"El sueño de mi padre continúa. Si él hubiera estado en condiciones de ver cómo ha quedado ahora el Bosque de Oma, estoy seguro de que le hubiera encantado. Y también estoy seguro de que le hubiera gustado seguir pintando aquí”, ha confesado el hijo de Agustín Ibarrola, el también artista José Ibarrola, en la apertura del recuperado Bosque de Oma, que se abre desde mañana, sábado, al público en una parcela continua a la original en Kortezubi. La inauguración oficial ha corrido a cargo de la diputada general de Bizkaia, Elixabete Etxanobe, que ha estado acompañada de familiares del artista, la responsable foral de Cultura, Leixuri Arrizabalaga, y el profesor de la UPV-EHU, Fernando Bazeta, que ha liderado el equipo multidisciplinar encargado de la migración del bosque pintado por Agustín Ibarrola llevada a cabo por la Diputación vizcaina.
El bosque está vivo y como todos los seres vivos, también languidece y muere. Sus conjuntos artísticos se vieron afectados por la decoloración debido a los rayos ultravioleta y la pérdida de la corteza, además de por el crecimiento del propio bosque. En 2014, la Diputación de Bizkaia intentó reanimarlo restaurando algunos de los 400 árboles pintados, pero cinco años más tarde la plaga que afectó al pino insigne llegó a infectar al 80% del conjunto. El espacio artístico creado por Agustín Ibarrola tuvo que cerrar.
La institución foral puso en marcha un proyecto para trasladar la obra a una parcela contigua a la actual, en Basobarri, un pinar de 10 hectáreas próximo al original de cuatro. La elección de esta ubicación fue el resultado de un largo estudio de hasta 27 posibilidades, en el que se analizó su orografía y la distribución de los árboles con el objetivo de respetar en la medida de lo posible la obra original.
En septiembre de 2022, finalizó la primera fase del pintado, durante la que se realizaron catorce conjuntos artísticos con un total de 454 árboles decorados. La segunda parte de los trabajos de traslado comenzó en abril de 2023 y se desarrolló hasta finales de verano con el pintado de 19 conjuntos artísticos, hasta completar los 34 conjuntos artísticos que forman el Bosque de Oma.
Actuación pionera
“La actuación realizada recupera una obra de arte que ha trascendido nuestras fronteras hasta llegar a ser uno de los iconos culturales de Bizkaia”, ha señalado Elixabete Etxanobe, quien ha resaltado también que se trata de una actuación pionera. “Ésta es la primera vez que se realiza un proceso de estas características, la migración de una obra de arte en la naturaleza a otra ubicación manteniendo el concepto y el espíritu de la obra, facilitando además la interpretación de las pinturas, porque ahora se dispone de más herramientas para comprender mejor la obra, para interpretarla y para disfrutarla, para que la experiencia en Oma sea más plena y enriquecedora”.
La tarea no ha sido sencilla: “Lo más difícil ha sido ubicar los conjuntos de forma que transmitieran la misma sensación que en el bosque” escogido por el artista, explicaba Fernando Bazeta que ha liderado este proyecto.
En el nuevo bosque, se han pintado alrededor de 800 árboles, 300 más que en el bosque original. Uno de los retos ha sido adaptarse a la orografía para mantener exactamente las mismas perspectivas y formas de visionar la obra. La pintura empleada, que es inocua y no penetra más allá de la corteza de los árboles, se ha tenido que fabricar de forma exclusiva para el proyecto.
Ojos que vigilan, rayos atrapados en los pinceles, arco iris...
Agustín Ibarrola comenzó a pintar sus pinos en 1982 y continuó haciéndolo diariamente hasta el año 2000. Fue un trabajo de 18 años en los que dio vida a un espacio mágico en el entorno de Kortezubi de escenas figurativas y abstractas.
El artista desveló que muchas veces caminaba por el bosque a primera hora de la mañana y encontraba a gente que “venía a ver el amanecer, con sus nieblas luminosas”. Algunas de esas figuras quedaron también reflejadas en las cortezas del frondoso bosque, al igual que las de niños y niñas que acudían a verle mientras trabajaba o animales que se encontraba en los senderos. Un Rayo también se quedó atrapado entre los pinceles del artista, ojos que parecen vigilar a los visitantes y un Arco iris, que lleva el nombre de uno de sus nietos, Naiel, que se ha convertido en una de las composiciones más fotografiadas del artista por su composición y colorido.
Además, de completar algunos conjuntos inacabados del bosque originario, se han recuperado cuatro que habían desaparecido en diferentes épocas de la vida del bosque. Entre ellos, Homenaje al roble, Mezquita de Córdoba y Amenaza nuclear, que desaparecieron como consecuencia de las tala.