Ángel Sala: “Siempre hay que mirar a Euskadi en cuestión de cine de género: se hacen cosas muy bien hechas”
ÁNGEL Sala, director del Festival Internacional de cine Fantástico de Sitges, ofrece a este periódico una mirada externa acerca de la industria cinematográfica vasca
donostia - Este año en Sitges han competido Ventajas de viajar en tren, del donostiarra Aritz Moreno, y El hoyo, del bilbaino Galder Gaztelu-Urrutia, que salió vencedora. Además, el también donostiarra Álvaro Vicario logró el premio al Mejor cortometraje con Polter, mientras que otros dos creadores de la capital, Alberto Gastesi y Alex Merino, se hicieron con el Sitges Pitchbox con su proyecto Singular. El director del Festival Internacional de Cine Fantástico de Catalunya, también escritor, guionista y crítico de cine, ofrece para este periódico una mirada externa sobre la industria cinematográfica vasca, además de hacer un repaso por la actualidad del género.
En esta edición de Sitges ha habido una importante presencia de producciones vascas con grandes resultados. ¿Cómo se ve la industria de Euskadi desde fuera?
-El género en Euskadi siempre ha sido una potencia, desde hace años; siempre ha habido grandes autores. Se ha sabido hacer cantera. Ahí está el caso de Paul Urkijo con Errementari, que también compitió en Sitges. Siempre hay que mirar a Euskadi, porque se están haciendo cosas muy bien hechas y se apuesta por un género que en otros lugares del Estado no se apuesta. Que de aquí salgan películas como El hoyo, una apuesta por la ciencia ficción distópica con esa temática tan cerrada y con un director novel que asustaría a otros productores, es un síntoma de cómo funciona la industria del cine aquí. Este año creo que es un punto de inflexión que rompe con la dinámica aburrida de la producción del Estado, que es la que interesa a las grandes televisiones. No lo critico, pero es así.
En esa apuesta por las televisiones, ¿faltan ideas en el género más comercial?
-Salen cosas que están muy bien. En el campo del thriller, por ejemplo, ha habido apuestas muy interesantes apoyadas por las televisiones, pero quizá al fantástico y al terror, muy especialmente, se les sigue viendo equivocadamente como un género de gueto; algo reservado a señores con camisetas raras. En el resto del mundo, el fantástico y el terror están dando unos resultados espectaculares. No digamos nada en Hollywood, que es el espejo al que siempre nos miramos.
En Hollywood son exitosas tanto las ‘mainstream’ como las propuestas de autor.
-Películas de la productora Blumhouse o sagas como The conjuring, en lo más mainstream, están dando resultados espectaculares. También el cine de autor como el que hace Ari Aster -Midsommar- o de Jordan Peele -Déjame salir- están funcionando muy bien en taquilla. El cine de género de terror de Hollywood, en diferentes direcciones, está dando buenos resultados y está teniendo una gran exposición en festivales o en premios de la Academia; algo impensable hace unos años. Mirar con prejuicios al cine de terror en el Estado, que ha sido pionero en el género con películas como REC o El orfanato, es algo de una lección no aprendida.
La Semana de Cine de Terror de Donostia ha convocado un concurso para apoyar cortos. ¿En Catalunya se apoya este tipo de cine?
-Estamos en momento en el que, a nivel de cortometraje, está saliendo mucho autor interesante, pero no se están potenciando, ni por las escuelas ni por los órganos de apoyo al cine, proyectos de género y de terror, precisamente, el lugar en el que se tiene un festival como Sitges, que es uno de los más importantes del mundo en el género fantástico.
Es curioso porque ‘REC’, que usted citaba, salió de Catalunya.
-REC es, posiblemente, uno de los títulos más importantes de terror de las últimas décadas a nivel europeo. Si una película como aquella, que era difícil y arriesgada, salió adelante, no sé por qué no se puede seguir repitiendo ese esquema de otras maneras, estudiando formas o tendencias. Se han dejado a un lado, en favor de un cine más estéril, repetitivo y, entre comillas, importante que, al final, solo tiene repercusión en cuatro revistas especializadas y poco más allá. ¿A lo mejor es necesario hacerlo? No digo que no, pero sin dejar de lado el otro.
El auge del terror suele venir en momentos políticos convulsos.
-El terror siempre ha sido un termómetro de una situación social y política. Grandes películas de este tipo son alegorías de lo que pasaba en ese momento. En los años 30 el terror de la Universal reflejaba la preocupación por la crisis del 29 y lo que pasaba en Europa. Después, todo el efecto del 11-S provocó el resurgimiento del cine de zombies, como una explosión de un miedo global sin nombre y sin explicación, que responde a miedos masivos y reales.
