bilbao - Teresa Campos López (Jaen, 1975) es profesora en la UPV/EHU. Cuando llegó a Euskadi, hace más de quince años, estudió su historia y comenzó a investigar las excavaciones de caseríos.
Muchos caseríos, al dejar de tener la función de autoabastecimiento, han optado por el turismo como modelo de supervivencia.
-Me parece una apuesta segura, si lo entendemos como turismo sostenible que ponga en valor las formas de vida y el patrimonio que tenemos en Euskadi. Me parece perfecto y es una salida realmente interesante. Aunque sigamos viviendo en caseríos, la vida es diferente, y tenemos que seguir evolucionando. Creo que es una forma de mantener la identidad del paisaje, ya que hoy en día es muy difícil vivir de la agricultura o la ganadería si no es de una manera extensiva.
Los caseríos tenían en Euskadi nombre propio, ¿es una ventaja a la hora de llevar a cabo investigaciones?
-Sí, porque también permite realizar la biografía del nombre del edificio. Además, muchas veces las personas que los habitaban eran nombradas en función del título del caserío. Eso, desde un punto de vista simbólico, es muy significativo, porque siempre se vincula a las personas al espacio en el que viven. Por otro lado, en cuanto a la parte documental se refiere, nos ayuda mucho a los investigadores que tengan su propio nombre, ya que facilita la búsqueda en los registros, por ejemplo.
¿Su distribución interior fue la misma en todos los lugares?
-No necesariamente, pero es cierto que todos los caseríos tienden al mismo reparto de espacios. El edificio muta conforme va cambiando la forma de producción, y se adapta a lo que las personas que lo habitan necesitan para poder sobrevivir. - A. Garmendia