Aunque suele decirse que todo tiempo pasado fue mejor, eso no siempre resulta ser del todo cierto. Y aquí entra en juego otra de las grandes frases que han pasado a la posteridad, que reflexiona e invita a “aprender de nuestra historia para no volver a repetirla”. Cada situación parece tener sus propias frases célebres, y la primera novela del escritor donostiarra Julen Berrueta es precisamente una mirada a nuestro pasado, a la vida de quienes en un breve lapso de tiempo tuvieron que enfrentarse y sobrevivir a la Guerra Civil, al nazismo de la Segunda Guerra Mundial y a la represión estalinista de la Guerra Fría. En Un amigo en el infierno, el periodista e historiador recorre en forma de novela las vivencias de trece españoles que sobrevivieron a estas tres duras experiencias, al tiempo que al final del libro recuerda los 35 nombres reales en los que se inspira esta historia. Todo un trabajo de documentación que ha dado como fruto una novela que narra “la odisea de un grupo de republicanos por la Europa de los totalitarismos”.

Estudió Periodismo, pero su trayectoria y su trabajo guarda fuertes lazos con la historia. ¿Qué despertó su interés y le acercó a querer descubrir lo que encierra nuestro pasado?

Bueno, aparte de que siempre, desde el Bachillerato, he sido una persona de historia, vi que en Periodismo se trata poco. Cuando me gradué en Humanidades -que por suerte es una mezcla de todo, Filosofía, Historia, Historia del arte...-, vi que quería especializarme en Historia y sentirme de verdad alguien capaz y conmigo a gusto de decir “Vale, yo sé sobre este tema y puedo hablar sobre este tema”. Por eso hice el máster de Historia Contemporánea. Entonces, me creo capacitado, porque lo dice un título, para hablar sobre historia contemporánea -siglo XIX y XX- y principalmente me he enfocado en el siglo XX. Porque la Guerra Civil sé que es algo luego como muy manido, pero que en el fondo te pones a preguntar y la gente no sabe tanto. Entonces, siempre intento buscar enfoques diferentes al típico de trincheras, armas y batallas.  

Muchas veces los periodistas nos dedicamos a contar lo que ocurre en este preciso instante. Tratar de acercar lo que ocurrió antes es igualmente importante, ¿verdad?

Sí. Es verdad que los periodistas nos centramos en el presente, pero la cultura va a otro ritmo, porque tomamos como percha de actualidad una publicación de un libro, pero hablamos del pasado. Yo me pasé dos años escribiendo sobre el pasado, sobre películas ambientadas en la II Guerra Mundial, en la Antigua Roma, en el Imperio Bizantino... El Periodismo que yo he vivido no es el de las exclusivas, el de la presión de contarlo ya, sino uno más pausado en el que el periodista tiene que investigar y aprender sobre historia.

Hablaba de las películas ambientadas en la II Guerra Mundial. Cuando regresamos a esos episodios de la historia, a los campos de concentración... Nos ponen la piel de gallina. Cuando usted ve esas producciones, ¿siente que son fieles a lo que ocurrió?

Bueno, yo en Un amigo en el infierno hablo del gulag, y del gulag tampoco he visto mucho cine. Todo se compara, todos los campos que se comparan, siempre se relacionan con los alemanes -cuatro vallas con unas garitas, los alemanes muy controladores, todo muy disciplinado, el número del prisionero, etc.-. Ese conocimiento es el que se extrapola al gulag creyendo que es lo mismo pero con más frío. Es diferente. Es más complejo. De verdad que me cuesta incluso describirlo. Había gulags sin vallas. Los guardias mismos que vigilaban a los cautivos eran también gente con ciertas condenas. Era una cosa muchísimo más compleja, con otras normas, había juegos de mesa... Era una cosa extraña, una especie de campo donde hacían una vida; como una especie de ciudad, un vecindario represivo, pero dentro de un campo de concentración. No es justo compararlos con los alemanes, que muchos tenían encima el fin de exterminar a la población y la rusa no; la rusa es más bien de reeducar y castigar a aquellos enemigos del pueblo. Es otra cosa mucho más compleja.

Ahora llega a las librerías con Un amigo en el infierno. ¿Cómo descubrió esa historia, la de los españoles que sobrevivieron a la Guerra Civil, al nazismo de la Segunda Guerra Mundial y a la represión estalinista?

Cuando estaba de periodista tenía un libro de la División Azul, y aunque tampoco se sepa mucho, se ha escrito mucho sobre los voluntarios de la División Azul cautivos en la Unión Soviética. Leyendo un parrafito, decía que coincidieron con unos republicanos. Yo dije, “A ver, ¿por qué republicanos de izquierdas, comunistas, anarquistas, socialistas, acaban en un sistema comunista recluidos?”. Entonces, empecé a investigar, empecé a hablar con asociaciones de memoria histórica, me pusieron en contacto con uno y luego con otro. Gracias a ellos encontré a descendientes de personas que estuvieron en el gulag. Luego empecé a ir a archivos, y así empecé a construir un puzle, unir las piezas de quiénes eran, de dónde venían...

¿Consiguió hablar con alguno de los familiares?

Hablé con la sobrina nieta de Sebastián Santandreu Sancho, un mallorquín. Por eso el protagonista de la novela, Alfredo Morales, es mallorquín, porque es la primera persona con la que contacté. También hablé con la nieta directa de Manuel Pérez Solana. Ellas también han estado buscando muchísimo a sus abuelos porque no sabían nada. 

