Con 12 años se enamoró del rock en su México natal, pero luego descubrió el blues y lleva interpretándolo casi 60 sobre los escenarios. Es Fito de la Parra, batería de Canned Heat y hoy su líder y único miembro vivo de los años 60. El grupo, con el que tocó por vez primera el 1 de diciembre de 1967, actuará este sábado en el BBK Bilbao Music Legends 2023, precediendo a The Waterboys y Chris Isaak. “La música es mi vida y la fuerza curativa del universo. A mis 77 años, tengo la presión arterial de un joven de 30. Los músicos no se retiran, nada más morimos”, explica el batería. “Nuestra misión fue llevar el blues a todo el mundo, especialmente a Europa”, apostilla sobre su banda.

Usted nació en México, ¿cómo llegó a Canned Heat?

Entré en la banda en 1967, recién llegado a USA y tras tocar en México. Allí era profesional desde los 13 años con bandas de rock, estilo que llegó inmediatamente a mi país natal por cercanía. A mi padre le gustaba mucho la cultura estadounidense y me llevaba a ver películas musicales, sobre todo de swing y jazz, de Glenn Miller y Benny Goodman. Esa era la música popular del momento hasta la llegada de Bill Haley and His Comets, a quien vi siendo un niño.

Y se enamoró del rock…

Sí, de esa nueva música y cultura que venía del Norte. Tendría unos 12 años cuando me dieron un disco de Little Richard. Ricardito le gustaba a mi padre (risas). Y allí, copiando lo que oía, armé mi primera batería con latas de galletas, cajas de cartón y ceniceros de latón que servían de platillos, sin técnica ni lección alguna. Solo me divertía y disfrutaba del poder de la música, no soñaba con ser profesional. Aprendí de baterías de jazz y luego me dediqué al rock pop en grupos mexicanos como The Sparks o Los Hooligans, que fueros muy famosos con la canción Despeinada.

¿Y cuándo llegó el blues a su vida?

Con una novia estadounidense que me mandaba discos de Jimmy Read y James Brown. Eran principios de los 60 y Javier Bátiz, gran guitarrista y primer maestro de Carlos Santana, nos enseñó el nuevo sonido y luego Canned Heat me descubrió cuando ya tocaba en su país. Había mucha acción en Los Ángeles y San Francisco, fue una gran época.

Creo que tuvo que hacer una audición ¿no?

Sí, ese día paré una tienda y compré un disco de Junior Wells y Buddy Guy, y acudí a la audición con él sin saber que los cuates de Canned Heat eran grandes estudiosos del género. Se lo sabían todo: discos, épocas, colaboradores, productores, disqueras… Bob Hite me dijo meses después que hay baterías buenos por todos lados, pero que llevara ese disco les convenció de que era el ideal para el grupo. Se identificaron conmigo y salió el anterior, a quien le gustaba más el jazz.

Los baterías tienen muy mala prensa.

Solo son chistes. Hay que reconocer que el negocio de la música es muy cruel, pero también muy gracioso. Sé muchos chistes de todo tipo de instrumentistas (risas).

‘On the road again’ es uno de su himnos. Sigue en la carretera… ¿para siempre?

Pues sí, llevo 55 años con el grupo sin parar y siempre activo, hasta cuando perdimos a algunos de nuestros miembros. Tengo la energía y el deseo de tocar. La música es mi vida y, como decía un saxofonista de jazz, la fuerza curativa del universo. Su poder me hace continuar aunque hubo tragedias duras, como cuando perdimos a Bob Hite, alias El Oso, que era nuestro cantante. Yo solo era el batería, el menos importante, pero salimos de gira por Australia y nos aceptaron. Yo no quería seguir sin él.

Y se convirtió en el líder.

La verdad es que ya lo era antes, porque Bob estaba mal últimamente. Bebía y fumaba mucho, se metía drogas de todas clases… No podía con los negocios del grupo y me encargué yo. Denle el trabajo al mexicano, decía (risas).

Ha tenido problemas de espalda. ¿Cómo está?

No solo de espalda, también en los hombros, pero empecé con unos ejercicios que me los quitaron. Estoy mejor, pero hay que hacer ejercicio. No basta con las píldoras y el descanso. El cuerpo tiene que estar activo. Yo tengo 77 años, pero la presión arterial de un joven de 30.

¿Cómo lo ha conseguido?

La batería es un ejercicio aeróbico, es como estar corriendo porque usas pies y manos. A veces, incluso el cerebro (risas).

Como último superviviente del grupo, ¿pesa el legado de una banda histórica?

Esta vida es cruel, se necesita una fuerza especial para viajar por todo el mundo y sobrevivir. La música es la mejor parte, y cuando estamos tocando, somos felices. La música es gratis y tocamos por placer, cobramos por llegar a la ciudad, organizar el show, probar sonido… Por el trabajo previo a subir al escenario y vivir esa hora mágica. De hecho, toco gratis en California muchas veces y hago jam sessions en mi casa, sin cobrar ninguno. No fumamos unos pitos de marihuana y tocamos durante horas.

Tocará en el Festival Legends. ¿Qué convierte a un músico en leyenda: años, legado, éxito...?

