Una caja en formato vinilo recupera en la Azoka de Durango los cuatro discos grabados por el grupo euskaldun Joxe Ripiau, puesto en marcha por el añorado Iñigo Muguruza tras la disolución de Negu Gorriak y volcado en los sonidos tropicales, jamaicanos y acústicos del merengue, el ska y el reggae, principalmente. “Fuimos un proyecto muy peculiar, festivo y acústico”, explica su hermano, Jabier Muguruza, que tocaba el acordeón en la formación euskaldun y que llega a la Azoka de este año con un libro y un disco infantil propios.

¿Qué le parece la caja de Elkar?

-Es una recuperación de parte de la faceta creativa de Iñigo, sobre todo, aunque los demás también estuvimos ahí. El proyecto nació de él, ya que compuso la mayoría de las letras y todas las músicas, creó el concepto, que trajo del merengue llamado perico ripiau… Veo bien esta caja, que me emociona bastante.

¿No le falta información, poner en contexto la aventura musical?

-Es posible, sí. Sé lo que planteas, ya que aparece solo lo estrictamente necesario: el material sonoro con algunas fotos. Te voy a dar la razón, no habría sobrado un pequeño texto.

¿Cómo surgió el proyecto y cómo se lo contó a usted?

Iñigo venía de Negu Gorriak y quería hacer algo que había visto en Puerto Rico y le llamó la atención. Era el perico ripiau, que adaptó a su estilo. A mí me lo planteó como un proyecto bastante festivo y alegre, menos reivindicativo que Negu y junto a Sergio Ordónez, un percusionista muy peculiar que tocaba el güiro. Éramos un trío muy peculiar e inédito.

Si Negu Gorriak fue el proyecto de Fermín, los Ripiau le pertenecían a Iñigo ¿no?

-Un proyecto nunca es totalmente de nadie cuando se trata de un grupo, pero sí había una dirección, un punto de partida y una concepción que, efectivamente, lideraban uno y otro, según el caso.

Hasta cierto punto, fue una especie de regreso a aquella Euskadi Tropikal de los años 80, pero una década después.

-No lo sé (risas). Pero ahora, a raíz de tu comentario, me viene a la memoria el primer concierto que dimos, que fue precisamente en Gasteiz, donde surgió lo de la Euskadi Tropikal con Hertzainak y Potato. Iñigo estaba muy asustado antes de salir al escenario y me dijo que no era lo mismo sentir que estabas en el centro del escenario, al micrófono y como líder, que tocando el bajo detrás. Lo tengo grabado, me lo dijo tal cual.

Hablaba antes de lo peculiar de la formación, sin guitarras ni batería. Esa fue una característica principal de los Ripiau ¿no cree?

-Dimos cientos de conciertos, pero de aquel primero no puedo olvidar las caras y las sonrisas dibujadas en el público viendo a dos de los Muguruza tocando canciones como Margarita. La gente estaba entre divertida y aturdida.

Su papel como acordeonista fue vital, sobre todo en los dos primeros discos. Copaba los solos ante la ausencia de instrumentos como la guitarra.

-Éramos tres y estábamos todos en primer plano. Luego llegó Asier Ituarte con su trombón, pero sí, el acordeón fue importante porque llevaba toda la base armónica y tenía un papel rítmico vital. Pero en el centro estaba Iñigo con ese papel maravilloso al bajo. Tocaba también la guitarra, pero con el bajo tenía algo mágico. Me he encontrado en la azoka con Mathie Haremboure, exbajista de King Mafrundi, y me decía que había sido el referente n.º 1 entre los bajistas de Euskadi. Y se lo he oído a más gente.

Repasemos la discografía de los Ripaiu: ‘Positive bomb’, ‘Karpe diem’, ‘Paradisu zinema’ y ‘Bizitza triste eta ederra’.

-El primer disco tiene un punto de maqueta al ser muy fresco, atrevido y osado, pero funcionó muy bien. Quizá no fuera perfecto desde el punto de vista técnico, pero su encanto venía de esa frescura.

En el segundo se apostó por las canciones originales y luego el grupo se acabó ampliando a cuarteto.

-La incorporación de Asier al trombón fue muy importante para el sonido global. Fue fundamental desde el punto de vista escénico y su trombón tenía intervenciones melódicas constantes. Dio otra dimensión y riqueza al grupo, que veíamos ya impensable sin su participación.

¿Tiene algún favorito entre esos cuatro discos? ¿Lo tuvo Iñigo?

-El de Iñigo no me atrevo a decirlo… (duda), pero el mío, que no debería tampoco, es Paradisu zinema (risas). Es posible que también fuera el de Iñigo porque es el más redondo en concepto, ligado a las películas en cada título y canción. Esas referencias son muy ricas. El último suena muy bien también, pero no es casualidad que cuando Iñigo se marchó, mucha gente escribiera en redes, incluido yo en el inmediato disco–libro Geltokiak izarretara, aquello de “paradisu zineman ikusiko gara”. No fue casual.

Paradisuara joan zen...

-Exacto, estoy convencido. Si no va él, poca gente irá (risas).

¿Apartamos ya a los Ripiau y hablamos de sus proyectos personales en esta azoka?

-Claro, presento un disco infantil, con músicas mías y letras de la escritora Leire Bilbao, titulado Txitxarroa eta atuna. Sigo muy centrado en la producción para los más pequeños, y ahí presento también un libro, Jajatxo, en el que el personaje principal es quien le da título. Es un niño que vive unas aventuras peculiares y que espero tengan interés debido a que carece de memoria y no recuerda lo hecho el día anterior.

¿Tiene alguna previsión inmediata para 2024?

-Un disco en el que agruparé una selección de mis canciones con letras del escritor Iñaki Irazu, hermano de Bernardo Atxaga. Será en primavera y haremos algunos conciertos con ellas.