En el Estado no se da ese auge.
-Estamos en un país que tampoco es que sea una balsa de tranquilidad; creo que si está convulso debería salir más cine de terror; pero solo sale comedia. Hay que decir que la comedia, bien hecha, es un exorcismo contra las cosas que pasan. En la época de Franco, las mejores películas eran comedias como las que hacía Berlanga y que parodiaban sorteando la censura la situación de retraso y de incultura, a veces, en el que vivía el pueblo español. De cualquier modo, eso tampoco se da en la comedia contemporánea española o en muy pocos caso.
El género con una mirada autoral están llegando a festivales como el Zinemaldia, Cannes o Venecia.
-Es una situación muy compleja. El cine de terror, sobre todo, está tan disperso que corre el riesgo de una saturación. Tenemos cine muy mainstream, que funciona muy bien a través de repetición de esquemas con sagas, secuelas y reboots. El claro ejemplo es la saga The conjuring. También se da la revisión de clásicos, que también funciona. La vertiente autoral ha salido del festival de Sundance y se ha extendido a Cannes o Venecia. Apuestan por eliminar el susto fácil o el gore y lo cambian por una reflexión más inquietante. Ya he citado a Peele y Aster, Robert Eggers también entraría en este grupo. Lo que ocurre es que corren el riesgo de ensimismarse en su propio método y dejar a un lado la pureza del género.
¿A qué se refiere?
-Temo que tanta autoría acabe ahogando al género. La noche de los muertos vivientes (1968)o Amenaza en la sombra (1973), digan lo que digan, eran películas de autor. Ahora parece que el cine de autor es ese que ve poca gente y del que solo hablan revistas como Chaiers du Cinema o Caiman. No, cine de autor también es una película de Nolan. Esa ensimismación y una excesiva pretenciosidad de la que hablo se da, por ejemplo, en los segundos trabajos de Aster o de Eggers, Midsommar y de The lighthouse, respectivamente. Sus autores se miran mucho a sí mismos en el espejo y hacen peligrar la fluctuación del género. Su opción es buena porque da visibilidad y expansión al terror, pero le quitan naturalidad.
¿Pierden frescura?
-Prefiero películas más imperfectas que surgen de una manera más libre. En la Semana hemos podido ver Color out of space, de Richard Stanley, que está lejos de ser perfecta, pero me parece muy libre y muy pura en su tratamiento del género.
El año que viene cumplirá 20 años como director de Sitges. ¿Cómo ha cambiado el festival en este tiempo?
-Sitges ha tenido un crecimiento exponencial en todo: presupuestos, secciones, espacios, presencias, talento, número de películas? Del Sitges de los años 80, que era estupendo pero de un nivel más local, hemos pasado a un nivel más internacional.
¿Ha cambiado el público?
-También han llegado nuevos públicos. Sin salirse del género en absoluto y jugando con la colateralidad de ciertas temáticas, han descubierto que un festival de terror no es solo sangre y vísceras, sino que es algo más, que se puede ver buen cine y que hay propuestas para todos.
¿Hacia dónde se dirige?
-Debe consolidar todo esto y cambiar lo necesario para estar al día en tendencias. Ya no es como antes, el sector ahora cambia cada mes y, a veces, hay que sacrificar cosas que crees intocables para estar a la altura de lo que hay en el mercado. No soy partidario de crecer más.
Netflix ha tenido presencia en Sitges con ‘El camino’. ¿Cómo valora su presencia en festivales?
-Me parece absolutamente normal. Netflix se está comportando como un nuevo proveedor de contenidos. Trabajamos con ellos como con otros. La única diferencia es que el producto no se va a ver en cines. Por otro lado, había muchas películas que se proyectaban en Sitges, en el Zinemaldia o en Cannes, que no se estrenaban en cines y ni siquiera llegaban al formato doméstico. Había que comprarlas fuera o la gente se las descargaba ilegalmente. Ahora, por lo menos, están disponibles, no solo en Netflix, sino en Amazon Prime, en Apple...
¿Van a convertirse los festivales en la irreductible aldea gala en la que se pueda ver cine en pantalla grande?
-Hay que preservar y potenciar todo lo que se pueda el cine en salas, pero hay que redimensionarlo y saber que no será como antes. Hay que fomentar formas nuevas de disfrutar el cine en salas y hay que educar a la gente a que comprenda que el primer objetivo del cine es que se vea en pantalla grande y en comunidad. Es un nuevo panorama y hay que crear los mapas para ese mundo.