María Oruña (Vigo, 1976) se ha convertido en un auténtico fenómeno literario. Más de medio millón de lectores y lectoras esperan siempre sus nuevos libros de la serie de aventuras y misterio Puerto Escondido, cuyo éxito ha pillado a la escritora- según confiesa- por sorpresa. Ahora acaba de llegar a las librerías una nueva entrega, El camino del fuego (Destino), ambientada, en esta ocasión, lejos de Cantabria.

La escritora gallega ha enviado a su protagonista, la teniente Valentina Redondo, a Escocia, y hace viajar al lector desde las Highlands del siglo XIX hasta las del siglo XXI, viendo cómo las memorias de Lord Byron, supuestamente destruidas hace ya doscientos años, podrían haber permanecido intactas en un pequeño cuarto oculto del castillo de Huntly.

Tenía a sus lectores y lectoras impacientes reclamando ya una nueva entrega de su serie...

-Sacar un nuevo libro me lleva cada vez más tiempo, pero no porque me cueste más escribirlo, sino por todas las demás actividades que supone la profesión de escritora: ferias, conferencias, promoción...

Es lo que conlleva el convertirse en un fenómeno literario...

-Ha sido todo muy sorpresivo. Yo era abogada y como acababa de tener un bebé, decidí trabajar en casa porque era imposible conciliar. Escribí el libro Puerto escondido con mi bebé en el regazo. Un día vi en la televisión a Dolores Redondo, me acuerdo que estaba contando que ella tenía un restaurante y era cocinera, que no venía del mundo editorial. Entonces le di un codazo a mi marido y le dije: ¡mira, no hay que ser famosa para que te publiquen! Yo tenía el libro escrito pero ni siquiera había concebido la idea de mandarlo a algún sitio. Y esa noche pensé que, como tenía el libro ya terminado, tenía que hacer algo con él. Por eso mi personaje se apellida Redondo, como un guiño a Dolores Redondo. La chispa hubiera llegado igual, quizás hubiera tardado algo más, pero creo que, al final, me hubiera decidido.

Y entró por la puerta grande en el mundo literario...

-No fue tan fácil, pasé seis meses buscando agencia literaria, y recibiendo rechazos sin leerme. Me preguntaban: ¿Y tú quién eres, a quién conoces?, A nadie. ¿Y qué curriculum tienes? Abogada; literario, ninguno. Hasta que una agencia me pidió quince páginas, luego otras cincuenta y a las dos semanas mi libro ya estaba en la editorial Planeta y empezó a crecer y a crecer. Y hasta aquí. He sufrido el síndrome de la impostora muchísimo, de vez en cuando también me visita. No entendía el motivo por el que los periodistas querían hablar conmigo, me parecía raro. No estaba acostumbrada ni sabía cómo funcionaba este mundo.

Una curiosidad, ¿por qué hasta ahora las historias de sus libros transcurren en Cantabria? Siendo usted gallega...

-Mi padre es cántabro y toda mi familia paterna también. Desde pequeña he visitado Cantabria varias veces al año, la conozco en primavera, verano, otoño, invierno, sus usos y costumbres... Además lo que conté en mi primera novela era muy localista, muy particular de esa zona, cómo se vivía ahí la guerra y la postguerra... No me adentraba en el conflicto porque no me interesaba para la novela, pero sí en cómo vivieron estas épocas. Tenía cientos de anécdotas que me contaba mi abuela y me daba rabia que se perdieran.

Ahora, ha enviado a su personaje, Valentina Redondo, a Escocia...

-Todos los libros de la serie son independientes. Me gusta hacer un guiño a modelos narrativos distintos y algo innovadores, si el anterior era un homenaje a la habitación cerrada, en esta es a las novelas domésticas. En ellas la investigación está a cargo de un personaje que no es policía, aquí la particularidad es que Valentina es teniente de la Guardia Civil, pero está de vacaciones. Junto a su pareja Oliver viajan a Stirling para desconectar y estar con la familia de él. Pero lo que era un viaje de desconexión se convierte en una investigación doble. Por un lado un posible asesinato y por otro la posibilidad de que las memorias de Lord Byron no acabasen en una hoguera. En realidad, es un viaje metaliterario por los escritos censurados y prohibidos, todas las historias que no pasaron el filtro en su momento.

La mayoría de sus libros parten de unos hechos reales...

-El camino del fuego está también inspirado en un caso real que sucedió en Glasgow en el siglo XIX y me pareció tan extraordinario que pensé que me gustaría desarrollarlo. Y en la desaparición de las memorias de Byron también hay algo extraño, así que pensé que me iba a permitir fabular con estos hechos y con otros temas cómo los ridículos que somos a veces cuando censuramos libros. Nos retratamos.

¿Normalmente una novela le lleva a otra?

-Cada libro es un riesgo porque son muy diferentes y de temáticas my distintas. Esta novela es también un ejercicio narrativo distinto, pero también una retrospección e investigación en el tiempo. La voz del siglo XIX en Escocia es distinta, además utilizo algo que no había usado nunca, la narrativa con documentación epistolar. Incluyo una carta y otra varios meses después y entre medias el lector debe deducir lo que pasó. Y eso me divierte, me entusiasma, me motiva para escribir, asumo que es un riesgo, porque el lector igual dice que quiere algo más de lo mismo. Pero eso ya está hecho. Si doy a mis lectores más de lo mismo, les estoy engañando y me estoy engañando a mí. Puede que no les gusten todas las historias por igual, pero en todo caso quiero que pese la honestidad.

¿Va a haber una sexta entrega de la serie?

-Quiero continuar, al menos, un título más. Después veremos; tengo otras ideas independientes, quiero también hacer otra cosas y otro tipo de novela.

¿Se siente cómoda con la etiqueta de escritora de género negro?

-Nunca me defino como escritora de genero negro, ya sé que me ponen la etiqueta, pero a lo mejor genera una expectativa en los lectores que piensan que se van a encontrar con ellas. Siempre las defino como novelas de misterio histórico.

¿Qué tal lleva que haya gente que la compare con Dolores Redondo y Eva García Sáenz de Urturi?

-Me molesta el agravio comparativo, primero porque ellas tienen un premio Planeta y yo no (bromea). Pero, hablando en serio, a nivel técnico y de contenido no tenemos nada que ver ninguna de las tres. Es verdad que salimos en época similares, pero ellas tienen trilogía, yo no, lo mío es una serie porque cada libro es un misterio diferente. Y a nivel técnico y narrativo, Eva tiene una línea narrativa muy limpia, Dolores resuelve sus misterios añadiendo fantasía y folklore y yo soy de premisa y de solución realista. Me sorprende que teniendo universos tan distintos nos comparen. Será por la proximidad geográfica o porque somos las tres mujeres. Pero no hay más paralelismos.

En su primer libro independiente de la saga, ‘El bosque de los cuatro vientos’, predijo el hallazgo de los cuatro anillos “milagrosos” de nueve obispos enterrados en el Monasterio de Santo Estevo de Ribas de Sil (Ourense).

-¿Qué puede motivar que se recuerde tanto a estos nueve obispos? Tenía que haber algo de verdad en esa leyenda. En todo lo que narro en la novela las referencias históricas son reales, excepto un par de licencias que me tomé y que explico en el apartado de curiosidades. La leyenda la tomé como algo cierto siempre. Estaba convencida de que los anillos existían.