Desde que dirigió su primera ópera hace unos cuatro años, no ha parado de trabajar. Sus producciones no dejan indiferente a nadie. Ahora llega a Euskalduna para estrenar Cosi fan tutte, el último capítulo de la legendaria colaboración entre Mozart y el libretista Lorenzo Da Ponte. Marta Eguilior (Bilbao, 1985) sitúa la acción en una Belle Èpoque artística, llena de optimismo, con un montaje inspirado en las coloristas ferias itinerantes de magos e ilusionistas de finales del siglo XIX.

La dirección musical corre a cargo de Óliver Díaz al frente de Euskadiko Orkestra. El reparto vocal lo componen Vanessa Goikoetxea (Fiordiligi), Serena Malfi (Dorabella), Xabier Anduaga (Ferrando), David Menéndez (Guglielmo), Pietro Spagnoli (Don Alfonso) e Itziar de Unda (Despina). Se han programado cinco funciones los días 21, 24, 27, 28 (Opera Berri) y 30 de enero.

Ha comentado que la magia es una buena manera de justificar la farsa. ¿Cómo la ha incluido en esta nueva producción de ABAO?

—Había muchas cuestiones que no se podían entender si no lo justificaba desde la magia y el ilusionismo. Si el personaje de Alfonso es un ilusionista, todo cobra sentido. Además, he incluido a otro personaje que es como la mano derecha de Alfonso y he diseñado una escenografía nada realista. He fragmentado el espacio escénico en dos, matizando la dualidad, las dos hermanas, los dos amigos, las dos parejas, la cantidad de arias que tiene cada uno... La numerología es una cosa muy mágica en Mozart. Hemos incluido también vídeos y proyecciones, el público pensará que no es algo nuevo, pero sí lo es porque lo hacemos en directo. Por ejemplo, en una aria del tenor Ferrando el fuego se genera en el momento, dependiendo del movimiento del tenor Xabier Anduaga. Hay muchos vídeos que se generan en el momento.

Ha confesado que nunca haría una ópera vistiendo a sus personajes de vaqueros.

—No me va, me encanta la belleza, soy superesteta, a día de hoy no me interesa. La única opera que he hecho en vaqueros fue As one porque sucedía en el siglo XXI y así todo me costó, metí un pantalón y un vestido amarillo. Tanto en la ópera y en el teatro hago lo que me gustaría a mí ver. También me interesa la bellísima fealdad, pero tendría que ser algo grotesco, algo parecido al trabajo de El Bosco que aunque es feo, es bello. Siempre trabajo de ese modo y en este caso, tenía más sentido porque tomé la decisión de situar la ópera en la belle époque, que estéticamente me parece fascinante. De niña, me sentí obnubilada con My fair lady y Audrey Hepburn. Me maravilló la escena de Ascot con los sombreros. Y yo quería sombreros en esta ópera.

Hay muy pocas mujeres directoras de escena en el mundo lírico.

—En activo, es decir que tengamos un título o dos relativamente importantes al año, somos muy pocas, Susana Gómez, Rita Consentino, Bárbara Lluch y yo. Es un poco la pescadilla que se muerde la cola, si no tienes referentes, es más complicado, además hay más dificultades a la hora de entrar... A mí me escriben muchas chicas jóvenes para hacer ayudantías y me parece muy bonito porque cuando volví de Buenos Aires, donde estuve estudiando, escribí a todos los directores y a mí no me contestó nadie, salvo la secretaria de Calixto Bieito, que me dijo que de no podía ser porque no necesitaban en ese momento a nadie. Fue el único que contestó; yo no hay un email que reciba que no responda.

Usted en realidad iba para actriz.