De todos modos, si ya fue difícil sobrevivir a uno de estos tres eventos históricos, sobrevivir a los tres resulta hasta difícil de imaginar. 

Ya. Es que hay películas de la Guerra Civil, de los campos de concentración... Y ellos han vivido la Guerra Civil, los campos franceses cuando se exilian, los campos alemanes en Alemania y luego en la Unión Soviética. Y sí, sobrevivieron. Luego tendrían sus traumas al salir, pero sobrevivieron. La mayoría se quedó en la Unión Soviética, y unos pocos regresaron en barco en 1954 junto con los divisionarios a España. 

¿Alguno de los 35 vive en la actualidad?

Que yo sepa no. Solo he encontrado a una mujer en los campos, solo sé el nombre de Amparo. Ella tenía un niño de diez años, que era José Luis, y estaba en el campo con el niño. Si en el 45 el niño tenía 10 años, puede ser que esté vivo. 

Entre todos estos supervivientes, ¿había algún vasco o navarro?

Navarro no, pero vasco sí había uno. Y era raro. Porque yo trato un grupo concreto de españoles en el gulag, que son 35, pero en realidad había unos 400-500 esparcidos por toda la Unión Soviética y había un montón de vascos. Pero en el grupo que yo estudié hay uno, que se llama Andrés Lima, que estuvo en el gulag. Lo que se sabe de él es que nació en el año 1917 en Bilbao, se marchó al exilio, y formó parte de este grupo porque está en los documentos. No se sabe por dónde pasó hasta llegar allí, y lo curioso es que va a la Unión Soviética contento. Hay una fuente, otro historiador llamado Antonio Vilanova, que dice que Andrés Lima iba contento a la Unión Soviética. Yo puedo entender que, aunque estuviera detenido, quería ir al país que siempre había idealizado. 

Recopilar todos estos datos le ha llevado varios años, pero este libro también tiene un componente de ficción.

Sí, la parte real, pura, es la del final, la parte de investigación con sus referencias en las notas al pie de página. Además, para mí era un historión. De hecho yo lo hablaba con la editorial y la editorial estaba fascinada con la historia, pero había muchas lagunas. Como te he dicho, de Andrés Lima se sabe poco, de otros se sabe más porque he hablado con el descendiente, o porque he conseguido traducir del ruso algo. Pero había muchos de los que no se sabía casi nada. Entonces, al final los números y los nombres son un poco fríos, y para empatizar con esa persona, humanizarla y ver cómo era (a quién quería, qué reflexiones hacía, etc.), me propusieron hacer una novela y dije que sí. Me han gustado los dos componentes. 

¿Hay alguna anécdota o episodio con el que se quede especialmente?

Sí. Sebastián Santandreu Sancho nació en Mallorca, y para la familia digamos que desapareció varias veces. Primero se fue a Barcelona a trabajar, y empezó la Guerra Civil. Mallorca es una isla, y no supieron nada de él. De repente que sí, que estaba en Alemania trabajando, no se sabía cómo, y enviaba cartas a la familia pero lo que dice la sobrina nieta por la abuela es que al parecer estaban como abiertas. No decía mucho, decía cosas como “Estoy bien, escribo desde Alemania para que sepáis que estoy bien”, y poco más. Y ellos contestaban. La familia le envió una fotografía del hermano, la mujer del hermano y la hija que tuvieron. Le dijeron que era su padrino. Él contestó diciendo que pronto iba a acabar la guerra y que volvía a casa. No se pronunció más, y lo dieron por muerto. Luego supieron que acabó en Ucrania. 

También resulta reseñable que la publicación de este libro coincide con el 70 aniversario de la muerte de Stalin. ¿Ha sido algo fortuito?

Sí que la muerte de Stalin propicia que ellos vuelvan a casa. Ellos vuelven un año más tarde. En el 53 muere y hay una política aperturista. Es su muerte lo que hace que los españoles vuelvan en el 54. 

¿Qué sensaciones cree que va a producir, tanto la novela como las historias reales?

Tengo miedo de que se tergiverse un poco lo que quiero decir. Al final es verdad que son dos grupos de españoles, de derechas y de izquierdas, que se encuentran en el gulag, y colaboran entre ellos. No quiero que se utilice como una especie de perdonar por perdonar, ambos hicieron mal, o lo que es peor “todos tuvimos la culpa”...  

PERSONAL


Fecha de nacimiento: 7 de diciembre de 1996.


Lugar de nacimiento: Donostia.


Formación académica: Obtuvo el doble grado de Periodismo y Humanidades en la Universidad Carlos III, y estudió un máster de Historia Contemporánea en la Universidad Autónoma de Madrid. 

‘Un amigo en el infierno’


Mayo de 1945. El Ejército Rojo se halla a las puertas de Berlín. El caos impera en el corazón de Alemania. En ese mismo momento, treinta y cinco españoles republicanos, instalados en suelo alemán tras ser transferidos como trabajadores por el régimen de Vichy, asaltan la embajada franquista que los diplomáticos habían abandonado a su suerte, e izan por última vez en territorio español la bandera republicana. Sin embargo, los soviéticos, por órdenes desconocidas, no dudan en arrestarlos y enviarlos a la URSS como prisioneros. Será en el Gulag, a miles de kilómetros de su país, donde coincidan con otros españoles, miembros de la División Azul, que habían luchado en el frente ruso junto a los nazis.