EL concepto del viaje es para Lazkano material creativo. Cada uno de ellos va con un pensamiento pictórico, le activa la percepción. El creador vasco, uno de los más interesantes de las últimas décadas, se propuso en 2017 acercarse a lugares en los que no había estado nunca para “ver qué ocurría” porque su “pulso natural” le llevaba a buscar “extremos poderosos”.
Viajó a bordo de un velero de tres palos rumbo al archipiélago de las Svalbard, en el Ártico, junto a una expedición formada por 25 científicos y artistas y se encontró con “un paisaje poderoso que, de alguna forma, me hacía cuestionar tu propia sensación de control, ese punto sutil, extraño pero atractivo de sentirte con una naturaleza que te desborda. Descubrí una naturaleza extrema, glaciares de una escala increíble, el impresionante sonido del hielo cuando se desprende del glaciar...”.
El pintor de Bergara siempre viaja acompañado de sus cuadernos y, en esta ocasión, regresó con un mapa “gastado, arrugado y roto, pero que escondía y atesoraba el viaje en su totalidad. Entre sus pliegues, marcas y anotaciones varias, se encuentran fragmentos de experiencia, depósitos de memoria y recuerdos que no vemos en las fotos, que no entendemos en los relatos. Cuando acaricio suavemente la superficie del mapa rememoro lo vivido, siento arreciar el viento, el escalofrío de una vista sublime fondeados frente al glaciar, mientras se disipaban las nieblas matutinas o el sonido de las focas bajo el agua, a través del casco del barco justo a la hora de dormir”, recuerda el artista.
Lazkano ha querido compartir con el público esa experiencia vital y artística y ha ido más allá. Así ha surgido Artiko, un corto de 15 minutos realizado junto con Josu Venero, con textos y sonido del bertsolari Xabi Paya. “El proyecto de esta película se gestó a partir de una cierta incapacidad de retener o revivir todas aquellas emociones a través de los medios habituales con los que yo suelo trabajar, el dibujo, la pintura, la imagen bidimensional... Me di cuenta de que toda la energía que viví allí no se podía reflejar de esta manera. Necesitaba unas herramientas plásticas diferentes, fundamentalmente , incorporar el concepto del tiempo. El cine se adapta perfectamente a ello”.
‘artiko’ Producida por Signo digital, con la colaboración del Ente Vasco de la Energía, Petronor y Diputación Foral de Bizkaia, el vídeo se presentará la semana que viene en el Museo de Bellas Artes de Bilbao. “En Artiko he querido transmitir esa sorpresa, esa emoción que sentí cuando me enfrenté a ese paisaje inabarcable, a medio camino entre Noruega y el Polo Norte. Cuando estuve ahí hacía todas las fotos y dibujos que podía, pero con esa sensación de angustia de no poder recoger nunca todo. No era suficiente para reflejar esa experiencia, los medios con los que habitualmente trabajo se me quedaban cortos. El mundo audiovisual se presta para ello, permite reflejar cómo se va transformando el paisaje y el propio proceso creativo”.
“Pero además me di cuenta de que tenía que ser un proyecto más colaborativo -confiesa Lazkano- No solo los medios eran insuficientes, incluso yo solo era insuficiente; quería contar con la colaboración de Josu Venero, con quien ya había trabajado en algunas ocasiones. Xabi Paya también ha sido clave en el tema del sonido, el ritmo, la sonoridad... Este corto aúna imagen, sonido, ritmo, el uso del tiempo, un proyecto conjunto con tres visiones integradas a través de una experiencia concreta”.
Señala el artista que “en esta dinámica de diversidad han surgido aspectos muy atractivos, muy interesantes, de alguna forma nos hemos ido complementando. Refleja esa multidisciplinariedad, que una pintura no puede tener”.
Para Jesús Mari Lazkano no es su primera incursión en el mundo audiovisual. En la retrospectiva que le dedicó el Kursaal donostiarra en 2016 presentó dos cortos, uno sobre su propio proceso creativo, y otro que recogía un proyecto que desarrolló en Twitter con imágenes del cielo tomadas los 365 días del año. “Siempre he sentido la necesidad de expandir las herramientas creativas a otros ámbitos, de manera casi íntima. Son proyectos que no tienen carácter de divulgación, a otra escala, como materiales de trabajo a partir de los cuales surgen muchas ideas para mi pintura”, describe Lazkano, cuya carrera como artista ha marchado en paralelo a la actividad docente.
Dice convencido, desde su estudio en Busturia, que en el mundo audiovisual se siente cómodo: “Es una forma de incorporar esa idea de tiempo, que en la pintura es más complicado. Además puedes jugar con desplazamientos espaciales, según como montes las secuencias, puedes hacer que estés en el Ártico, pero en un instante estás en el estudio dibujando. Esos desplazamientos temporales, junto a los espaciales, son muy interesantes para un pintor plástico. En realidad, nuestro mundo es la imagen, da igual que se mueva, que sea un cuadro muy elaborado... Lo importante es la idea, cuál es el motor que te mueve, qué quieres contar y luego, en función de eso, hay lenguajes que te ayudan más o menos a transmitirla. No dejan de ser maneras diferentes de contar un concepto”.
Preocupación medioambiental En Artiko hay también una clara preocupación medioambiental, “porque los artistas no estamos fuera de la sociedad, no somos impermeables, somos parte activa de este debate. Nos preocupa el calentamiento global, el deterioro del planeta... Estas preocupaciones ya se manifestaban en mis anteriores pinturas. Hay una sensación como si la tierra se nos va de las manos- asegura- No podemos mirar el paisaje de la misma manera que los románticos del XVIII y XIX. La naturaleza, empujada por la propia acción humana, deviene ya casi en supernaturaleza. Es como si se estuviera rebelando. Esa naturaleza sublime es la que yo intento reflejar. No busco la belleza en el paisaje, sino que este provoque, con un ligero añadido de surrealismo: las montañas vuelan, los mares se abren en grandes cascadas, o en grandes agujeros sin fondo... Consiguen de alguna forma que seamos capaces de sentir el miedo que la naturaleza puede provocarnos. Es un adelanto del desastre, pero sin renunciar al hecho de que pueden ser espacios posiblemente bellos”.