cUANDO se abren las puertas de la ermita Nuestra Señora de Remelluri en Labastida el espectador no puede dejar de sentirse impresionado. En las paredes de este pequeño espacio religioso están colgados siete cuadros con el Santoral que pintó Vicente Ameztoy (Donostia, 1946-Villabona, 2001) por encargo de la familia propietaria de la bodega alavesa del mismo nombre. Ameztoy pasó largas estancias en ese lugar, que condensa una energía muy especial, creando esta obra en los últimos años de su vida, y luchando contra su delicado estado de salud. A pesar de ello, realizó un trabajo minucioso y soberbio, en el que invirtió siete años, desde 1993 al 2000.

Ahí recreó imágenes de San Vicente, San Ginés, San Cristóbal, Santa Sabina, San Esteban y Santa Eulalia. encarnados por él mismo, su hija. amigos y los hijos de los propietarios de la bodega, y una imagen apócrifa del paraíso, que decoran el frontis y las paredes de la ermita de Remelluri. Un legado de arte religioso en diálogo con lo profano y con la fascinación que le provocó el entorno de Remelluri, que se ha convertido en una de las obras fundamentales de su trayectoria.

Familiares, amigos y representantes del mundo de la cultura que tuvieron relación con el artista donostiarra se han dado cita en Nuestra Señora de Remelluri recordándole casi 20 años después de su muerte, para presentar la retrospectiva que a partir del 12 de febrero le dedicará el Museo de Bellas Artes de Bilbao y que incluirá este conjunto pictórico, que por primera vez saldrá de su ubicación para el que fue creado. Antes, en octubre se podrá ver en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. En el encuentro, junto al empresario de Irun Jaime Rodríguez Salís y su mujer Amaia Hernandorena, que compraron la finca de Labastida en 1967, donde hoy se asienta la bodega, se encontraban sus hijos Amaia y Telmo Rodríguez, que aparecen representados por Ameztoy en dos de los cuadros del Santoral. Se acercaron también la viuda del artista, Virginia López Montenegro, y su hija, Virginia Ameztoy, que aparece en otro de los retratos; el consejero de Cultura, Bingen Zupiria, y el viceconsejero Joxean Muñoz, el director de la pinacoteca bilbaina, Miguel Zugaza; el exdirector del museo Javier Viar, junto a la conservadora Miriam Alzuri, que han comisariado la exposición. Estuvieron también amigos como el escritor Bernardo Atxaga; el exdirector del Koldo Mitxelena Frantxis López de Landatxe y los comisarios de exposiciones Fernando Golvano y Alicia Chillida (hija del escultor), entre otros.

paisajes y humor En el santoral se aprecian todas las características de este singular artista, conjugando las facetas surrealista, íntima y de sarcástico humor. Ameztoy abordaba los temas religiosos con una mezcla de provocación y humor, una constante en su obra junto a ese surrealismo edificado a partir de paisajes imposibles y de inquietantes criaturas en constante metamorfosis. “Fue uno de los más grandes creadores que ha tenido la pintura vasca y uno de los personajes más significativos del arte vasco en un momento de transición como el que se dio entre los grandes artistas de posguerra (Chillida y Oteiza) y la generación del final de franquismo y primeras décadas de la democracia”, explicó Javier Viar.

Y sin embargo, fue incomprendido en su tiempo y es poco conocido en el resto del Estado. Su obra “fue mal tratada, debido a su apuesta por la figuración realista, a veces de carácter mágico y, en ocasiones, de tipo surrealista y psicoanalítica, frente a la abstracción que predominó la obra de los artistas vascos que le precedieron. Además, frente a estos artistas vascos, con su peso en la lucha antifranquista, su trabajo fue considerado una frivolidad”. Y sin embargo, Ameztoy siempre estuvo pegado a la realidad y mostró una gran implicación con la sociedad de su tiempo.

La exposición contará en Madrid con 40 obras, incluidos los cuadros de Remelluri, y se ampliará en Bilbao hasta 60. Miriam Alzuri explicó que ha sido concebida como una revisión del trabajo artístico de Vicente Ameztoy de sus últimas tres décadas. La muestra comenzará con las obras de principios de los años 70, cuando Ameztoy, que empezó su carrera con 14 años exponiendo en Donostia, inició una primera fase “muy brillante” como escultor.

La exposición será una ocasión inmejorable para conocer a un artista cuyas obras no están al alcance de todo el mundo. “Hay un Vicente Ameztoy que quedó oculto que está en manos de coleccionistas particulares, y que, con esta exposición, va a salir a la luz”, concluyó Alzuri.