- El boicot cultural a Rusia por su invasión a Ucrania genera controversia cuando afecta a creadores represaliados y críticos con el totalitarismo como la escritora Liudmila Ulítskaya, opositora a Putin, el cineasta Andrei Tarkovsky, muerto en el exilio, o Dostoievski, apasionado defensor de la libertad.

El gobierno español se ha sumado esta semana a la imposición de medidas de veto a Rusia en el ámbito cultural (y deportivo), en el sentido de instar a la suspensión de los proyectos e iniciativas en curso con la Federación Rusa, y cancelar aquellas que se hubieran previsto y aún estuvieran pendientes de iniciarse.

Además de responder a una dinámica de condena internacional que busca asfixiar a Rusia en el terreno de lo simbólico y cortar cualquier fuente de ingresos, se responde así al llamamiento del gobierno y los artistas ucranianos de que se cancelen en todo el mundo las manifestaciones culturales de sus agresores.

Pero en este contexto, han surgido cuestiones como si el castigo debe afectar a creadores fallecidos o a los que se han pronunciado enérgicamente contra su propio gobierno, o incluso si se debe obligarles a hacerlo en una situación en la que su integridad también puede peligrar.

Estos días, el Teatro Real ha suspendido las actuaciones previstas del Ballet Bolshoi -en línea con otros grandes teatros del mundo- mientras la Filmoteca de Andalucía cancelaba la proyección de “Solaris”, deL director Andréi Tarkovsky.

Una universidad de Milán dio marcha atrás tras la avalancha de críticas recibidas por cancelar un curso sobre el escritor de “Crimen y castigo” debido a la posible “polémica” que podía causar.

“¿Ser ruso es un problema? ¿Incluso siendo un ruso muerto? Lo que está pasando en Ucrania es horrible, y tengo ganas de llorar solo de pensarlo. Pero estas cosas aquí son ridículas”, declaró el escritor, traductor y bloger italiano Paolo Nori.

En medio de esta polémica, el Festival de Donostia ha aclarado que “aquellas voces rusas que se oponen a la agresión cometida por su país siempre tendrán un lugar” en el certamen cinematográfico.

“Nuestros procesos de selección evalúan las obras cinematográficas de manera individual, nunca en función de la nacionalidad a la que estas pertenezcan, incluso cuando provengan de países con gobiernos que conculcan derechos fundamentales y así seguiremos haciéndolo en estos tiempos convulsos”, enfatiza la organización de Zinamaldia.

Por su parte, el Museo Ruso de Málaga se mantiene abierto, a pesar de las voces en contra, pero ha hibernado cualquier nueva exposición mientras se define hasta qué punto pueden afectarle los nuevos vetos aprobados por Cultura.