La Joven Orquesta de Euskal Herria (EGO) ha iniciado sus conciertos de la gira de verano, los primeros en los que Rubén Gimeno se sitúa al frente de la formación.Su debut se produjo el pasado domingo, en el Principal de Gasteiz, y llega mañana a Bilbao con un programa formado por obras de Gounod, Mahler y Schubert. Los conciertos son la culminación de un exigente periodo de trabajo y convivencia en el que los jóvenes han trabajado las obras que posteriormente ofrecerán ante el público.

¿Qué buen momento para llegar a ningún sitio a empezar un proyecto, no? Si me permite la ironía, son todo facilidades.

—Sí, sí (risas). Desde marzo estamos viviendo esto desde la incertidumbre y las situaciones han sido tan cambiantes, que hemos ido semana a semana pensando cosas para hacer que se iban quedando obsoletas al poco. Pero lo importante de todo esto es que al final, junto a Germán Ormazabal (director general de la EGO), nos planteamos: no sabemos qué va a pasar pero vamos a contemplar diferentes escenarios y vamos a estar preparados por si podemos actuar. Para preparar una gira como ésta, con su encuentro previo, se necesita mucho tiempo. Supone mucha logística que requiere estar trabajada de manera previa. En eso hemos estado. Ahora, estamos preparados para responder a lo que pueda surgir.

¿Qué decirle a ese público que tal vez, ante la situación actual, tenga algo de miedo a la hora de acudir a los conciertos?

—Lo digo también pensando en la gente que es cercana a mí, que está a mi alrededor, gente como mi madre, que ya tiene una edad: precaución toda, pero miedo no. Obviamente hay que ser precavido y hay que cumplir las normas establecidas por las autoridades sanitarias. En eso somos muy estrictos. Pero hay que evitar que el miedo nos paralice. Somos los primeros interesados en hacer los conciertos del modo más seguro posible, así que disfrutemos de una actividad cultural conjunta.

Es una situación tan extraña que todavía no hemos hablado nada de música, de cómo son.

—Hemos hecho de la necesidad virtud porque hemos tenido muchos condicionantes a la hora de elaborar el programa. Pero creo que ahora, cuando lo miro, veo un programa de gran interés musical. Dijimos: bueno, viendo el número de vientos que tenemos, ¿qué podemos hacer? Pues una de las obras fundamentales de repertorio de viento madera, como es la obra de Charles Gounod. Después pensamos que, claro, no podíamos hacer la Quinta Sinfonía de Mahler, pero sí una parte, que es el Adagietto. Y con la Quinta Sinfonía de Schubert lo tenía claro porque esta música siempre me ha sonado a frescura y elegancia. Y eso es algo que me gustaría transmitir, que somos jóvenes y tenemos frescura.

Llega junto a 73 jóvenes intérpretes que están en vías de profesionalización, personas que han crecido entre una crisis económica y otra sanitaria. ¿Qué decirles para que no se rindan ante un mercado laboral como el suyo, que no es sencillo ni en circunstancias normales?

—Igual tengo una visión muy romántica de los escenarios, pero creo que si la música es una pasión y la tienes metida dentro, debemos perseguir nuestros sueños. Por supuesto, requiere una implicación total. Como en toda profesión, en la música hay una parte muy mecánica de estudio, de práctica, de dedicación, pero a la vez hay otros componentes que son muy importantes. Estamos trabajando con personas que están en una etapa de su vida muy importante, un momento que van a recordar para siempre. Espero que, en lo musical, les podamos ayudar a caminar de cara a su futuro profesional.

¿En qué se debería notar su paso por la EGO?

—Para mí es muy importante que, a nivel de proyecto, la EGO esté muy enraizada en la sociedad, que abramos puentes con otras instituciones musicales y no solo que existen en el País Vasco. Hacia adentro, tenemos que acercarnos de una manera motivadora pero también más eficiente a los jóvenes, como estamos haciendo al contar con profesores de primer nivel, gente también del país pero que en su momento tuvo que marcharse fuera para poder hacer su camino.

Larga es su trayectoria al frente de diferentes orquestas y proyectos. ¿El violín lo tiene aparcado por ahí?

—(Risas). Muy aparcado, la verdad. Yo fui paulatinamente simultaneando el violín con la dirección, pero al final me decanté, también porque el día a día te va encaminando a ello, por la dirección.