Mikel Urdangarin se ha pasado al piano. “Soy un novato con el instrumento, pero me ha hecho feliz en los últimos años, además de abrirme una puerta nueva y fascinante”, explica a DEIA el zornotzarra, que se presentará en este nuevo formato el 12 de marzo en el Teatro Arriaga, dentro del festival Loraldia, a las 19.30 horas, con entradas a la venta a 15 euros.Tras varias citas preparatorias en lugares como Elgeta y Sopela, el nuevo proyecto de Urdangarin cobrará foco mediático en el Loraldia bilbaino. “El festival ha venido para quedarse y no diré que llena un hueco, pero sí que es algo nuevo, potente y con carácter propio. Y con un éxito relativo, haciéndose músculo y enraizándose cada año. Es único y hay que mantenerlo porque es inclusivo y abierto, con gente conocida y artistas a las que se les da una oportunidad. Es como una celebración”, explica.

El enamoramiento del cantautor euskaldun con el piano, con el que arranca una nueva singladura, es reciente, aunque disponía de uno en su casa de Gasteiz desde 2000. “La intención era ir descubriéndolo poco a poco. Esa intención tardó 17 años en concretarse porque ni levanté la tapa hasta 2017. Solo sonó cuando lo tocaban mis amigos. De hecho, estuve a punto de regalarlo a un bar”, explica. “Lo veía como un mueble, como una puerta que estaba ahí pero que nunca abría y no sabía qué hay detrás. Al final, lo hice y sigo fascinado por el mundo que esconde detrás”, prosigue.

Con el consejo intermitente de tres profesoras de piano, pero embarcado en un proceso mayoritariamente autodidacta, Urdangarin echó la vista atrás para conformar el repertorio de estos conciertos, que incluyen canciones nuevas escritas desde el piano, algunos éxitos y otros temas históricos, casi inéditos porque algunos no eran interpretados en público desde hace dos décadas. “No diré que han renacido, pero el instrumento condiciona y el piano obliga a planteártelos de otra manera. Los he repensado en armonías y estructuras, aunque se reconocerán”, indica, a la vez que reconoce que “canto de otra manera que con la guitarra o con el grupo”.

El objetivo era “hacer una buena pareja con el piano”, reconociendo que “soy un novato con él” y sin deseos de “meterme en jardines virtuosos y terrenos que desconozco”, responde. A la búsqueda del “menos es más”, el reto final era que “el instrumento acompañara bien a la voz, ya que yo soy cantante. En ningún momento he buscado ser pianista y es cierto que ofrece resultados diferentes porque permite posibilidades inmensas y te puedes ahogar en él”, concluye Urdangarin.