Intérprete famoso por himnos como Lucille, Tutti Frutti, Long Tall Sally y Good Golly, Miss Molly, Little Richard, con el apoyo de su chillona voz, sus ojos pintados y las sufrientes teclas de su piano, fue uno de los pioneros del rock´n´roll, una figura admirada por mitos posteriores como The Beatles y The Rolling Stones. Alguno de sus miembros, entre otros músicos, promotores, artistas y cineastas, participan en I Am Everything, documental de Lisa Cortés que el viernes 26 de enero se estrena en cines y refleja el tortuoso vía crucis vital de este músico negro, homosexual y, a la vez, profundamente creyente en Dios. “Lo siento, no fue Elvis; fui yo, yo lo empecé todo”, aclara en la película.

I Am Everything, que se presentó en el reputado festival de cine de Sundance, estará disponible en los cines Golem Alhondiga, Yelmo Megapark y Getxo Zinemak, en Bizkaia, Yelmo Boulevard en Araba y Golem Yamaguchi en Iruñea a partir del viernes, en pases limitados y, en algún caso, en una sesión única. El documental rinde tributo a una estrella pionera del rock cuya aparición supuso un meteorito para la escena “Soy el emancipador, el arquitecto, yo lo empecé todo ¡A desmelenarse!”, se oye en la presentación del film.

El documental, en la que aparecen John Waters, Tom Jones, Mick Jagger, Paul McCartney y Nile Rodgers, muestra a Richard (Macon, Georgia, 1932–Tullahoma, Tennessee, 2020) como un artista extrovertido y contradictorio que “se pasaba por el forro todas las normas de la música y que creó el patrón de lo que serían las estrellas de rock”, explica el cineasta Waters, quien todavía conserva el bigotillo fino en honor a un rockero cuya vida estuvo marcada por su pasión por la música y el equilibrio imposible entre su fervor religioso y su orientación homosexual.

Música

Nacido en Macon, pueblo rural de Georgia en una familia religiosa de 12 hermanos, Richard siempre quiso ser una estrella en un tiempo dominado por el blues. En este relato visual y musical, marcado por múltiples apariciones y entrevistas del rockero, se muestra que el gospel y el piano de su abuelo marcaron su infancia antes de la llegada de la cantante y guitarrista Rosetta Tharpe –“la madre del rock”, explica–, con la que cantó la primera vez que subió a un escenario. “Canté y grité. Fue lo mejor que me había pasado. Me tenía que ir de Macon, estaba listo para brillar”, se le oye decir.

I Am Everything muestra su aprendizaje artístico: voz en espectáculos de venta de aceite de serpientes; clubes donde salía travestido, el apoyo de Billy Wright, a quien copió su imagen; la creación de The Upsetters y sus cuatro bolos a la semana; la mediación de Lloyd Price, cantante de éxito que le facilitó un contrato Speciality Records… Y su ascensión a la fama y la conquista de Estados Unidos, primero, y después de Inglaterra, con “música negra, intensa, potente, llena de ritmo, cargada de fervor y diversión, contagiosa y feliz”, la define.

“Querían que sonara como Ray Charles y B. B. King. No me dejaban cantar como mí mismo, me hacían imitarlos, pero no sentía el blues. Quería sonar distinto porque los jóvenes estábamos hartos de la música lenta”, se explaya en el film, que narra el Big Bang que produjo Tutti Frutti, un tema sobre la penetración anal en la que se sustituyó “vaya culo” por “estupendo”. Y aunque al principio sonó solo en radios negras, todo cambió con los Djs indies, los transistores en los coches y el invento de Alan Freed y el término r´n´r. “Incluso los adolescentes racistas de Baltimore oían rock”, recuerda Waters. Richard se convirtió en icono de una generación que no quería encajar con lo que se esperaba de ella.

A pesar de su éxito, la carrera de Richard estuvo siempre llena de obstáculos. En primer lugar, por el color de su piel. “Los padres no querían ver ni oír gritar y bailar a sus hijos con negros sudorosos, así que optaron porque las cantaran los blancos”, explica el rockero, que tuvo competir con las versiones edulcoradas de sus canciones de Elvis y Pat Boone. Ambos vendieron más de Tutti Frutti que yo. Yo no podía ser el héroe de sus hijas”, prosigue quien, reconoce, copió el estilo de Ike Turner al piano, pero le añadió velocidad, y quien después llegó a renegar de sus discos juveniles y se entregó al gospel.

Religión y sexo

Todo debido a su condición sexual, opuesta al ferviente sentido religioso que siempre profesó. En el documental se le oye decir “siempre fui gay, de los primeros en salir del armario, pero Dios hizo a Adán y Eva, no a Adán y Esteban”; pero también “salía de una orgía y me iba a leer la Biblia”. Amigos y músicos, entre ellos The Beatles y los Stones le ascienden a lo alto de pirámide de los 5 grandes del rock – Elvis, Fats Domino, Chuck Berry, Jerry Lee Lewis y él–, pero nunca vivió feliz ni satisfecho porque la industria no reconoció su estatus como pionero –resulta tan enternecedor como doloroso ver cómo entrega un Grammy y abronca a la Academia por carecer él de uno– y el rechazo de su condición sexual le condujo a las drogas, un matrimonio fallido y a una insatisfacción personal constante.

I Am Everything, que nos regala sus fogosas actuaciones en vivo, le muestra vendiendo biblias, alejado del rock y sin pasta tras ser engañado con sus derechos de autor, como un ser humano generoso y un visionario que influyó a Michael Jackson, Prince, Elvis, James Brown, Hendix, Bowie, el rock mestizo y negro de Living Colour, Bad Brains, Fishbone… Y como un ser herido, que huyó de sí mismo y “se sintió culpable” por su condición sexual, pero “liberó a mucha gente”, según uno de sus músicos. Y ante la llegada de la muerte, solo pidió que “difundan lo que les di; que prediquen la palabra por el mundo”.