Bilbao - Fuera de las aulas, donde los libros de texto sobran para entrar en contacto con la realidad tridimensional, todo son risas y buen humor. Más aún cuando la excursión conlleva conocer a los ídolos musicales que ponen ritmo y melodía al caminar de sus cuerpos desgarbados en plena revolución hormonal. Miles de estudiantes de Euskal Herria tomaron ayer la Azoka de Durango en la primera jornada, conocida como Ikasleen Eguna, para demostrar que el efecto fan está presente y muy vigente también con los músicos -sobre todo- y escritores que hacen de la cultura vasca su modus vivendi. El objetivo de los jóvenes se debatió entre completar los deberes encargados por sus profesores y conseguir el ansiado selfi con su artista predilecto.

“El día de los estudiantes se vende poco y se firma mucho; en cuadernos, carpetas, trozos de papel... en cualquier cosa”, resumía desde su propio estand la cantante Izaro, quien afirmó con rotundidad que sí existe el efecto fan. “Cada vez más, diría”, apostilló. La compositora de Mallabia, que acaba de publicar Limones en Invierno, reconoció que la feria suele ser “muy bonita”, sobre todo cuando los más jóvenes van a hacerles preguntas: desde cuántos discos tiene a preguntas más personales como qué edad tiene o qué álbumes comprará. Izaro pasará toda la Azoka en el estand, a veces acompañada por su hermana y otras por algún amigo. “Aunque sea agotador es muy positivo”, señaló sin perder la sonrisa.

Quien seguro que vivió momentos de estrés fue Pello Reparaz, el exvocalista de Vendetta, que presentó su nuevo proyecto con tintes electrónicos, Zetak. En un extremo del recinto consiguió congregar de forma permanente a un tumulto de adolescentes -chicas en su mayoría- que se turnaban para sacarse la foto de rigor con el cantante navarro. “Hace poco hizo un concierto Iruñea y la gente compró las entradas sin saber dónde iba a ser y consiguió llenar toda la sala”, señaló Ainhoa Elorza, una estudiante donostiarra que esperó pacientemente para comprar un disco. “¿No te vas a sacar una foto con él?”, preguntaron sus amigas, que no daban crédito a su negativa a esperar más colas. Los componentes de En Tol Sarmiento o Gatibu también suscitaron el entusiasmo de la chavalería.

Un clásico de la Azoka que no podía faltar en la 54ª edición es la expectación ante el puesto de Toti Martínez de Lezea. La escritora se manejó con desparpajo entre los más jóvenes, muchos de ellos con el encargo de comprar un libro para sus familiares más cercanos. Sorgin Belarra se despachó solo, sin ninguna dificultad, mientras la novelista alavesa firmaba libros ante la mirada de adoración de algunos niños y otros no tan niños. A poca distancia, en los estands de Erein, uno de los escritores estrella de la literatura juvenil, Jon Arretxe, reconocía que, en su caso, “la primera jornada es especial” porque sus libros “se leen mucho en los institutos”. El novelista basauritarra, que acaba de sacar del horno Mesfidatu hitzez, repuso que es importante “cuidar la cantera”. ¿Le piden muchos autógrafos? “Los escritores no somos futbolistas o actores, pero en menor medida sí”, admitió. ¿Y lo reconocen? “Algunos me suelen reconocer, a otros les suelen chivar los profesores”, indicó con un gesto burlón el autor, quien considera que “Durango es una cita anual indispensable para la cultura vasca”.

En los estands de las editoriales, a muchos editores les tocó ayudar a los estudiantes a completar sus cuestionarios. “Traen preguntas preparadas, algunas suelen ser curiosas”, reveló Itziar Irastorza, editora de Ttartalo. “Una de las más inesperadas ha sido cuál ha sido el mejor año de la Azoka de Durango en cuanto a ventas. Les he respondido que, a mi juicio, 2005 y 2006 fueron años muy buenos”, expuso. Otros interrogantes con los que les ponen en un brete son, por ejemplo, qué autor ha escrito un libro señalado, para lo que solo aportan el título como pista. Entre las cosas que más llaman la atención de Irastorza citó el caso de estudiantes que compran libros infantiles para los pequeños de la casa. “Es muy bonito que se acuerden de los hermanos”, indicó.

Talleres Niños y adolescentes asilvestrados camparon a sus anchas en un recinto ferial en el que no cabía un alfiler, aunque algunos tuvieron la suerte de poder participar en los talleres. En el Areto Nagusia, Carmen Elvira, editora de Pamiela y Kalandraka, impartió dos sesiones sobre cómo realizar un libro. En el taller, dirigido a alumnos a partir de quinto de Primaria hasta el primer ciclo de Secundaria, se realizó un recorrido por toda la historia del libro, desde las cuevas en las que se escribían pictogramas, hasta el digital, tan en boga hoy en día. Además, se detalló cuál es el proceso de producción de un libro. “Remarcamos la figura del editor porque es la persona fundamental en una editorial. Mucha gente no sabe cuál es su función. Cuando se dice qué caros son los libros es porque detrás de ellos hay personas que dedican muchas horas a trabajar”, subrayó Elvira.

Otro de los talleres se desarrolló en Saguganbara, el espacio consagrado a los niños y a las familias. Amaia Elizagoien e Irati Celestino, cuentacuentos que conforman Ameli eta Xirrikituen jostunek, ofrecieron a niños de quinto de Primaria de Durango y Oion un taller “para fomentar la creatividad”. Para ello, repartieron cinco cartas a cada grupo de alumnado para que, inspirándose en ellas, escribieran una historia simple. “Después les aportamos técnicas para que decoren el cuento y lo hagan más atractivo para contarlo”. El objetivo final estaba claro: formar la imaginación de los escritores de mañana.