ALLÁ junto a la ría, a unos metros de la vieja Campa de los Ingleses y en la tierra en la que brotó la industria o donde la marea trajo sus riquezas hasta el Puerto de Bilbao hubo un tiempo en que cayó el rayo de la reconversión industrial y todo quedó como terreno baldío, una suerte de campo de calabazas que parecía tierra yerma, irrecuperable. Hasta que puso sus ojos en ese páramo Frank O. Ghery, un arquitecto de prestigio y decidió que era allí donde iba a realizar el mejor número de prestidigitación de su vida: convertir aquel solar en una mágica carroza de titanio que 25 años después de aquel 18 de octubre de 1997 sigue llevándonos, a la ciudadanía de Bilbao y, por extensión de todo Euskadi, hacia el país de la fantasía. Ayer mismo pudo comprobarse al ver cómo el Museo Guggenheim Bilbao y Google Arts & Culture exploraba las emociones que despierta el arte.

Deténgase quien esto lee en la noche elegida para celebrar la transformación de aquellas horas inciertas en la feliz realidad de hoy. Todo discurrió en una cena de gala donde bien pudiera haberse brindado con copas de plata. El aforo rodeó los 500 invitados en una cena presidida por el lehendakari Iñigo Urkullu, quien acudió a la cita acompañado por Lucía Arieta-Araunabeña; el director del museo, Juan Ignacio Vidarte; el diputado general de Bizkaia, Unai Rementeria; el consejero de Cultura, Bingen Zupiria, a quien acompañó Aintzane Bolinaga; la presidenta del Parlamento Vasco, Bakartxo Tejeria; la presidenta de JJ. GG. de Bizkaia, Ana Otadui, Thomas Krens; el director de la Fundación y del Museo Guggenheim Bilbao, Richard Armstrong; el presidente del patronato de la Solomon R. Guggenheim Foundation, J. Tomilson Hill, Tom Ellis, Xabier Sagredo, en nombre de BBK, Manuel Cirauqui, Jon Azua, Pilar Aresti; artistas de la talla de Jesús Mari Lazkano, Darío Urzay, Txomin Badiola, Pello Irazu, Ixone Sadaba, Elssie Ansareo, Susana Solano o Luis Chillida, hijo de Eduardo, entre otros; Rafa Orbegozo y Asís Canales, de Iberdrola; Alfonso Icaza, Javier Maiztegui, Juanjo Baños, director general del Grupo Noticias; Mercedes Borbolla, Carlos Gorria, emisario del BBVA; Emiliano López Atxurra, presidente de Petronor; Alfonso Icaza, de la Fundación Vizcaina Aguirre; Javier Ormazabal, Elisa Durán, Susana Palomino, de Metro Bilbao; Vanda Martins, Andoni Aldekoa y toda una legión de nombres propios que se acercaron a la celebración.

Dio un nosequé de emoción ver cómo Juan Ignacio Vidarte llevaba a Ghery por el atrio de la mano y cómo el viejo arquitecto se fundió en un sentido abrazo con viejos amigos. La sensación que dio fue que el más sentido fue el que se cruzó con Ibon Areso. No es extraño porque Ibon estuvo en aquellos días del abracadabra junto a otros ayer presentes como Josu Ortuondo, Mari Carmen Garmendia, Cristina Uriarte, José Luis Bilbao o José Alberto Pradera entre otros. En sus ojos resplandecía el brillo del orgullo.

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A la cena arrimaron el ascua Carmen Martínez, de Bodegas Campillo; Alejandro Aznar y José Luis Mugurio, de los Herederos Marqués del Riscal y Javier Valle, de illycaffèe, amén de la cocina de Josean M. Alija. De ella disfrutaron, además de los ya citados, Xabier Salaberria, Wendy McNeil, Benigno Rodríguez, Paul Cronson, José Antonio Ardanza, Gloria Urkiaga, Consuelo Crespo, José Antonio Isusi, Mercedes Benaza y Gonzalo Corcostegui, José María Arriola, Rosa Lertxundi, Carmen Echevarría, Ana Elordui, el embajador de Portugal Joao Mira-Gomes, Josune Begiristain, Carmen Gomeza, Alberot Delclaux, Javier Chalbaud, Pedro Crespo, Elena Muguerza, Pilar Iriarte, Txema Vázquez Eguskiza, Elier Goñi, Susana Martínez, Ana San José, Vanesa Iza, Asier Atutxa, Patricia González, Patricia Zugaza, Ana Aurtenetxe, Sandra Aurtenetxe, Julia Diéguez, Itxaso Elordui, Yaiza Barandiaran, Carmen Miral, Xabier Martínez, Magdalena Múgica; la presidenta de Bilbao Basket Isabel Iturbe, Cristina Pejalte, Alejandra y Carla Alegría, Miguel Ángel Fernández, María Sainz de Vicuña, Nora Sarasola, Adonai Gómez, Salvador Urquía, Karole Vail, Arturo Trueba, Susana Torraba, y un largo etcétera de nombres propios que disfrutaron de un encuentro, de un reencuentro, mejor dicho, con el viejo sueño que hay es pura realidad. De todo ello se habló en los corrillos, de los días en los que la ciudad no veía futuro en aquel extravagante ingenio de Ghery y del atroz asesinato de Txema Aguirre, el ertzaina que vigilaba las puertas del castillo; de las grandes exposiciones que a lo largo de los años han llegado hasta Bilbao para asombro de habitantes y visitantes y de la aparición de esta tierra en los mapas de la cultura con letras bordadas en platino. Se habló mucho del ayer y se especuló también con el mañana, con esa expectación que se despierta cada día en un museo que ya forma parte del ADN de Bilbao.