El escritor vizcaino, pero residente en la localidad navarra de Arbizu, Jon Arretxe está escribiendo ya el octavo libro de su saga inspirada en el detective africano sin papeles que un día llegó a Bilbao en patera y se instaló en la calle San Francisco. “Si las cosas van bien y se puede hacer presencial, espero poder presentarlo en la Azoka de Durango de este año”, confía este autor que llegó a la literatura a través de las narraciones de sus viajes: 7 colores, Tubabu o El Sur de la Memoria. Más tarde, Arretxe se acercó a la ficción con las novelas negras Shahmarán y Sueños de sangre hasta llegar a la serie protagonizada por Touré, un subsahariano que llegó a Bilbao huyendo de la miseria y como no tenía mejor manera de ganarse la vida decidió hacerse detective privado en los ratos libres que le dejaba su ocupación como vidente fraudulento.“Mi idea es dar larga vida a Touré; además, creo que hoy en día es un personaje necesario y tiene su función como labor social como denuncia de cierta situaciones y como mensaje antirracista. Es lo que intento hacer con estas novelas, además de, por supuesto, divertir al lector”.

¿Había soñado con ver a Touré en la pantalla?

—Creo que todas mis novelas son cinematográficas porque suelo escribirlas casi como guiones de cine; a veces me paso un poco de cortas, mi editor me suele decir que tengo que engordarlas un poco más, que tienen formato de guion de cine. Pero poderlas ver en el cine o en televisión es uno de los sueños de mi vida. Ahora he firmado una propuesta muy interesante, se convertirán en una miniserie de seis capítulos, aunque de momento no puedo dar muchos detalles, Estoy muy ilusionado con ello.

¿Cómo fue el paso de la literatura de viajes a la novela negra?

—La verdad es que me empezaba a aburrir, necesitaba una nueva motivación, ya había escrito bastantes libros de viajes y buscaba un nuevo desafío. Siempre me había gustado mucho el género negro porque tiene ritmo, vida y engancha, por eso empecé a escribir una especie de híbrido entre novela de viaje y novela negra ambientadas en otros países, a los que me iba a vivir para escribirlas. Hasta que me decidí a sacar un personaje más o menos autóctono, un africano que vive en la calle bilbaina de San Francisco, y nació la saga de Touré.

¿Y quién es Touré? ¿Por qué tiene tanto éxito entre los lectores y lectoras?

—Es una persona que se deja querer, los lectores empatizan con él, se meten en su pellejo. Representa una figura que todos conocemos de vista, vemos africanos por la calle, pero nunca hemos profundizado ni nos hemos preocupado demasiado de lo que tienen detrás. Yo narro las novelas en primera persona, intento identificarme con él, sentir cómo lo haría una persona con su perfil. Es un personaje al que le he cogido cariño. No será perfecto ni mucho menos, pero le he cogido afecto. Hay lectores que me dicen que cómo le hago sufrir tanto...

¿De dónde le ha sacado? ¿Cuál es su origen?

—Es una combinación, un híbrido de varias cosas. El verdadero Mahamoud Touré era el padre de familia de la casa en la que recalé hace más de veinte años en un viaje que hice por África. Viajé durante meses, crucé el Sahara, hice miles de kilómetros... Y llegué con la pierna infectada a un pueblo de Malí, donde esta familia me acogió. Estuve por lo menos quince días recuperándome con ellos y allí conocí lo que es la auténtica solidaridad africana. En esa familia, el marido se llama Mahamoud Touré, como mi personaje, su mujer se llama Marian, como la mujer de mi personaje. Pero ese Touré nunca ha viajado a Europa, eso por una parte. Por otra parte, me ha servido la experiencia de muchos africanos que conocí allí, que me comentaban su vida, que habían venido o tenían intención de instalarse en Europa... Hay miles de Tourés entre nosotros con ese perfil. Mi personaje es una mezcla de todos ellos.

Ha situado en la calle de San Francisco la mayor parte de la trama de una saga que ha ido creciendo bajo demanda de un público lector que le ha ido reclamando continuarla.

—San Francisco en una bomba, en el buen sentido; tiene cosas malas, por supuesto, pero también muchas buenas. Es un barrio con mucha vida y un auténtico chollo para un autor de novela negra que se meta en su ambiente, porque es un barrio que te lo da todo. Te da tramas, personajes, ambientación... Una conocida me cedió un piso allí, que quería alquilar, para poder escribir desde él. Cuando éste terminó por alquilarse, el vecino de enfrente me ofreció continuar la serie desde su piso, que apenas usaba. Me he tirado un montón de años yendo y viniendo, como si estuviera en mi casa. Ya me he hecho amigos en el barrio, de las asociaciones, he pasado mucho tiempo ahí tomado potes, charlando, asistiendo actos culturales... Para mí es el lugar más interesante del País vasco sin ninguna duda. Y desde el punto de vista literario ha sido una mina.

