Cai Guo-Qiang tuvo el honor de ser el primer artista nacido en China al que el Museo Guggenheim Bilbao dedicó una muestra individual. Su arte, cambiante y multimedia, maneja con valentía una complejidad conceptual recogida en su totalidad en esta retrospectiva.

Con una producción artística desarrollada en cuatro medios: los dibujos realizados en pólvora, proyectos de explosiones, instalaciones y proyectos sociales, Cai brindó una aportación extraordinaria, tanto formal como conceptual, al arte contemporáneo internacional.

En esta ocasión, las más de 40 obras expuestas durante seis meses en Bilbao, del 17 de marzo al 20 de septiembre de 2009, repasaron la trayectoria artística del autor desde los años 80 hasta ese momento.

Conformaron la muestra Cai Guo-Qiang: Quiero Creer obras llegadas desde relevantes colecciones públicas y privadas de Estados Unidos, Europa y Asia, gracias a la labor de sus artífices, Thomas Krens y Alexandra Munroe, que lo hicieron posible.

Fuentes de inspiración

Lejos de toda convicción artística, Cai se dispuso libremente a romper moldes, fuera de lo establecido, y para ello eligió curiosas fuentes de inspiración, como la mitología antigua, la historia militar, la cosmología taoísta, las tácticas revolucionarias maoístas, la filosofía budista, la tecnología pirotécnica, la medicina china y hasta la violencia terrorista y los avistamientos de extraterrestres.

A partir de ahí, el propio Cai dejó su impronta personal como productor cultural de espectáculos socialmente provocadores para grandes audiencias. Incluso ejerció de director de efectos visuales y especiales en las ceremonias de inauguración y clausura de los Juegos Olímpicos de Beijing 2008.

Muy destacable de su producción es la exploración que llevó a cabo durante su estancia en Japón, entre 1986 y 1995, de las propiedades de la pólvora en los dibujos, una técnica que le permitió desarrollar sus originales proyectos de explosión.

Entre los reconocimientos que constatan su talla artística, Cai Guo-Qiang fue uno de los cinco que recibieron la Medalla de las Bellas Artes del Departamento de Estado de EE.UU por su destacado compromiso con el intercambio cultural internacional. Asimismo, diez años antes de esta exposición, en 1999, recibió el León de Oro en la Bienal de Venecia.