Creo que el legado. La popularidad viene y va. Nosotros fuimos de los grupos más populares a finales de los 60 y primeros 70 gracias a tres éxitos mundiales. Pusimos el blues en la mente de la gente, y lo hicimos mundialmente. Fue parte de nuestra misión, especialmente en Europa.

También lo hicieron The Rolling Stones.

Claro. Nosotros fuimos la respuesta en USA a músicos blancos de blues como Paul Butterfield, John Mayall, Alexis Korner... Respecto a si somos leyendas, le corresponde decirlo a ustedes. Eso sí, hemos tocado en más festivales de blues internacionales que nadie.

¿Qué tiene el blues que sobrevive a las modas?

El blues es parte de la cultura estadounidense y, aunque nunca será tan popular como el pop, nunca desaparecerá. Es una música primitiva y sencilla, visceral, que apela a lo tribal y al instinto más primario del ser humano. Se siente hasta en el estómago. El blues es la música más primitiva.

¿Ha pensado por qué Canned Heat sigue vivo y es historia? ¿Qué añadieron al mundo del blues?

Nunca pensamos en ser famosos, pero el blues se popularizó mucho gracias a Eric Clapton, Cream y Hendrix. Y todo se debió a temas como Going Up the Contry, Let´s Work Together y On the Road Again. Fuimos la única banda de blues del mundo con hits mundiales. Eso nos ayudó, y si hoy hay festivales y muchas bandas de blues es gracias a mi grupo, Mayall y Butterfield. Cuando Canned Heat empezó el blues solo era conocido entre el público negro; y tampoco tanto.

Tocaron en Woodstock. ¿El paso de los años magnificó suimportancia y la de la música, la sociedad y la contracultura?

Fue muy importante, basta con ver la situación política mundial en la actualidad con el clima, los conflictos y la extinción de los animales. Está muy dura ahorita. Era parecido en los 60, pero hicimos un trabajo mejor. Woodstock fue la representación de nuestros valores y cultura. Queríamos paz e igualdad para la mujer y las minorías, que parara Vietnam y cuidar a la Madre Tierra. El movimiento ecologista empezó en los 60 y Canned Heat fue el primer grupo que luchó por dar a conocer la situación de la Tierra. Recuerdo que el disco Future Blues (1970) nos causó problemas por su portada con la bandera situada al revés.

Trump les habría metido en la cárcel.

(Risas). Bueno, algunas cosas han cambiado, pero otras no. Recuerdo tocar en España con Franco todavía en el poder. A pesar de ello, nos dimos nuestros toques de mota (marihuana) allí (risas).

Ha tocado con John Lee Hooker, Memphis Slim, Albert Collins... ¿Tiene un bluesman favorito?

Hooker y T–Bone Walker, con quien también toqué. Fue un gran privilegio hacerlo y me gustan baterías de blues y otros como Earl Palmer, que tocó con Little Richard y Elvis Presley. Con el grupo de Hooker toqué los dos últimos años de su vida. Además de una gran experiencia, fue algo triste. Cantaba, entre lágrimas, que se iba tras hablar con el doctor. Y yo con él al lado; fue duro. Duró una semana.

¿Cómo suena la formación actual del grupo?

La banda es la misma que giró por aquí en 2018, en el Hondarribia Blues: John Paulus (voz y guitarra), Dale Spalding (voz, guitarra y armónica) y Rick Redd (bajo). Es un grupo sólido y estamos contentos de volver.

Spalding se ocupa actualmente de la armónica. No será fácil hacer olvidar al gran Alan ‘Blind Owl’ Wilson.

Spalding es un gran armonicista, de los mejores del mundo, y lo demostrará en Bilbao. Y te adelanto que estamos preparando un disco nuevo tras 15 años sin grabar. Está saliendo muy bien, es un disco de blues y rock, de lo mejor que hemos hecho.

He encontrado en Spotify dos grabaciones de ‘Goin Up The Country’ a velocidad acelerada y lenta. ¿Han dado su permiso?

No. ¿No será alguna versión? Estoy desconectado de las redes, trato de evitar la tecnología moderna y nunca he escuchado Spotify. Se lo tendré que decir a mi mánager. Esa plataforma es una tragedia para los músicos, ya que usan nuestro poder y creatividad, para quedarse con el dinero. Pagan una mierda, nos están robando desde que salió Internet a los músicos y cineastas. Llevan haciéndolo 20 años, por eso no hemos grabado hasta ahora. ¿Por qué meter tanto tiempo, energía y dinero en un proyecto que se lo darán gratis o pagándonos un porcentaje mínimo? Te tienen que escuchar un millón de veces para lograr 90 dólares. Nosotros vivimos de los conciertos, ya que el grupo perdió sus derechos de autor en 1969 al entrar a la cárcel por marihuana en Denver.

“I´ll Be The Last Man Who´ll Ever Have to Sing The Blues”, se titula una de sus canciones. No hay fecha de jubilación ¿no?

Los músicos no se retiran, nada más morimos. Hooker murió a los 84 años, y toqué con él una semana antes aunque ya casi no se podía mover.