“Para mí cada retrato era una manera de conocer a los seres humanos. Cada encargo suponía una nueva ocasión. Yo les decía cuál era mi método, lo que necesitaba para poder pintarles. Les decía que tenía que observarles durante un tiempo, verles inmersos en su rutina, en su actividad de todos los días. Entonces ellos, ilusionados por la futura obra, me abrían las puertas de su casa... Me dieron todas las facilidades para acceder a su corazón y al final yo conseguí entrar en su alma”. Son palabras del propio artista Oskar Kokoscha (1886, Pöchlarn, Austria- 1980, Montreux, Suiza) reflejadas en su autobiografía Mi vida, publicada en 1971

De él, el prestigioso arquitecto y mecenas Adolf Loos decía que su mirada “tenía rayos X”, ya que atravesaba la apariencia exterior. Y esta especie de súper poder, aseguraba el artista, lo había heredado de su madre, quien poseía el don de la videncia y que con él podía anticipar en el futuro de su modelo el sufrimiento o la derrota. 

El Guggenheim Bilbao presentará a partir del 17 de marzo Oskar Kokoschka: Un rebelde de Viena, una retrospectiva dedicada al artista austríaco, que no dejó de reinventarse a lo largo de su carrera, creando un corpus artístico revolucionario como activista político, adalid del arte figurativo y pintor de almas. Patrocinada por la Fundación BBVA, la exposición está organizada con el Musée d’Art Moderne de París y se podrá ver en Bilbao hasta el 3 de septiembre.

Espíritu independiente y rebelde

Kokoschka nació en la pequeña localidad austríaca de Pöchlarn, en el seno de una humilde familia de orfebres. En 1904 comenzó a estudiar en la Kunstgewerbeschule de Viena, en la que destacó por su espíritu independiente y rebelde. El cuerpo humano y sus medios de expresión son los temas principales de los dibujos más tempranos del artista, que plasmó sobre el papel los movimientos de los modelos con trazos sutiles, aunque expresivos. 

Kokoschka se alejó cada vez más del estilo decorativo del Art Noveau vienés, prefiriendo unas líneas marcadamente angulosas que confieren a los cuerpos su extraordinaria cualidad. El impacto de este nuevo estilo se reflejó en la marcada influencia que ejerció sobre algunos colegas como Egon Schiele, pero también en las airadas reacciones del público vienés. Sus obras no fueron bien acogidas ni por el público ni por la crítica, ya que eran demasiado fuertes, demasiado expresionistas.

Su gran amor, Alma Mahler

Frustrado por las malas críticas recibidas durante su estancia en Viena, el artista austríaco decidió mudarse a la capital alemana en 1910, con la ayuda de Herwarth Walden. En su nueva ciudad se dedicó fundamentalmente a retratar a los personajes que estaban vinculados a la intelectualidad alemana y austríaca de la época hasta el estallido de la Primera Guerra Mundial.

Sus relaciones amorosas también tuvieron un papel fundamental en muchas de sus obras, sobre todo su intensa relación con Alma Mahler, compositora austríaca y viuda del conocido compositor musical Gustav Mahler, a la que conoció en 1912 y que fue pareja del artista durante dos años.

Durante este periodo su pintura se inundó de colores brillantes, pero cuando la relación se oscureció, Kokoschka pasó a una nueva etapa artística. En un episodio de su accidentada historia de vida, el autor se enroló en la caballería austriaca durante la Primera Guerra Mundial, donde resultó herido de gravedad. Mientras se recuperaba de sus heridas, se enteró de que Mahler se había casado y estaba embarazada, lo cual desató una tormenta de emociones en el pintor, que encargó una muñeca que recordaba a su ex amante y que acabó quemando de manera ritual tras llevarla consigo a algunos eventos públicos.

 Esta turbulenta relación se ve reflejada en una de sus obras más conocidas: La novia del viento donde se autorretrato con Alma Mahler durmiendo a su lado, mientras él tiene la mirada perdida, con una tormenta de tonos fríos como fondo abstracto.

Exilio con los nazis

En la década de 1930, Kokoschka convirtió su arte en una herramienta para la resistencia, con una férrea defensa de la libertad moral, social y artística en combate contra el nazismo en auge. Tras el ascenso de los nazis al poder en 1933, Kokoschka, tildado de artista degenerado, tuvo que huir de Austria tras ver cómo el régimen confiscaba más de 400 de sus obras y se estableció en Praga y Londres, desde donde su compromiso político y social se intensificó.

Sus pinturas se tornaron alegóricas, siendo una de las primeras litografías ¡Ayuda a los niños vascos!, contra la guerra civil española. El artista pintó la obra conmocionado por el impacto que causaron en Europa las noticias de los bombardeos a las poblaciones civiles vascas. 

En esta etapa de exilio fue una de las primeras figuras públicas en apoyar un proyecto común para Europa, promoviendo la unidad de los pueblos y apelando a la conciencia humana. Además, anticipó algunos de los peligros de la segunda mitad del siglo XX, como las crisis económicas y la amenaza nuclear. Después de la Segunda Guerra Mundial, Kokoschka se trasladó a Suiza, donde continuó produciendo obras de gran madurez e influencia para los nuevos movimientos pictóricos, hasta su muerte en 1980.

La exposición que se podrá ver en Bilbao a partir del día 17 es una visión completa de la trayectoria del artista, convirtiéndose en una oportunidad única para ver de cerca obras centrales, pero poco conocidas en España, y que han sido prestadas por prestigiosas instituciones internacionales”, explican desde el Guggenheim.