Con el declinar de 2022 se ha cumplido el 75º aniversario del nacimiento de Imanol Larzabal (1947-2004), uno de los nombres más importantes de la canción euskaldun contemporánea y, quizás, el que nos conmovió con la voz más bella. Tras un documental sobre su vida y obra, seguido de un concierto conmemorativo, Elkar publica Kantatzen du kantuz. Antologia, recopilatorio que agrupa 40 de sus canciones, versos sobre el amor, el misticismo, lo social, político, popular y poético cantados en euskera y castellano que refulgen en clásicos como Maitia nun zira, Zure tristura, Lau haizetara, Ausencia o Mendian gora. “Es una referencia, la naturaleza le regaló esa voz y talento para el disfrute de todos”, explican desde el sello.

Portada del disco-libro que aborda la obra de Imanol. | FOTO: CEDIDA

Aunque ni su vida ni su obra tengan nada que ver, si Estados Unidos tuvo su Voz en Frank Sinatra, la de Euskal Herria ha sido la de Imanol aunque, lamentablemente, haya sido un artista infravalorado por motivos ajenos a la creación. Garganta de calidad incuestionable, fue zarandeado social, política y hasta personalmente por unos y otros, tildado de etarra desde un lado y tratado como un apestado por el otro desde que se atrevió a levantar su voz de barítono ante el asesinato de Yoyes por ETA.

Tras rescatar y editar en formato compacto por primera vez cinco de sus discos de los primeros 80, repletos de poesía, folk vasco, rock progresivo y jazz, ahora, años después, nos llega esta necesaria antología de Elkar, en formato disco–libro porque Imanol, muerto en Orihuela, en el exilio, a los 56 años, siempre supo, como explica el especialista y músico Ángel Valdés en sus páginas, que “la poesía no tiene límites”. El cantante donostiarra, al que su amigo y pianista Karlos Giménez define como “trovador porfiado, juglar”, supo canalizar ese algo inexplicable que hace que los versos y canciones transmitan belleza y emociones, que “nos toquen el corazón y nos hagan mejores personas”, según Valdés.

En estas 40 canciones de Imanol está él, su voz sobresaliente de soprano y su esencia, esa que hacía que cada persona que le escuchaba encontrara parte de su ser y las sintiera como propias. “Es una referencia. Quería la poesía, muchísimo, de cualquier tipo, y fue capaz mediante esos poemas de hacer canciones. Así creó su camino artístico. La naturaleza le regaló esa voz y ese talento, para el disfrute de todos”, escribe Valdés. Su compañero de libreto y canciones, Giménez, recuerda que “colgaban de tu boca, de tu voz de árbol, bellas palabras entretejidas al éter”.

Música y contexto

Esta antología de Imanol, en la que aparece rodeado de sus músicos de cabecera –con Giménez y Txema Garcés al frente, compartiendo versos con colaboradores famosos– no solo ofrece música maravillosa, sino que las evocaciones de Elixabete Garmendia, Felipe Juaristi y los citados Giménez y Valdés, sitúan su figura y obra en el entorno cultural y político de la época que vivió, disfrutó y sufrió. En sus textos se ofrecen algunas de las claves de su carrera musical y del siglo XX, y de cómo la violencia de las últimas cuatro décadas del siglo XX marcó su vida.

La canción popular, el canto social, la poesía euskaldun y universal, el poemario místico… De Lizardi a Mirande, pasando por Aresti, Juaristi, Amuriza, Txato Agirre, Patziku Perurena… Todos encuentran espacio en este recopilatorio donde no faltan sus canciones más populares, de aquel Poeta kaskarrak con su inolvidable introducción vocal al Mendian gora de Amuriza con su ritmo de folk desnudo, donde se oye “quiero cantar la vida”, pasando por la estremecedora Lau haizetara, con versos de Mikel Arregi, a capella y con su voz doblada, Zure tristura, de Lete, con el piano como contrapunto a sus arreglos orquestales, o Nire euskaltasuna y sus arreglos progresivos donde, valiente, cantaba: “mi vasquidad es un mar y no tiene almirante”.

Los dos discos incluyen también el curioso ritmo country-folk De Treville-ren azken hitzak; su versión de Maitia nun zira; los bellos arreglos de cuerda de Bautista Bazterretxe; su visión social, de emigración y lucha obrera, presente en Euskadin Castillan bezala, Caminito de Erandio o Mayo, esta última con Labordeta; Maitasun beroen mugan, a ritmo de balada jazz; sus colaboraciones con Moustaki, Paco Ibáñez y Amaia Uranga; sus adaptaciones de Neruda, la poetisa modernista argentina Alfonsina Storni o Lope de Vega... “Muda en mis manos tu ausencia, ahora recuerdo tu vida, lloro tu suerte y elevo una plegaria más allá de la muerte, más allá de esta estrella solitaria”, escribe Giménez en su recuerdo a un juglar y una obra inolvidables.