Valladolid - La azarosa vida del compositor Enrique Granados ha tenido siempre un atractivo especial para el cine, aunque por extraños motivos nunca se ha materializado en forma de biopic al mejor estilo de superproducción norteamericana. La mayor aproximación tal vez sea Goyescas (Benito Perojo, 1942), aunque no tocara el aspecto biográfico.
Nada tiene de extraño, por tanto, que El amor y la muerte haya sido uno de los títulos más esperados de la sección Tiempo de Historia en la 63 Seminci, que se celebra en Valladolid hasta el próximo día 27. La expectación se centraba en la forma en que se ha afrontado el reto.
“Cada película tiene su tratamiento dependiendo de la historia. El amor y la muerte es un documental abierto a otros géneros, porque aquí no solo se habla de música, sino también de amor y muerte, como el título indica: Un amor intensísimo y una muerte terriblemente dramática; épica sería más exacto”, dice su realizadora Arantxa Aguirre, que vuelve a repetir en el festival pucelano.
En la película intervienen historiadores y músicos que analizan la vida y obra del compositor, como la pianista Rosa Torres-Pardo, Premio Nacional de Música 2017; la mezzo-soprano Nancy Fabiola Herrera, el director de orquesta Víctor Pablo Pérez, el musicólogo Andrés Ruiz Tarazona, el coreógrafo José Carlos Martínez, etc. La respuesta de los espectadores no ha podido ser más positiva. “El problema no es hacer una buena película, sino que los demás se enteren”, comenta la realizadora.
Hija de director y actriz Arantxa Aguirre es una mujer con una extraordinaria formación literaria, musical y cinematográfica. Hija del director donostiarra Javier Aguirre -La guerra de los niños (1980), La monja alférez (1986), El polizón del Ulises (1987), etc.- y de la actriz Enriqueta Carballeira, confiesa ser una lectora incansable. “Conocí la música clásica en San Sebastián, cuando pasaba los veranos en la casa de mis abuelos paternos. Mis tías, hermanas de mi padre, me influenciaron mucho porque siempre han sido grandes melómanas. Esa sensación de estar en una casa donde en cada habitación hay una persona tocando un instrumento creo que ha sido muy importante para mí. Empecé a bailar porque sentía la necesidad de interpretar la música con mi cuerpo”.
Estudió ballet en la prestigiosa escuela Mudra de Bruselas y aún tuvo tiempo para doctorarse en Filología Hispánica con una tesina que, publicada con el título Buñuel, lector de Galdós y premiada, es una perita en dulce para cualquier estudioso del cine.
“Todos estos conocimientos han sido imprescindibles en mi carrera cinematográfica. El sentido del ritmo que te proporcionan la música y la danza, por ejemplo, es esencial para montar una película”, añade la realizadora de Hécuba, un sueño de pasión y Dancing Beethoven, dos largometrajes por los que fue nominada a los Goya y que han sido repetidamente premiados.
Granados, una vida apasionante Arantxa Aguirre posee unas extraordinarias dotes para el documental y lo ha demostrado también con Nuria Espert, un amplio repaso a la vida de la gran actriz, y Una rosa para Soler, en torno al P. Antonio Soler, compositor del siglo XVIII que prácticamente vivió toda su vida entre las cuatro paredes de su celda conventual. “Abordé la figura de Granados porque me gustan los desafíos. Su vida no puede ser más cinematográfica. Se desarrolla en un periodo fascinante, entre los siglos XIX y XX. Barcelona era entonces la ciudad de los prodigios. París, otra meta, con los grandes pintores de la época, Rusiñol, Casas, Utrillo y Miralles, que eran amigos suyos. Viaja a Nueva York a principios del siglo XX. Recepción y concierto en la Casa Blanca? Y luego ese final espectacular. Vamos, que todo eran estímulos visuales como para hacer una película muy atractiva”.
Arantxa tiene toda su esperanza puesta en esta película que, de inmediato, inicia su carrera comercial. “Lo importante es que la gente la vea”, apostilla finalmente.
Una ópera como la vida misma La de Enrique Granados (Lleida, 1867 - Canal de la Mancha, 1916) fue una vida dedicada íntegramente a la música. El compositor dio su primer recital en Barcelona con tan solo 23 años tras estudiar piano en París.
Luego llegarían composiciones en forma de música teatral, vocal y de cámara. Sus zarzuelas tuvieron un gran éxito, pero su mayor triunfo lo alcanzó con la serie para piano Goyescas, cuyo estreno en París fue todo un suceso hasta el extremo de que se le concedió la Legión de Honor.
Aquellas piezas se transformaron pronto en una ópera y la capital francesa le ofreció el Teatro de la Ópera de París para su premier. El desarrollo de la Primera Guerra Mundial impidió el acontecimiento, por lo que hubo de trasladarlo al Metropolitan de Nueva York donde se estrenó el 26 de enero de 1916 con tan buena fortuna que el propio presidente de Estados Unidos le pidió un recital privado en la Casa Blanca.
Granados accedió de muy buen grado, aunque ello les supuso a él y a su esposa la pérdida del barco que les traería de vuelta a casa. Embarcaron más tarde en un buque rumbo a Liverpool para tomar allí el Sussex con el que pretendían concluir la ruta de retorno.
Este proyecto quedó truncado cuando el Sussex, al atravesar el Canal de la Mancha, fue torpedeado por un submarino alemán y se hundió. Enrique Granados consiguió subirse a un bote salvavidas. No así su esposa que quedó a merced del agua. El compositor catalán saltó a salvarla, sin conseguirlo. Dice la leyenda que ambos perecieron abrazados, mientras en Nueva York aún se saboreaban las notas de Goyescas y en el Palau de la Música de Barcelona Arthur Rubinstein interpretaba El amor y la muerte ignorando la suerte corrida por su autor.