Cuando Jose Ignacio Gaubeka estudiaba en la Escuela de Comercio con Gabriel Aresti este le dejó un libro de religión. Al final, el libro acabó en el caserío de Larrabetzu donde el amigo del escritor bilbaino vivió hasta 1998. En ese momento, su sobrina Mariví acudió al caserío para recuperar y conservar las fotos, manuscritos y la biblioteca de su tío. Se los llevó a su casa a Muskiz y con el tiempo se dio cuenta de que en el libro de religión había dos poemas firmados por Aresti. Mariví los guardó en una caja de memorias de su familia.

Son dos sonetos de Aresti, uno de amor y otro de desamor, muy probablemente dedicados a su novia. El tenía 19 años y ella 16.

Pero independientemente de la extraordinaria historia de cómo han aparecido, estos poemas tienen un gran valor porque anticipan la cronología de las obras del escritor bilbaino y se adelanta así un año y medio su creación, explica el catedrático de literatura vasca en la UPV Jon Kortazar. “Hasta ahora los primeros poemas que se conocían del autor eran del año 1954 y estos son de 1953. Ahora es lo primero que conocemos de Aresti. Son poemas de formación, escritos por un joven de 19 años, sentimentales, un poco elevados, porque utiliza un tipo de léxico culto y son inconformistas porque no son los sonetos normales de cuatro, cuatro, tres, tres, sino cuatro, cuatro, dos, dos. Son sonetos que reflejan un poco lo que estaba leyendo”.

La noticia de la existencia de estos poemas le llegó a Jon Kortazar estando trabajando en Chicago el 1 de marzo de 2019. Fue  la hija de Mariví Gaubeka quien se puso en contacto con él. “Para mí fue toda una sorpresa. La única condición para publicarlos por parte de la familia fue que fuera en una revista académica, y es lo que hemos hecho, se han publicado en la revista Sancho el Sabio”.