La cantante andaluza Pasión Vega, que inició su carrera llevando la copla al presente hace ya 25 años, se abre a "un nuevo mundo", al del folclore iberoamericano, en su último disco, Todo lo que tengo (Concert Music), en el que graba canciones nuevas mecidas por el danzonete, el son, la bachata, la chacarera, la rumba jarocha, la ranchera, el bolero, la bossa, la zamba o el tango. Hoy lo presentará en el Teatro Arriaga de Bilbao, en un concierto que cuenta con la colaboración de DEIA. "He venido a este mundo con una sonrisa y una canción en la boca", explica esta malagueña nacida en Madrid.

Mucha gente no es consciente de que ha cumplido ya 25 años de carrera.

-Casi ni yo lo soy (risas). Se cumplieron con la gira de mi disco anterior, 40 quilates, editado hace dos años, y se han pasado muy rápido. Y aquí sigo, con las mismas ganas. O te diría que más, incluso. Entiendo que dedicarme a lo que me gusta y encontrarme con el público es un milagro auténtico cada día. Así que vivo con mucha alegría y ganas cada concierto y cada canción.

El nuevo disco, por su sonoridad y filosofía, parece un paso claro hacia adelante, pero casi todos lo acaban siendo, ¿no?

-Por supuesto. Para sentirse vivo es importantísimo afrontar retos y encarar algo que crees que no dominas del todo. Siempre hay que aprender porque hace que te enriquezcas mucho. Lo bonito y más gratificante de esta profesión, y de la propia vida, es el camino, no cuando llegas a la meta. Yo me he encontrado en este viaje con músicos, compañeros y canciones que me han nutrido mucho. Así me ha pasado con el último disco.

Ha llegado a decir que ha descubierto un nuevo mundo con él.

-Exacto. Es que he cantado unos estilos con los que me identifico, pero a los que no sabía poner nombre. Eran míos emocionalmente, pero los desconocía de forma teórica. El hecho de cantar una petenera mexicana o una malagueña venezolana, por ejemplo.

Ya había dado muestras de su pasión por Latinoamérica antes. Llegó a grabar en Argentina, por ejemplo.

-Es curioso pero, para que te hagas una idea, la primera canción que me aprendí de chica fue Alfonsina y el mar. ¡Imagínate la influencia que la música iberoamericana ha tenido en mí! Todo su folclore me ha marcado muchísimo, pero no es lo mismo afrontarlo desde las versiones de temas que ya son estándares, que crear un repertorio nuevo, como hemos hecho en Todo lo que tengo. Hacer versiones de canciones conocidas es maravilloso para el intérprete, pero otra cosa es buscar temas nuevos y mezclar a autores de uno y otro lado del Atlántico. De este lado, a gente como Jorge Drexler o Jorge Glem. Hemos partido de un folio en blanco.

El trabajo habrá sido duro, habrá investigado durante bastante tiempo.

-Cierto, pero ha sido muy interesante y bonito, tanto como complicado. Le tengo que dar las gracias a cantidad de músicos de países diferentes que han colaborado, como Agustín Bernal, César Pacheco, Roberto Verástegui, Gabriel Puentes, Cesar Olguín, Alfredo Pino, Orestes Gómez, Osman Antúnez, Eloy Zúñiga... El alma mater de este proyecto es el músico venezolano Gustavo Guerrero, con el que he grabado en los estudios El Desierto, en México, en directo y sin artificios, como volviendo a los inicios. Con él ha habido e-mails y llamadas eternas para buscar canciones y ver cómo sonaría el disco al final.

Es un disco que remite a las canciones de ida y vuelta entre Andalucía y el Caribe o Sudamérica, ¿no? Algo que ya han hecho Auserón con Juan Perro, el citado Drexler o recientemente El Niño de Elche.

-Por supuesto, hay un tronco común. Esos artistas que citas, además de Raúl Rodríguez -hijo de Martirio-, han sido grandes referencias para realizar este trabajo. La amplitud de ritmos en ese folclore es tan grande que es muy difícil afrontarlo en un solo trabajo. Esas referencias me permitieron crear un mapa de los sonidos latinoamericanos y ver cómo han influido y siguen haciéndolo aquí hoy en día. Es un disco que me ha llevado a mi esencia, a esos sonidos que oía de pequeña.

Aunque parece que actualmente solo existe reguetón.

-Eso es, un estilo que emborrona todo lo demás (risas). Para mí hay más pasión en una ranchera o un danzón, aunque también es cierto que es un sentimiento ligado a la persona, al intérprete. Yo respeto el reguetón, pero creo que la responsabilidad del artista es hacer una obra que no pase de moda. Veremos qué pasa con este nuevo ritmo.

Igual es que nos hemos hecho mayores...

-Yo no, al menos (risas). Los demás...

El disco incluye la canción 'Canto y río'. Es como una declaración de principios suya, como el decidir presentarse como Pasión.

-Pasión me llaman desde que edité mi primer disco. Antes iba a los concursos con mi nombre, Ana María. Una vez elegido, hay que ser consecuente con él y demostrar siempre que tienes esa pasión (risas). Y lo de la canción nueva, con arreglo sencillo y a piano, recuerda a clásicos como La flor de la canela o Del puente a la alameda. Es una chacarera en la que participa Drexler. La letra habla sobre la vida, como un canto de un río al que lleva la corriente y que va moldeando la vida. Y siempre con una sonrisa y una canción en la boca, que es a lo que yo he venido a este mundo.

¿Cómo serán los conciertos de la gira, que visita Bilbao justo tras el concierto de arranque en Barcelona?

-Hemos trabajando duro para amoldar las canciones actuales con temas clásicos de mi repertorio. Y con algunas sorpresas, también. A nivel musical, serán conciertos de los más alegres, honestos y coloristas que he hecho nunca.

¿Qué formato traerá?

-Es un formato de media docena de músicos dirigidos por mi querido escudero Jacob Sureda, mi director musical desde hace quince años y con el que me entiendo muy bien. Estuvo en México conmigo, grabando esos pianos que se oyen en el disco. En el recital habrá guitarra española, mandola, marimba, muchas percusiones, violín... Casi de todo, y los músicos se moverán mucho, intercambiándose instrumentos. Habrá mucha riqueza musical y mucho juego porque se trata de ofrecer en el escenario los diferentes colores del álbum.