre en la tierra y depuré con Revolución? Tiene cierta parte de vagancia, pero da resultados increíbles y me permite no agobiarme tanto. Al terminar un disco acabo empachado, ya que el proceso creativo me agota; y cada vez más porque me lo tomo de manera muy intensa.

¿Y qué hace?

-Cuando siento necesidad de volver a agarrar la guitarra y de soltar ideas, empiezo a grabar en el móvil cualquier cosa que se me ocurre. Pasan los años y tengo ahí 200 esbozos de pequeñas ideas, de las que la mayoría no llegan a nada. Luego, uso unos días para descartar los audios y gracias al paso del tiempo suelo discernir fácil si hay canciones con gancho. Es como pesca de arrastre, tiro la red, coge de todo y devuelvo al mar a los pececillos y rescato algún atún. Después, llega el trabajo de desarrollarlas en estructuras y letras.

Desde mi ventana veo cómo acaba el mundo” es el primer verso que se oye en el disco. Lo fácil sería decir que es un disco post pandemia, pero igual ha coincidido con un momento en el que ha sido consciente de que somos finitos y de inevitabilidad de la muerte.

-Ambas explicaciones son válidas. Tiene algo subliminal e inconsciente de post pandémico y que la edad y una serie de circunstancias en los últimos años, como la paternidad y la muerte de mis padres, han generado en mí una preocupación y una consciencia de que somos finitos y frágiles, de que la muerte y la tragedia nos ronda. Y de ahí surgen varias letras de canciones con este tema tan potente que da coherencia y unidad al disco.

¿No lo buscó?

-No, llevo años con esa sombra. No es que me amargue la vida, pero ese pensamiento está ahí; es más, suelo hablar con mi mujer que en momentos como el actual, en el que vivimos una época muy feliz, es cuando más miedo tenemos a perder lo que tenemos. Todo eso está ahí.

De todas formas, no diría que es un disco negativo. Ante la evidencia de la muerte, o el bajón o tratar de disfrutar de lo que nos quede. Vamos, el eterno debate entre la vida y la muerte.

-Sí, no he inventado nada. La muerte y el misterio a lo desconocido y de la vida están muy presentes en el arte universal desde siempre, de una manera u otra, de la literal a la simbólica o metafórica. Al menos en las obras interesantes, ya que forman parte del espíritu humano. La mía es una obra más con esa idea muy presente.

Incluso desde el título.

-El general y en el de varias canciones y en su desarrollo.

Quizás sea, como canta, para “librarse del miedo” y “amarrarse a las ilusiones”.

-Supongo que sí aunque no sea la panacea. Vivimos con ello aunque hay gente que me dice que el disco les da paz. Me hace ilusión oírlo.

¿Qué buscó con la grabación de las canciones y el trabajo compartido con la banda?

-La primera decisión consciente fue dejar los arreglos orquestales fuera, ya que parecía la línea a seguir en mis dos discos previos. Quise dar un volantazo y sabía que, como sucedió con los arreglos sinfónicos en su momento, iba a afectar a las canciones y al ADN de mi música si lo hacíamos bien y de manera profunda. Huyo de los adornos culinarios en mi música, ya que no es lo mismo plantearse una receta desde el inicio que echar un chorrito de algo al final. Por eso, ahora, no contar con cuerdas, ha afectado al corazón de mis canciones. La banda ha renacido con una energía, un sonido y una potencia que no sería la misma. Habría sonado diferente.

A veces el sonido parece de jam session, muy años 70, tocando juntos e improvisando.

-Quise crear un clima de libertad creativa absoluta. Soy muy controlador en el proceso creativo, que suele ser un hándicap, y esta vez he sujetado los caballos, callarme la boca y dejar que la banda se exprese libre. Ha habido mucha improvisación en la grabación, y sin fijar lo hecho, lo que ha provocado que al día siguiente no recordábamos lo trabajado. Y empezábamos casi de cero, pasaban nuevas cosas… Esa vitalidad está en el disco, está vivo, parece una jam, tal y como dices.

El disco me recuerda mucho a la música popular de los 70, de Black Crowes y Led Zeppelin a Pink Floyd, el soul clásico, Supertramp...

-Las referencias clásicas están siempre ahí, no te libras de ellas. Y menos cuando regresas al sonido de rock, al de banda. Ahí se notan más. Pero, a la vez, veo en el disco cosas muy actuales, unas capas y climas hipnóticos que lo alejan de los 70. Tarque sí ha hecho conscientemente un disco así, un ejercicio de estilo. Y lo digo desde el respeto y el aplauso. Lo mío es más inclasificable.

Creo que ha reconocido que The Smile, el grupo paralelo de dos miembros de Radiohead, le ha gustado mucho. Debo decir que esas capas, la improvisación y algunas baterías casi free jazz de la banda suenan a The Smile.

-Absolutamente. Así como Divine Comedy, Richard Hawley y Rufus Wainright me pegaron un martillazo en la cabeza en 2010 y se notó en los discos posteriores, esta vez ha sido el grupo paralelo de Thom Yorke, que, al mismo tiempo, me ha hecho profundizar todavía más en la obra de Radiohead, que ya conocía y admiraba.

Podíamos hablar de inspiración, pero no seguimiento estilístico como tal.

-Es que no creo que la gente escuche mi disco y diga que cómo le recuerda a The Smile. Hay una influencia casi filosófica, la de buscar la sorpresa de manera continua; en el oyente y como músico. Eso es lo que hacen estos cabrones al desestructurar las canciones. Yo no soy York, ni un genio. Mi riesgo es más modesto, pero ahí está mi compromiso con la búsqueda y la sorpresa. Esa es la influencia más fuerte de la exposición a la radiación de esa gente.

¿Y a partir de ahora, qué? Imagino que a seguir buscando canciones, ese es su hogar. También lo canta en un tema nuevo.

-Supongo que sí. Estoy muy orgulloso de este disco y creo que es el mejor que he grabado. Igual es por lo reciente, no sé... Ahora tengo la sensación de que no voy a dar más debido a la intensidad que le pongo. Me dejo el cerebro y las tripas en este trabajo, y no sé si voy a tener la capacidad de seguir con esta intensidad en otro proceso creativo.