Han pasado 8 años desde A Moon Shape Pool, el último disco de Radiohead, el grupo de art rock que dinamitó las fronteras del pop y el rock a finales del siglo XX y la primera década del actual. Tantos que muchos de sus fans empiezan a hacerse a la idea de no volver a escuchar nuevo repertorio de la banda británica nunca más. Si así fuera, su rico legado seguiría vivo en The Smile, el grupo paralelo que se inventaron hace tres años su cantante, Thom Yorke, y uno de sus guitarristas, Jonny Greenwod. Su segundo complejo a la par que descomunal disco, A Wall of Eyes, consolida su estilo y lo expande de manera libérrima del art rock al jazz, la experimentacion, el pop introspectivo, la electrónica, los pasajes progresivos y psicodélicos, y los arreglos sinfónicos. Y de lo personal a lo colectivo en sus letras existenciales, tan angustiosas como crípticas.

Si Radiohead no vuelven a reunirse, algo que no ha sucedido a pesar de los reiterados anuncios de sus miembros y de que podrían estar reventando festivales gracias al 25º aniversario de su cumbre, OK Komputer, nos quedará The Smile, un combo que empieza a ser, desde este fin de semana, algo más que una banda paralela para Yorke y Greenwood junto al batería Tom Skinner, miembro del cuarteto de jazz-funk Sons of Kemet y colaborador del proyecto electrónico Floating Points y del rapero Kano. Apostando de esa manera por la creación, ajenos a sus cuentas bancarias, cómodos, menos exigidos y con un ritmo de composición más fluido que el grupo madre, The Smile ha publicado su segundo paso, A Wall of Eyes (XL Recordings/Popstock!), dos años después del que fuera su disco debut, A light for attracting attention.

Si el debut ofrecía mucho –más oscuridad que luz y sonrisas, eso sí, quizás por su creación en plena pandemia–, su continuidad suena más resolutivo y propio, con un trío libérrimo que sigue estirando las costuras de los patrones y estilos que encandilan a sus miembros. Disco que parece apuntalar una identidad propia sin renegar del pasado, A Wall of Eyes se grabó entre la ciudad de Radiohead, Oxford, y los Abbey Road Studios de Londres, está producido y mezclado por el antiguo colaborador Sam Petts-Davies, y cuenta con arreglos de cuerdas de la London Contemporary Orchestra.

Apoyados en el apartado visual por otro de los grandes artistas de este milenio, el cineasta Paul Thomas Anderson, suenan mas desafiantes que nunca y se consolidan desde una libertad que no parece tener límites y en la que se mueven cómodos con un repertorio de 8 canciones de larga duración que fluye y crece en su avance –y con las escuchas–, y que se muestra complejo, misterioso, sugerente y descomunal. Quizás no apto para mayorías, pero sí para quienes buscan más allá de los límites y las convenciones. Y con letras abiertas a la interpretación, entre la introspección y la angustia social. De momento solo han anunciado un concierto estatal en 2024 hasta la fecha. Será en Valencia, el próximo 28 de agosto.

Canciones

‘Wall of Eyes’

Pulso y melodía sensual y atractiva, con ritmo de bossa tribal, orquestación lujosa, guitarras líquidas y morbosa electrónica de fondo. Parece tratar sobre la vigilancia digital: “irás detrás de un muro de ojos/de tu propio dispositivo/ ¿sigues siendo tú con los ojos huecos?”.

‘Teleharmonic’

Resultado de un esbozo adelantado en la serie Peaky Blinders, es una pieza sintética con voz etérea, con vocoder en algún pasaje. Yorke se siente “atado a verdades a medias”, clama “venganza”, y perdido entre “hielo y fuego”, se pregunta “¿adónde me llevas?”.

‘Read The Room’

La guitarra lidera y conduce este tema complejo y de letra ambigua entre “lluvias y arco iris mágicos” en la que Yorke se pregunta “quién sabe qué quiere de mí?”, y exige “mantén esta mierda lejos de mí” antes de un fluido y mágico final.

‘Under Our Pillows’

Rock, funk y motorik. Suena mecánico y repetitivo en buena parte de sus más de seis minutos y su riff resulta tan marciano como inolvidable. Parece hablar de dejarse ir –“solo deja que todo se hunda y te entregas libremente”–, como le sucede en su segunda parte con una psicodelia que remite a The Doors.

‘Friend Of A Friend’

Tema con cuerdas exquisitas y tensas de la London Contemporary Orchestra y el saxofón de Robert Stillman, bajo jazz y balada emotiva con ecos de Radiohead y The Beatles. La más accesible. La letra alude a la pandemia, a nuestra fragilidad en los balcones y las ventanas del confinamiento. “Todo ese dinero, ¿adónde fue?/Al bolsillo de alguien, al amigo de un amigo”, con Yorke dirigiéndose al Partido Conservador británico. La melodía resulta divina, tan tarareable como True Love Waits.

‘I Quit’

Balada fantasmal con efectos rítmicos y mantos orquestales contrapuestos. Habla de “conciencia y hermandad”, asegura renunciar a un camino que nos lleva a la locura. y anuncia que “este es el final del viaje, un nuevo camino”.

‘Bending Hectic’

Estrenada en el Festival de Jazz de Montreaux, es la joya del álbum. 8 minutos de magma enigmático donde las modulaciones de Yorke nos hechizan, las guitarras –una eléctrica y free, otra folk y la final, hard rock y con distorsión– nos acompañan y una batería jazz marca el ritmo. La orquesta es la guinda del pastel, chirriante en su tensión y dramatismo. “El suelo se acerca, hemos superado el límite… si tienes algo que decir, dilo ahora… haré fuerza para girar y girar”. Resiliencia para escapar.

‘You Know Me!’

Final más convencional con una balada suave y psicodélica con piano y un ritmo suave de batería, con Yorke rayando el falsete y reconociendo ser “un boxeador contra las cuerdas” antes del final: “no creas que me conoces, no creas que soy todo lo que dices”.