Y escuchando las historias de miles de Tourés...

—Así es, depende de cómo se apelliden serán de Malí, de Burkina Faso, de Guinea... Pero viven así, en pisos compartidos, se sacan la vida como pueden, trabajando mucho, algunos con un pelín de picaresca... Tienen sus familias en África y la mayor parte del dinero que ganan lo mandan para mantener a sus familiares. O intentan conseguir sus papeles y encima tienen que aguantar una xenofobia que va creciendo estos años, impulsada por el auge de la derecha en toda Europa... Una vida complicada, difícil, pero así todo suele ser gente positiva, alegre y tiran para adelante porque no tienen más remedio si quieren sobrevivir.

Incluye mucho humor en sus novelas.

—El humor es muy importante en la novela negra para contrarrestar esa crudeza del ambiente que viven los personajes porque hay muchos San Franciscos por el mundo.

Touré es un personaje que cambia, que crece en cada título.

—Empieza siendo más inocentón, se deja hacer, es un poco pelele en algunas cosas, pero luego la vida le va maltratando a lo largo de las novelas, le han presionado, chantajeado... En la tercera novela aparece una hija que muere en París, lo que le marca un antes y un después... Y es que se va transformando él también, se vuelve más amargo. El personaje tiene que evolucionar para que la saga sea más interesante y para que cada novela sea diferente.

La saga no solo está ambientada en Bilbao, también viaja a África a Nafarroa...

—A Touré le echan de San Francisco por delinquir. Tiene que huir y se va a un pueblo navarro, aprovechando que un antiguo compañero de patera vive en esa zona y le ayuda a buscar un trabajo de pastor, pero le persigue su destino y tiene que huir a París junto a una prostituta que trabaja en un puticlub cercano al pueblo. Al principio están muy a gusto, pasa desapercibido porque en París hay muchísimos africanos. Junto a la prostituta vive a lo grande, se dedican a robar. Pero poco a poco, como siempre, se le van complicando las cosas. Todo lo que está pasando por el camino le va amargando un poco. Tiene que hacer cosas que, como él mismo reconoce, jamás pensó que debiera de hacerlas cuando llegó aquí, pensando que era el paraíso. Todo le sale mal, le persigue un destino muy negro que le lleva a cometer y hacer actos y cosas que uno no desea por nada del mundo.

¿Volverá a San Francisco?

—Estoy de lleno en la escritura de la octava entrega. La presentaré en la Azoka de Durango.

Lleva 30 años escribiendo en euskera y publicando también en castellano. Suele decir que no le gusta traducirse a sí mismo.

—Yo siempre he escrito en euskera y luego las traducciones las dejo en manos de una buena profesional, como es Cristina Fernández, que lo hace muy bien. En euskera, tengo más éxito de ventas, tengo ya un público fiel, en castellano me estoy haciendo un hueco y no es nada fácil. Pero curiosamente, mis libros tienen más eco en euskera, aunque reconozco también que tienen unas críticas muy buenas en castellano.

Entre libro y libro de esta saga, ha intercalado novelas como ‘La banda de Arruti’. ¿Necesitaba un cambio?

—Escribí las cinco primeras y metí de por medio La banda de Arruti, que es también negra, pero con mucho humor, muy corrosivo, situada en mi pueblo, en Basauri. Era una deuda que yo tenía con mi pueblo, y quería cumplir algún día. Y de paso así también me airé un poco, pero luego vuelvo con Touré. Después de la próxima novela puede que lo aparque, pero de momento no tengo intención alguna de dejarlo. En el fondo, aunque le haga sufrir, le quiero mucho y no soy capaz de matarlo. Llevo con él casi 10 años; sí, pienso continuar con Touré.

“Creo que todas mis novelas son cinematográficas, suelo escribirlas casi como guiones de cine”

“Vemos africanos en la calle, pero nunca hemos profundizado ni nos hemos preocupado demasiado de lo que tienen detrás”

“San Francisco tiene vida y es una auténtica mina para un autor de novela negra. Para mí es el lugar más interesante del País vasco”

“Yo, desde hace 30 años, siempre he escrito en euskera y las traducciones las dejo en manos de una profesional”