vocalista de Blondie todavía asegura ser “una punk de Nueva York”De cara

Nunca tuvo el refrendo intelectual de Talking Heads ni los parabienes del punk cazurro y melódico de Ramones, pero Blondie forma parte del triunvirato que forjó la eclosión del punk y la nueva ola en Estados Unidos, en el Nueva York de mediados de la década de los 70. Coincidiendo con el 75º cumpleaños de su vocalista, Debbie Harry, se edita en castellano una biografía que va mucho más allá de ofrecer un análisis de más de cuatro décadas de música, escarbando entre sus 11 álbumes de estudio, de los que la banda, que sigue en activo, ha vendido más de 40 millones de discos.

Harry va de cara en el libro, escrito sin alharacas, de forma sencilla e íntima, sin circunloquios y narrando de manera espontánea e irreverente su experiencia en la escena punk y new wave, su proceso creativo, su experiencia con las drogas, historias íntimas y sus colaboraciones con otros artistas, y relata sin censura los retos de ser una mujer en una industria dominada por hombres y su éxito. Una historia de determinación, la de una mujer que lo tuvo claro desde su niñez y que apostó por “vivir en Nueva York y ser artista”.

Nacida Angela Trimble en 1945, Harry fue una hija ilegítima abandonada por su madre que fue dada en adopción y vivió feliz en un pueblo pequeño en las afueras de la Gran Manzana. Soñadora, marimacho, seguidora de la moda, el baile, la televisión y Marilyn Monroe, se mudó con 20 años a la ciudad soñada donde trabajó para la BBC, de camarera en el Max Kansas City, fue conejita de Playboy y vivió “una época dura pero interesante” cuando inició sus primeros escarceos musicales con The Wind in the Willows o el trío Stilletos, donde conoció a Chris Stein, su pareja sentimental durante 13 años y colíder de Blondie.

Años demenciales

Los primeros siete años de Blondie fueron “demenciales”, escribe Harry, que dibuja un itinerario “puro, crudo y visceral” del despuntar de la banda desde clubes como el CBGB y con una idea clara, ser líder en una escena rock dominada por los hombres. “Enfaticé con la idea de ser una mujer muy femenina liderando una banda de rock. Era una muñeca hinchable con un lado muy oscuro, provocativo y agresivo”, reconoce. Lo logró cantando temas subversivos con una sensibilidad pop y una clara filosofía punk. “Era la actitud del háztelo tú mismo. Yo era punk, todavía lo soy”, confiesa, aunque arroja un crítica feroz sobre su evolución. “Ha evolucionado para convertirse en una mercancía”, lamenta.

“El arte y el negocio son unos compañeros de cama realmente incómodos. Yo solo necesitaba libertad para crear”, reflexiona. Y no lo consiguió siempre, como demuestran episodios concretos en Blondie, especialmente en su primera etapa, marcada por una fama “sensual pero, a la vez, extrañamente decepcionante”, o su paso por el cine, donde se recordarán sus papeles en la inquietante Videodrome, de Cronenberg, la nostálgica y divertida Hairspray, de John Waters, o Mi vida sin mí, de Isabel Coixet. El libro hace público que le ofrecieron un papel en Blade runner y que su compañía de discos no se lo permitió.

Además de la “vida al límite” de los primeros Blondie, que les llevó a la ruina tras vender 40 millones de discos por malas elecciones en los negocios y problemas fiscales, la autobiografía narra de manera íntima su relación con Stein, el dolor tras su separación y el amor eterno que sentirá siempre por él. “Nunca dejaré de quererle y preocuparme por él”, reconoce, a la vez que se declara amiga de su pareja actual. Especialmente escalofriante resulta el capítulo sobre la enfermedad del compositor y guitarrista de Blondie, y su confesión parece evidenciar que si la propuesta de reagruparse 17 años después no hubiera partido de él, ella seguiría su vida feliz lejos de Blondie.

Arte y fiesta

De cara sirve también para conocer aspectos más personales de Harry, más allá de los ligados a la música. Resulta especialmente inquietante cuando narra la violación que sufrió en los inicios de Blondie y se limita a escribir “no puedo decir que pasara mucho miedo; al final, me dolieron mucho más las guitarras que nos robaron que la propia violación”. El libro, encarado como “una forma de decir gracias”, a la vez que una oportunidad de “explorar mi espacio interno”, nos deja episodios sobre su interés por el arte y las fiestas, que compartía con su amigo Warhol.

Quien se acerque al libro conocerá aspectos más escondidos de Harry, como su interés por la lectura, la fotografía, los disfraces, el café matinal, su voyerismo, o su implicación en campañas relacionadas con la defensa de la vida natural o contra el sida. Y, por supuesto, en sus páginas desfilan, entre música y drogas diversas, Bowie, Iggy Pop, Ramones, Television, su amante ocasional Harry Dean Stanton, Thompson Twins… Decepcionada por el éxito al conllevar “libertades perdidas”, hoy, a sus 75 años y tras las muertes de Bowie o Joey Ramone, reconoce haber vivido como “una liberación” el reconocimiento de que sus periodos de tristeza y dolor provenían “del abandono” en su niñez.

Feliz e icono de un rock y pop que “no es solo para críos”, Harry, que ve la cirugía “como otra forma de cuidarme”, nos cuenta “casi todo” porque “es mejor dejar siempre al público con ganas de más”.