bilbao - Pasó su infancia en una época en la que ser negro era, básicamente, delictivo, en la que el racismo se fundamentaba en la biología. Y, si además se era mujer, el mundo se volvía casi imposible. Por ello, Toni Morrison fue una combatiente a favor de los derechos civiles y comprometida con la lucha contra la discriminación racial. Lo hizo a través de lo mejor que sabía hacer: escribir sobre la vida de la gente de color, en especial de las mujeres, sobre un colectivo torturado por la historia y el poder de clase.

A lo largo de su vida solo publicó once novelas, pero fueron suficientes para que le concedieran en 1993 el Nobel de Literatura. Fue la primera mujer negra en conseguirlo. Su discurso antirracista y feminista al recogerlo consiguió mover conciencias: “El lenguaje nunca puede fotografiar la esclavitud, el genocidio, la guerra. Ni debería lamentarse por la arrogancia de poder hacerlo. Su fuerza, su felicidad radica en lanzarse hacia lo inefable”, aseguró.

Ayer se conocía la triste noticia de su fallecimiento en un hospital de Nueva York a la edad de 88 años. Toni Morrison no era la primera escritora negra de Norteamérica, pero sin duda era la fundadora de una literatura escrita desde y para los negros que, como ella misma, se identificaban como afroamericanos, sin concesiones para los blancos.

Nació en Lorain, en el estado de Ohio, en 1931 con el nombre de Chloe Anthony Wofford, aunque más tarde firmaría sus obras como Toni Morrison, tomando el nombre de su apodo familiar y el apellido de su marido, el arquitecto Harold Morrison, con quien estuvo casada desde 1958 hasta 1964. Se graduó primero en Filología inglesa en la Howard University de Washington y más adelante, tras divorciarse y dejar la enseñanza, llegó a Nueva York.

En la Gran Manzana trabajó como editora de libros de texto y como editora literaria en Random House, y en 1970 publicó su primera novela, Ojos azules, cuando contaba casi cuarenta años. En ella, narraba la historia de una niña negra, Pecola, que quería tener los ojos del color de las muñecas de las niñas blancas.

Continuó con Sula y luego llegaría La canción de Salomon, que le valió el Premio Nacional de la Crítica norteamericana en 1978, cuyo éxito comercial y de crítica le permitió dejar su trabajo en la editorial para dedicarse de lleno a la literatura. Más tarde, publicó Tar baby y Beloved, que le mereció el Pulitzer de ficción en 1988. Cuatro años más tarde publicó Jazz, así como un ensayo en el que defendía a Anita Hill, la joven negra que denunció por acoso sexual al juez Clarence Thomas, y un año después le fue concedido el Premio Nobel de Literatura.

Siendo la octava mujer en obtener ese galardón desde 1901, la Academia sueca destacó la “fuerza visionaria” y el “peso poético” de la obra de Toni Morrison.

La escritora siguió escribiendo libros después del Nobel, también junto a su hijo Slade Morrison, con el que se adentró en la literatura infantil, y exploró otros géneros, como las letras de Four Songs para el compositor André Previn o el libreto de ópera Margaret Garner para Richard Danielpour

‘ángel vengador’ Morrison nunca tuvo problemas a la hora de definir su obra como el fruto de las vivencias de una “mujer negra” norteamericana. “Creo que el rango de emociones y percepciones al que yo tengo acceso como una persona negra y como mujer es mucho más amplio que el de aquellos que no lo son; mi mundo no se ha empequeñecido por ser una mujer negra; al contrario es mucho más amplio”, declaraba la escritora en una entrevista.

Dentro del mundo literario e incluso en algunos ambientes políticos norteamericanos, Toni Morrison estaba considerada como “el ángel vengador” que periódicamente recordaba los horrores de la esclavitud y la segregación racial en Estados Unidos.

Además de su faceta literaria, se distinguió siempre como una importante activista política y fue copresidenta de la Comisión Schomburg para la Conservación de la Cultura negra, y miembro de varios comités internacionales de derechos humanos. Novelista, dramaturga y ensayista, fue también reivindicada por el movimiento feminista como una de las autoras contemporáneas que mejor ha analizado la situación de la mujer en la sociedad actual.

“Sus narrativas e hipnótica prosa han dejado una marca indeleble en nuestra cultura. Sus novelas dominan y demandan nuestra atención. Son trabajos canónicos y, más importante, libros que los lectores siguen amando”, expresó ayer Sonny Mehta, el director la casa editorial Alfred A. Knopf en su cuenta de Twitter al conocer la noticia de su fallecimiento.