—Desde pequeña era muy artista, dibujaba, cantaba, tocaba la guitarra, hacía teatro...He llegado a la dirección de ópera, pero sigo escribiendo, componiendo, haciendo esculturas... Pero es verdad que en un momento me di cuenta de que la ópera era lo mío. Estaba estudiando arte dramático en Barakaldo y mi profesora de canto nos mostró un día un vídeo, el del aria La reina de la noche, de La flauta mágica de Mozart, con Diana Damrau en el Royal Opera House de Londres. Vi aquella puesta en escena y me enamoré. Durante tres meses, me metía en youtube, la veía y después me iba a dormir. Supe que aquello era lo que quería hacer.

Y se fue con una beca de la Diputación a estudiar dirección de escena a Buenos Aires...

—Así es, en Europa solo hay dos países en los que se puedan realizar estos estudios, en Inglaterra y en Alemania. Yo preferí irme a Buenos Aires, al Instituto Superior de Arte del Teatro Colón, y fue una experiencia increíble. Curiosamente, cuando vine a Euskalduna a ensayar Cosi fan tutte, abrí la puerta de la sala y era la misma en la que yo había hecho la prueba delante de un jurado para ver si me concedían la beca. Es como si se hubiera cerrado el ciclo. Además, esta ópera de Mozart fue la primera con la que hice la ayudantía en Buenos Aires.

¿Y recuerda la primera ópera que dirigió?

—Fue en un pueblo de Barcelona cuando tenía 27 años, un Elixir de amor. Luego hice varios proyectos, me mudé a Madrid, pero fue imposible encontrar nada así que seguí como actriz, me encanta también actuar, pero quería seguir dirigiendo ópera. Me propuse hacer La voz humana, hablé con los responsables de La pensión de Las Pulgas y me la produjeron; yo no tenía dinero, tenía lo justo para vivir. Éste fue un proyecto que funcionó muy bien, estuvimos curo meses en cartel e hicimos gira en elTeatro Arriaga y en Valencia. Después me costó mucho encontrar otra producción, incluso pensé en dejar la dirección porque me cansé de llamar a las puertas. Fue entonces cuando me llamaron de Opus Lírica, en Donostia. para hacer Orfeo y Eurídice y desde entonces, no he parado. Desde 2108, he dirigido 13 óperas.

Son propuestas arriesgadas que no siempre gozan del favor del público más tradicional.

—Mi experiencia es que el público que realmente ama la opera es el más abierto. Hay gente que no quiere que crezca, que se refresque, que evolucione. Todos los géneros se están desarrollando, en cambio la ópera está como los teatros hace cuarenta años. Si tú no dejas que dé un paso adelante, los teatros de ópera no se van a llenar dentro de 20 años, van a ir cada vez menos gente. Si Mozart estuviera vivo hoy en día, hubiera metido láser en sus óperas, hubiera utilizado todas las nuevas tecnologías que estuvieran en sus manos... Hubiera sido el más revolucionario.

¿Qué ha ocurrido en el teatro Campoamor de Oviedo con su ‘Don Giovanni’? Algún sector del público lo ha calificado de todo un escándalo...

—Puse a Don Giovanni como un violador y un ser deleznable y considero que es verdad. Es una mala persona, un machista y así lo reflejé en la obra. Me dan una historia y trabajo sobre ella.

‘Cosi fan tutte’ también tiene algunos puntos machistas...

—Así es, una de las aras de Guglielmos es supermachista. Hay gente que la califica como la obra de Mozart más feminista, pero no estoy de acuerdo, no sé dónde lo ven. Quizás porque lo escuchan mucho en su casa o en Spotify pero no analizan el libreto. Se mire por donde se mire es machista, como lo es Rigoletto.

¿Qué proyectos tiene en mente?

—Voy a hacer un melodrama de Medea en la Fundación Juan March, los diseños para mi debut en el Teatro de la Zarzuela el año que viene y mi debut en Lieja en Bélgica. Además, voy a hacer una residencia en Donostia para escribir una ópera en euskera. También voy a llevar mi ópera Borderland, que se estrenó en la Sala BBK de Bilbao, en el Teatro Fernán Gómez de Madrid. Estoy supercontenta.