Somos lo que decimos, lo que leemos, lo que aprendemos. Esta es la conclusión a la que han llegado el director de teatro Alfredo Sanzol y el dramaturgo Juan Mayorga, dos pesos pesados de las artes escénicas estatales, que por primera vez han unido sus fuerzas para crear El Golem. La obra es un thriller que, adentrándose en lo onírico, bebe de la tradición oral de los cuentos e indaga en el poder transformador de las palabras. "Es una sacudida para el público", asegura Sanzol, quien promete que la obra, que podrá verse en el Teatro Arriaga del 22 al 24 de abril, no dejará indiferente a nadie. Vicky Luengo, Elena González y Elías González protagonizan esta nueva producción del Centro Dramático Nacional.

La premisa de la obra parte de la idea de un sistema de sanidad pública colapsado. Ismael (Elias González) es un enfermo que está ingresado en el hospital y recibe el alta antes de lo que debería. Para que pueda conservar su cama, Salinas (Elena González), empleada del centro, propone a Felicia (Vicky Luengo), la esposa de Ismael, memorizar un texto. "Es una propuesta que a ella le resulta absurda. No está claro qué tipo de tratamientos administran en el hospital e incluso llega a pensar que la mujer que se lo plantea es una paciente", expresa Alfredo Sanzol sobre esta obra en la que el público acompaña a la protagonista que debe memorizar una serie de palabras.

Conforme hace suyos esos términos, algo dentro de Felicia -en sus sueños, su memoria, su imaginación, su cuerpo y su voluntad-, va mutando. "Más que enloquecer, lo que le ocurre es que se desorienta. Empieza a tener los sueños de la persona que escribió esas palabras", revela Sanzol sobre este momento "angustioso", en el que la protagonista empieza a sentir emociones muy reales que no reconoce. "Hay una parte onírica que está identificada en la función, la esencia de la personalidad con la que se sueña. Hay un poco de 'somos lo que soñamos'. ¿Y también somos lo que leemos? Sí. Toda la función está impregnada por la fuerza que tienen las palabras para configurarnos, condicionar lo que somos, para construir nuestra esencia", manifiesta Sanzol.

Influencia de la palabra

Sin embargo, el director de escena cree que Juan Mayorga -que el mes pasado recaló en el Teatro Arriaga con la obra Silencio, protagonizada por Blanca Portillo- va más allá con su planteamiento al preguntarse cuestiones como: "¿Hasta qué punto no somos cada uno de nosotros un golem? ¿Cómo sabemos que las palabras que repetimos no nos las han puesto ahí para aprenderlas porque son parte de una tradición?". De hecho, es este punto el que más llamó la atención de Sanzol cuando Mayorga le propuso dirigir la obra. Una vez que decidió hacer la función, tras leer el texto, recuerda que fue a recoger a su hijo, al que habló con un cuidado extremo porque pensó que cada una de sus palabras podrían influirle. "Tendemos a hablar a los niños mejor de lo que hablamos por ahí. Pero nunca lo había pensado así, de esa manera tan trascendental", explica el director de teatro navarro, quien afirma la función le ha regalado "la admiración por la fuerza de las palabras".

La base de la obra es un texto inédito de Juan Mayorga que fue reescrito durante el confinamiento, en medio del temor a que el orden conocido por todos pudiera hundirse. Así, el hospital que en principio debía ser privado, se convirtió en público. "En la función hay una reflexión acerca de qué es lo que ocurre con la parte más vulnerable de la sociedad en momentos de crisis", indica Alfredo Sanzol, quien revela que hay un monólogo final que también es fruto de lo experimentado durante el confinamiento. La obra aborda también el problema de las fake news y la posverdad latente, así como el peligro de los discursos totalitaristas.

Primera colaboración

Además de ser la primera colaboración en escena de Juan Mayorga y Alfredo Sanzol, es la primera vez que el director de teatro trabaja para pulir el texto de la obra con un dramaturgo. "La relación ha sido muy buena a la hora de acabar, dar forma y perfilar los últimos retoques del texto antes de estrenarlo, y después de estrenarlo, también", expone Sanzol, el primer director de teatro que ha tenido acceso a la obra, que se estrenó el pasado mes de febrero. "Juan Mayorga es un autor al que admiro muchísimo, para mí ha sido una suerte trabajar con él, he aprendido mucho", indica el director navarro, quien considera que el dramaturgo "es un autor que ama al público y confía en su deseo de tener una experiencia intensa".

Esa misma sintonía ha percibido con el elenco. "Con Elías y con Elena ya había trabajado, y a Vicky la conocía de hacer teatro, es una actriz que siempre me ha encantado. Tiene mucha fuerza y capacidad física", apunta sobre la intérprete, que recientemente ha cosechado varios premios por su participación en Antidisturbios, incluyendo el Premio Ondas a la mejor actriz. "Para esta función hemos dado lo mejor de nosotros a la hora de usar toda nuestra inteligencia en el manejo de las palabras", asegura Sanzol.

Cuatro figurantes participan en la obra para que los movimientos de la escenografía se realicen con fluidez. "Las transiciones están muy coreografiadas y forman parte de la puesta en escena, sobre todo a la hora de narrar cómo Felicia se desorienta en el hospital", expone Sanzol sobre el centro sanitario que considera un personaje más. "Es mutante, poliédrico, no enseña su cara de verdad", valora el director de teatro. La escenografía de Alejandro Andújar y la iluminación de Pedro Yagüe han diseñado una puesta en escena oscura. "Se funde con los laterales del teatro, eso también le aporta misterio", considera.

Alfredo Sanzol vuelve al Teatro Arriaga, donde el año pasado recibió tres premios MAX con El bar que se tragó a todos los españoles, en la que será la primera parada de una pequeña gira. A continuación, recalarán en Santander, Avilés, Murcia y Las Palmas de Gran Canaria. Pero El Golem ya se ha testado en Madrid, donde lo estrenaron. "Es una función que impacta porque plantea una complicidad con el público a la hora de dejarse llevar por todo el laberinto de palabras que conforma. Genera mucha controversia", asevera el director de escena, quien considera que cada espectador puede hacer su propia lectura, porque así lo propone Mayorga, de forma que sea abierto, laberíntico. "En el teatro aún tenemos la fortuna de poder ser agitadores, y para ello creo que es importante la honestidad de los creadores, porque los primeros que nos tenemos que sentir agitados por lo que contamos somos nosotros", concluye.