Desde hace tres semanas, ARZ Gallery desprende en el número 24 de la calle Belostikale la luz de un nuevo faro artístico. Es la segunda tentativa del matrimonio compuesto por la abogada Tamara Arza y el artista Waldo González en el Casco Viejo bilbaino después de que hace más de dos décadas tuvieran que cerrar la galería que abrieron en Barrenkale. “No es que no ganáramos dinero, es que lo perdíamos”, apunta la abogada. Su situación actual es diametralmente opuesta. “Nuestra economía no depende de esto”, afirma el artista y profesor de la UPV/EHU en relación al espacio artístico y jurídico que acaban de abrir. Con esa libertad se han propuesto el objetivo de democratizar el arte. Y, también, el novedoso propósito de trabajar con un grupo “nuclear” de artistas que tratarán de intercambiar con otras galerías.

“No sabemos el recibimiento que tendrá nuestra idea”, admite Tamara Arza, quien expone que les gustaría, además de contactar con diferentes espacios de Euskal Herria, llegar incluso a Burdeos o Barcelona.Tenemos algunos autores que son nucleares, gente de confianza. La idea sería llevar lo nuestro y traer lo suyo”, añade en referencia a los siete artistas que actualmente exponen en ARZ Gallery, todos ellos profesores universitarios: Izaskun Alonso, Julen Araluze, Txaro Arrazola, David García, Waldo González, Txus Meléndez y Jorge Rubio. Esta nueva apuesta, que no saben cómo funcionará, pretende abrir fronteras en unas entidades de por sí muy cerradas. “Las galerías que quieran trabajar con nosotros tendrán que escoger un paquete de varios autores y ese volumen se intercambiará en un espacio de tiempo determinado. Queremos ver hasta dónde llega el arte”, indica González, que lleva 18 años dedicado a la docencia universitaria.

Tamara Arza y Waldo González dentro de su galería de arte. Maider Goikoetxea

UNA "CATÁRSIS" COMO ORIGEN

El origen de ARZ Gallery es una “catarsis”, según expone Arza, quien relata los motivos personales que les han empujado a abrir la galería. “Nuestros padres y madres viven todos, tienen alrededor de 90 años y han empezado a enfermar, lo que para nosotros ha sido difícil de asumir”, explica la abogada. Su hijo mayor, un matemático con tendencia a “optimizarlo todo”, fue quien les hizo reflexionar sobre el tiempo que les quedaba a ellos. “Llegamos a la conclusión de que teníamos que dedicarnos a lo que realmente queríamos”, expone Tamara Arza, quien añade que cada uno aporta al proyecto desde su ámbito de actuación.

“Hemos abierto sabiendo que es una locura, como lo fue la vez anterior; pero no es un capricho, es lo que nos gusta”, argumenta, por su parte, Waldo González, quien expone que tenían a su alcance una extensa red de contactos de artistas que estaban dispuestos a colaborar, lo que facilitó todo el proceso. De esa primera experiencia en Barrenkale hace 25 años, además, señala que aprendieron lo que no tienen que hacer: “Confiar en que la gente va a venir a comprar arte porque sí”. En ese espacio de tiempo la situación en la comercialización del arte ha cambiado mucho con la entrada de las redes sociales. “Ahora ya no depende de tener una galería abierta los siete días de la semana durante once horas diarias”, apunta.

COMENZAR UNA COLECCIÓN

La finalidad que se han marcado es tener un espacio físico en el que los bilbainos y los vizcainos, en general, puedan entrar a ver la obra que tienen. “La idea es que quien quiera comience una colección. Se puede hacer de manera humilde a partir de los 300 euros”, indica Waldo González. “Aunque el origen de la iniciativa es personal, el objetivo que nos hemos planteado es que se pueda democratizar el arte”, añade la abogada, quien considera que se deben derribar los reparos que hay en torno a la adquisición de obras. “La gente se compra cortinas de 2.000 euros y cuando vende la casa, las deja ahí. En cambio, un cuadro se lo llevaría, pero es más reticente a gastarse ese dinero”, argumenta Arza.

La galería parte de un catálogo compuesto por una serie de artistas locales. Maider Goikoetxea

Por de pronto, la acogida que han tenido ha sido muy positiva. “Es más difícil encontrar gente crítica que gente complaciente”, revela Waldo González, quien agradece que alumnos de Bellas Artes con ese espíritu se hayan acercado al local. En ese sentido, añade que operan con la libertad de no depender de nadie. “A veces el arte no comercial es más complaciente que el arte comercial, porque la dependencia de las instituciones te ata a tener que ser amable”, considera González, quien quiere, también con propia la ubicación de ARZ Gallery, transmitir la idea de cercanía que las galerías de arte tradicionales, quizás, no tienen. “Nosotros somos los primeros del Casco Viejo pero no queremos ser los últimos”, puntualiza.

HACER ACCESIBLE EL DERECHO

Partiendo de la base de las reservas y miedos que tiene la sociedad hacia todo lo que está relacionado con el arte, pero también con las leyes, Tamara Arza pretende ofrecer un servicio de consultoría jurídica en la galería dentro de unos meses. “La idea es hacer un blog con una base de datos en la que aparezcan las leyes y la jurisprudencia. Y luego ir actualizándolo. A partir de ahí, cualquiera que quiera hacer una consulta podrá contactarnos”, revela la abogada, quien afirma que servirá para que los artistas conozcan sus derechos, sepan cómo tratar con las instituciones, soliciten ayudas... “El derecho en el arte es muy difícil, está poco trabajado, no es como el derecho laboral”, considera Arza. Si todo va bien, además, el objetivo es ir a más. “Es posible que más adelante también ofrezcamos asesoría en relación a los derechos de autor”, expresa la abogada, consciente de que la ingeniería legal presenta complicaciones para el común de los mortales.