A pesar de que este autor de thriller euskandinavo se carga en cada novela a dos decenas de personajes, su escritura está más influenciada por los cursos sobre blanqueo de capitales impartidos en la entidad financiera en la que trabaja que por la indagación que haya podido realizar con respecto a la labor policial. Ya con lectores fieles, para el cierre de su trilogía Díez Carmona pone el foco “en la mercantilización del machismo a través de la prostitución”.

¿Por qué funciona Bilbao como capital literaria ‘noir’?

—Hay dos motivos. El primero es la propia ciudad. Tiene el clima, con lluvia, niebla… pero además tiene un entorno muy dado para ambientar novela negra, como es la zona de Bilbao La Vieja y San Francisco y su contraposición con Indautxu y el Ensanche. Los escritores que han utilizado Bilbao para sus novelas son muy buenos: Jon Arretxe, Félix Modroño o Javier Abasolo. Son ellos los que propulsan esa imagen de Bilbao.

Su novela parte de esta premisa: hay que desconfiar siempre de la primera versión de los hechos.

—Sí, entiendo que los policías siempre tienen en cuenta el no fiarse de lo primero que ven. Eso es así en esta novela porque comienza con el desenlace de la anterior, con una agente muy experimentada, que en seguida se da cuenta de que hay algo que está intentando engañara la policía.

“Reclamar justicia cargándote a alguien es como reclamar venganza”. Esta declaración la hizo cuando le entrevistamos al publicar ‘Justicia’. Ahora publica ‘Venganza’.

—Es así. Toda la trilogía, sobre todo Justicia y Venganza, es sobre esa dualidad, qué es la justicia y qué es la venganza. De hecho, Venganza viene a cerrar el ciclo que inicié con Justicia. Al principio los protagonistas tenían muy claro que lo que ocurría era una venganza cuando ellos apostaban por la justicia y, sin embargo, en Venganza parece que los protagonistas, Osmany Arechabala en este caso, se vuelcan hacia la venganza, a pesar de ser consciente de que es injusto.

Recupera una vez más a su personaje cubano Osmany Arechabala. ¿Se deja querer por los lectores?

—Sí, a la gente le ha gustado mucho. Cuando creé a Osmany, al principio de Justicia, iba a ser un personaje secundario. Luego se fue apropiando de la novela y terminó siendo el protagonista absoluto. Aunque la primera novela era muy coral, toda la gente que la ha leído lo mencionaba como el personaje más carismático, por eso decidí darle una segunda novela que al final ha terminado en una tercera.

Recuerda al detective Touré, de Jon Arretxe, cuya saga ya cuenta con una serie. ¿Le gustaría que la suya también tuviera una adaptación?

—Sí, me haría mucha ilusión. Pero la serie de Osmany sería muy diferente a la del detective Touré porque, a pesar de que se mueven por los mismos sitios y son de raza negra, las comparaciones se terminan ahí.

¿Visualiza a algún actor como Osmany Arechabala?

—Sí, pero no es posible. Imagino a Morgan Freeman (se ríe).

Miren Ruiz de Heredia es la inspectora al cargo de la investigación del libro. ¿Hay una tendencia de poner a mujeres capitaneando investigaciones criminales?

—Es cierto que hay una tendencia a dar más protagonismo a las mujeres. Pero lo cierto es que me encajó que fuera una mujer. Ya sale en Solas, pero solamente se la menciona. En esta novela hay otro personaje femenino, una asesina a sueldo, que, en principio, fue masculino hasta que llevaba tres cuartas partes de la novela. Pero no me cuadraba, era como de cartón piedra. Probé a cambiarlo por una mujer y he quedado encantado.

Vuelve a escenarios urbanos tras haber ambientado la anterior novela en Enkarterri.

—Sí, soy muy urbanita. Ambienté Solas en Enkarterri porque es allí donde vivo ahora, pero soy de Bilbao. Es un escenario de novela negra impresionante, no tiene nada que envidiar a Barcelona ni a ningún otro de los escenarios más clásicos.

Maltrato a mujeres, corrupción, drogas, racismo… La novela aborda numerosas miserias.

—Sí, se ambienta en 2015. Entonces se publicó una noticia de una desarticulación de una mafia que actuaba de una forma muy parecida a la mafia que me he inventado yo. Toda la trilogía tiene una misma base. En Justicia denunciaba la injusticia del sistema capitalista; en Solas, la lacra del machismo; y en Venganza he unido las dos ideas poniendo el foco en la mercantilización del machismo a través de la prostitución.

Trabaja en Caja Laboral. ¿Su día a día le nutre para imaginar las historias que escribe?

—Sí, la novela, sobre todo, se basa en el blanqueo de capitales del narcotráfico y proxenetismo. En mi día a día quizás no, trabajo en una ventanilla de pueblo, pero damos cursos sobre blanqueo de capitales. Es ahí donde veo con qué facilidad puede un delincuente que trafica con drogas o con mujeres introducir su dinero en el circuito financiero para sacarlo limpio pagando su correspondiente comisión a quien se ocupa de ello sin apenas riesgo.

Entonces no conoce el mundo policial, pero sí el financiero.

—Ahí no me pierdo. Sobre el mundo policial no he pedido ayuda porque he intentado que la policía, a pesar de que hubiera una investigación, no tuviera tanto peso. Para mí el peso lo llevan otras personas. En cada novela me cargo a 20 pavos, hay mucho que investigar.

Alguna vez ha afirmado que las escritoras de novela negra lo están haciendo mejor que los escritores porque venden más. ¿Relaciona el éxito con las ventas?

—No sé si es porque venden más. El jurado es el público, y prefiere a Dolores Redondo o a Eva Sáez de Urturi que a mí o a muchos autores. Pero, además, como lector disfruto mucho más de esas novelas. No tengo muy claro por qué: si es porque se esfuerzan más por estar acostumbradas a tener que demostrar más o porque aportan un punto de vista distinto. Una novela de Noelia Lorenzo aporta una visión de la investigación que es diferente a la de Ibon Martín.

Usted ya ha superado el doloroso silencio de las editoriales. ¿Abordar una novela con el aval de que será publicada es más tranquilizador?

—Completamente. Siempre es una responsabilidad, porque da respeto fallar a los lectores, pero es tranquilizador saber que una editorial grande está esperando a que le entregue el manuscrito. La presión me la pongo pensando en los lectores.

Una vez terminada este trilogía. ¿En qué prevé trabajar?

—Me gusta matar gente, así que seguiré haciendo novela negra, del estilo de quién lo hizo, planteando un asesinato en el primer capítulo. Estoy trabajando en la idea de que el asesinato haya sucedido hace 30 años y un grupo de gente que no tiene nada que ver con la policía lo investigue. Volvería de nuevo a escenarios rurales, pero más pequeños que las Encartaciones. Pero también en Euskadi, es algo que tenemos que aprovechar. Los suecos lo hacen muy bien, nosotros también.

¿Sueña con dedicarse en exclusiva a la literatura?

—Sí, es un sueño. Y soy muy consciente de que lo es: poder dedicar el tiempo a escribir en lugar de hacer un horario continuo de oficina.