Donostia - Los espectáculos de Kukai son esencialmente contemporáneos, pero en ellos siguen latiendo las danzas tradicionales vascas. Ese es el distintivo de una compañía que ha vivido un antes y un después de Oskara, montaje que vuelve a presentar en distintos escenarios a la vez que estrena Erritu. A una decena de salas, entre ellas la Salle Garnier Opéra de Montecarlo y los Teatros del Canal de Madrid, llegará Oskara antes de final de año, una obra producida junto a Marcos Murnau y La Veronal que ganó tres premios Max en 2017, cuatro meses antes de que Kukai obtuviera el Premio Nacional de Danza en la modalidad de creación.
Su fundador y alma mater, Jon Maya (Errenteria, 1977) señala que con este espectáculo están “dando el último empujón a muchas puertas” que comenzaron a abrir con Gelajauziak y Topa, lo que ha ayudado a que actualmente la mitad de las representaciones las realicen fuera de Euskadi. Con Erritu, montaje bello e íntimo, presentado ya en Euskadi, fruto de la colaboración con el coreógrafo israelí afincado en Madrid Sharon Fridman, emprenderán en 2019 una gira por teatros estatales.
“Las propuestas que no nacen en grandes ciudades como Madrid o Barcelona siempre cuesta más que lleguen, pero a festivales como los de Tàrrega, Valladolid y Madrid en Danza llevamos más de diez años acudiendo”, indica. Asegura que el esfuerzo económico que hacen es “grandísimo”, que “asentarse de forma regular cuesta más” y que lo han conseguido “a base de hacer trabajos de calidad” y de ser “muy formales”, de “responder en la gestión”.
Han tenido que superar además la “fase de conocimiento”, cuando tenían que aclarar, también en casa, en qué consistía su trabajo. “Muchas veces los directores te preguntaban si éramos el grupo de danzas del pueblo. Ahora no necesitas explicarlo”, dice. El teatro, el cine y el audiovisual han sido parte de sus espectáculos, si bien en sus inicios Kukai estaba más cerca de la danza tradicional. “Pero aunque Oskara, Topa o Erritu sean tanto estéticamente como conceptualmente contemporáneos, la fuente de inspiración siempre tiene que ver con los bailes o la cultura tradicionales, es nuestro ADN”, destaca. “Compañías de danza contemporánea tiene que haber millones, pero en el circuito en el que nos movemos no hay gente que haga creación contemporánea a partir de lo que hacemos nosotros”, precisa.