Como si una función de teatro se tratara, Eduardo Sourrouille (Basauri, 1970) se adentra en un mundo de variedades en la Sala Rekalde de Bilbao. El espectador se topa nada más asomarse al escaparate del espacio artístico con un adelanto de lo que se puede encontrar en esta apuesta artística, extraordinariamente potente, del artista contemporáneo, que ocupa la totalidad de Sala Rekalde, sumergiendo a quienes la visitan en un mundo de creatividad, provocación y reflexión.

Como señaló la diputada de Euskera, Cultura y Deporte, Leixuri Arrizabalaga, en la inauguración de la muestra, “va más allá que una exhibición de arte, Varietés es una ventana a la mente y el corazón de Eduardo Sourrouille”. Porque, en realidad, el artista vasco desnuda sus sentimientos ante los espectadores, aunque confiesa que no exento de “un cierto pudor”. “Pero toda mi obra es, de alguna forma, autobiográfica; de otra manera no la podría entender. Es cierto que mi cuerpo siempre está muy presente en ella, pero no lo considero como un autorretrato, sino como algo autobiográfico”, explica Sourrouille.

El creador vizcaino reconoce que siempre hay un componente narcisista en las actividades artísticas: “Nos gusta mirarnos, reconocernos y amarnos, pero a la vez también es indispensable que el espectador actúe contigo. Lo hago así también porque yo soy mi herramienta y mi material más inmediato. Siempre he utilizado mi cuerpo por una cosa práctica, podía tener a otra gente también, ¿pero quién mejor que tú para representar lo que quieres? Me he acostumbrado a eso”, confiesa.

La propuesta de Sourrouille ocupa todo el espacio expositivo con dibujos, fotografías y vídeos, la mayoría de ellos del propio artista – aunque en contadas ocasiones aparece acompañado con personajes invitados– que pretende desarrollar una visión crítica sobre la condición humana a través de la teatralización y la puesta en escena del propio cuerpo. El artista entra en su obra fotografiándose y vistiéndose de acuerdo al tema que trata, reflejando su propia imagen en sus fotografías, cuidando los detalles del vestuario y la escenografía hasta el más mínimo detalle.

Los actos de la función

La exposición se organiza en diferentes series realizadas por Spu en los últimos años, cada una de las cuales representa un acto dentro del espectáculo teatral en el que el público puede participar. “Quería que el espectador fuera partícipe, activo, porque todo funciona cuando el espectador participa de tu obra e interactúa”, explica el artista. En el escaparate, en las bambalinas, Sourrouille ha incluido en esta caja negra unos peculiares compañeros de reparto –muñecos articulados– como una proyección suya, que se abre a nuevos diálogos.

El artista se presenta como muchos personajes en la función: “Siempre me ha acompañado la escenificación de mi cuerpo, la reivindicación de la escena, la puesta en escena de las emociones más escondidas que tenemos, los afectos, el amor...”, asegura.

El principal soporte de su obra es la fotografía, aunque también ha explorado numerosos terrenos, pero siempre le ha gustado la puesta en escena, la instalación... “Mi obra es como una performance, como una actuación que yo fotografío y luego la enseño en imágenes”. En la exposición se alternan obras de diferentes disciplinas, de carácter o naturaleza. Se pueden ver algunas serie de imágenes, como Cáscaras, en las que Sourrouille escenifica un mundo donde predomina la afectividad y en las que el espectador no encuentra muchas pistas para reconocer que el único retratado es el propio artista.

Sus dibujos también ocupan un lugar destacado. El confinamiento durante la pandemia le propició esta experiencia que empezó como una forma de alejarse de su actividad habitual, de establecer un lapsus entre proyectos, y que aún continúa. “Dibujo diariamente sin mirar el papel y miro a un espejo con forma de reloj. Hago autorretratos consciente del tiempo empleado a través del resultado que constato: dibujos y una reflexión metódica”, explica.

A Sourrouille le interesan mucho los espejos “porque todo puede parecer verdad y todo puede parecer mentira. Solo parecen reflejarte, pero te encuentras un mundo desconocido tipo Alicia en el País de las Maravillas, que se mete ahí y sale a otro mundo. En mis obras, no me importa el parecido sino las conexiones que encuentro entre los dos lados del espejo. Esta propuesta me permite fijar lo que pasa al otro lado y también qué (me) sucede en este otro espacio”, confiesa. La exposición Varietés se puede ver en la Sala Rekalde hasta el 24 de febrero.