Con una carrera en pleno ascenso, la soprano Vanessa Goikoetxea está cosechando un gran éxito en Euskalduna con la nueva producción de Così fan tutte, de Mozart, firmada por la bilbaina Marta Eguilior. Junto con Serena Malfi, Xabier Anduaga y David Menéndez, forma parte del cuarteto protagonista de este divertido enredo que narra la historia de una apuesta en la que dos oficiales (Guglielmo y Ferrando) están seguros de que sus mujeres (las hermanas Dorabella y Fiordiligi) serán fieles durante su ausencia.

Nacida en Florida –su padre era pelotari– aunque creció en Durango, la soprano tiene ya a sus espaldas un gran número de éxitos, entre los que se incluye roles como Donna Anna (Don Giovanni) en su debut en el prestigioso Covent Garden de Londres. Vanessa Goikoetxea está ahora en su mejor momento profesional. Es una intérprete habitual en muchos teatros de la lírica del Estado e internacionales.

¿Cómo es su papel de Fiordiligi en esta producción de ABAO de ‘Così fan tute’?

—Llevo ya varios roles de Mozart en mi repertorio pero para mí este es el más extremo en cuanto a tesitura vocal. Fiordiligi encarna la firmeza; Mozart fue un genio, sabía perfectamente cómo hacer sentir a cada personaje. Vocalmente es muy complicado, pero he disfrutado mucho con este personaje.

Aunque su papel es el que más peso tiene vocalmente en la escena, no es una ópera de individualidades, sino de conjunto.

—Siempre digo que es una ópera de equipo, es de las pocas en las que en casi toda la trama estamos todos en el escenario; requiere de mucho esfuerzo físico para cantar estos roles. Tengo las arias más explosivas, por decirlo de una manera, son las más largas, las más difíciles técnicamente, pero es una ópera de conjunto. Si no hay feeling entre el equipo, como en todos los trabajos, no funciona. En ese sentido, la verdad es que el equipo humano ha sido buenísimo, mejor imposible. Al final, es un trabajo más, yo soy una trabajadora que va al teatro a trabajar. Entonces, igual que mis amigos tienen problemas con sus jefes, en este mundo te vas encontrando con gente con la que tienes más feeling o menos. Y en ese sentido, la verdad es que el equipo humano de esta producción ha sido buenísimo, mejor imposible.

Ha interpretado varios personajes de Mozart. Incluso ha sido la primera cantante del Estado en el exigente rol principal de Donna Anna, de ‘Don Giovanni’, en la Royal Opera House de Londres.

—Mozart engancha, es una música fácil de escuchar; en cuanto a composición, es muy clara. Lo difícil es interpretarlo, si uno no está preparado técnicamente para cantarlo, se ve. Se nota si la técnica no es perfecta porque la afinación es importantísima. Para cantarlos bien es uno de los compositores más difíciles.

¿Cómo fueron sus inicios musicales? Empezó a cantar muy tarde...

—Cuando era pequeña mi madre me preguntaba qué quería ser de mayor y siempre decía cantante, bailarina o peluquera. Mi ama siempre ha dicho que he tenido el artisteo dentro desde pequeña. Si veía música en la tele, bailaba y luego saludaba a los que estaban en el salón mirándome porque yo había hecho mi actuación. He sido siempre música, acordeonista, tocaba el piano, pero empecé a cantar de manera fortuita porque en Durango en el Conservatorio había un coro en el que hacían falta voces para ir a un concurso. Me llamaron para ello y después vino una profesora a darnos técnica vocal y me dijo que tenía que hacer canto. Ella me apuntó y fíjate como son las cosas, que ahora mismo el canto es mi vida. Empecé a educar mi voz con 20 años y con 24 me fui a Madrid a hacer el superior.

¿Recuerda la primera vez que se subió a un escenario?

—Lo bueno que tienen los conservatorios y escuelas de música es que los exámenes son siempre en un escenario para que si uno sigue en la carrera, el shock no sea tan grande. Pero recuerdo perfectamente que mi primer rol, que jamás olvidaré, fue en Munich cantando la Musetta, de La Bohème.

¿Le ha costado mucho abrirse camino?

—La carrera de una soprano es como la de un atleta, tienes que entrenar. Si algo he aprendido en este mundo, es que hay que luchar cada día con agencias, con directores artísticos, con una misma... Buscar siempre la perfección porque esta profesión no se limita a cantar y ya está. Hay que educar la voz, estudiar idiomas, aprenderse de memoria los roles... Esto es una carrera de fondo, de largo recorrido. Tengo compañeros que queman cartuchos porque les ofrecen roles para los que quizás no están preparados en ese momento y los aceptan. Algunos en cinco años tienen que dejar de cantar porque no han hecho las cosas como debían. Cada uno tiene su manera de pensar en la vida y yo quiero poder seguir cantando cuando sea muy mayor con una voz sana de manera natural y sin problemas.

¿Y usted ha rechazado muchos papeles?

—Muchos; hace dos semanas, por ejemplo, rechacé uno que es una golosina, pero no es el momento. Creo que decir “no” a ciertos roles es tan importante como cantar lo que uno debe de cantar en cada momento.

Tiene una agenda muy extensa para este año y el que viene...

—Estos años voy a debutar con muchos roles, voy a cantar en Estados Unidos, en Francia, en Italia... En realidad, empecé en el extranjero, he cantado en Corea, Japón y luego he tenido un par de años en los que me he centrado un poco más en España por la pandemia y porque los contratos han coincidido así. Pero mi idea es seguir cantando fuera porque quiero continuar con mi carrera internacional.

¿Qué personaje le hace más ilusión?

—Tengo seis o siete producciones este año, pero un rol que me hace muchísima ilusión es el de Rusalka de Dvorák. Aunque cante mucho Mozart, mi corazón es muy romántico. Me gustan los compositores eslavos, rusos, ese estilo de música me derrite el alma. Voy a debutar en Francia con la Rusalka y eso es un sueño que se va a hacer realidad.

La profesión de cantante es muy solitaria. ¿Cómo compagina la maternidad una soprano lírica como Vanessa Goikoetxea que está prácticamente todo el año fuera de casa?

—Tengo la fortuna de poder viajar con mi familia, con mi pareja y mi hijo Mark. Cuando vimos que mi carrera alcanzó una proyección muy importante nos planteamos lo que íbamos a hacer con el niño. Hablé con un maestro de orquesta y su mujer, que también es soprano, que tienen el mismo problema y ellos me aconsejaron contactar con el Ministerio de Educación. Apuntamos a Mark en un programa especial para los niños que no pueden asistir a clase y, después de presentar muchísimos papeles, le aceptaron en el programa. Nosotros somos los profesores de nuestro hijo, esto nos ayuda a que podamos viajar y no tenemos nada que nos frene en cuanto a la educación de él. Estamos muy contentos aunque sea sacrificado. Por ejemplo, me he pasado ahora tres horas enseñándole matemáticas y lengua, y luego me he puesto yo a estudiar. Pero me compensa, es maravilloso estar con él y no tener que separarme tanto tiempo de mi hijo. Mi familia supone una base emocional muy importante para mi trabajo y poder estar con ellos es todo un regalo. l