lA calle Belleville de París no tenía mucho de especial hasta que Edith Piaf se asomó de entre las piernas de su madre, Annetta Maillard, y soltó un berrido. En plena calle, en el portal número 72, la pequeña puso a prueba sus pulmones y su voz sonó, por primera vez, como un instrumento desafinado. El parto ocurrió en la acera, interrumpiendo la rutina de los que paseaban con las manos en los bolsillos y el cuerpo entumecido, como si fueran muñecos de madera. Fueron pocos los que conocieron esa primera melodía que salió de su garganta, pero fue la antesala de lo que luego terminó por ser su vida: bajo una farola, envuelta en un manto de pobreza y enfermedad, y siempre sometida a la mirada de los otros.
En aquel diciembre de 1915 nació una voz que iba a ser una de las más recordadas de la canción francesa. Del mundo. Exuberante. Profunda. Una r gutural que estiraba como un chicle hasta quedarse sin aliento. Una figura pequeña que le gustaba vestir con telas negras. Cuando llegaba al escenario se deshacía de ese aspecto desvalido que tanto la caracterizaba, para enfundarse prendas que le proporcionaban carácter y energía.
La Môme Piaf, como la llamarían más adelante, creció en ambiente de prostíbulo -fue criada por su abuela paterna que regentaba un burdel- y circos ambulantes, en los que su padre, Louis-Alphonse Gassion, hacía de acróbata circense. A muy temprana edad, empezó a ganar unas monedas cantando en calles y en cafés de la ciudad. Hasta que en uno de esos espectáculos callejeros, un hombre llamado Louis Leplée, propietario del cabaret Gerny’s -uno de los más conocidos-, se paró a escucharla. El gorrión empezó a sobrevolar París.
La obra Edith Piaf. Taxidermia de un gorrión se centra en ese icono de vida excéntrica, pero este texto teatral, escrito por Ozkar Galán con dirección de Fernando Soto, no nació con ánimo de ser una biografía de la diva francesa, “porque para eso ya esta la película que protagonizó Marion Cotillard, La vie en rose”, explica Garbiñe Insausti, actriz que hace de Edith en la obra, que todavía sigue de gira y que recala hoy en el XXVI Festival Don Quijote de París, de la mano de Kulunka Teatro. “Una chica vasca que vaya a hacer de ella... me da mucho respeto ir a la cuna de Piaf”, añade.
Esta función, en palabras de Insausti, muestra a la diva con pinceladas de instantes que recogen su esencia y su energía. “No es una encarnación, ni me visto de negro, ni me pinto las cejas como ella”, aclara. Además, Insausti no viaja sola a París. Encima de las tablas, acompañará a Lola Casamayor, quien encarna a Camile Schultz, una periodista especializada en fotografiar animales.
En esta obra, la reportera recibe el encargo de entrevistar en su camerino a la diva que todos querrían entrevistar; todas menos ella, que muestra su escepticismo hacia la cantante. “Es el encuentro ficticio de dos mujeres con mucho carácter. Por un lado, está Edith Piaf, la diva de la canción, y al frente está otra mujer, periodista, que no tiene ningún interés en la intérprete. Sin embargo, está obligada a hacerla y así, salvar la editorial para la que trabaja”, relata la actriz vasca. De este modo, esta representación “es un viaje de cómo estas dos mujeres, que desde el minuto uno están enfrentadas y ninguna se amedrenta ante la otra, se van deshaciendo poco a poco de sus corazas y de sus prejuicios hacia la otra y se van encontrando”.
Las máscaras están presentes, aunque ninguna de las dos las lleva en su rostro. El constructo del mito las envuelve, las acomoda; a veces la fama las adormece en una cuna mecida con cariño y admiración, otras, sienten que están sobre una cama llena de pinchos. Muchas estrellas han conocido el cielo y el infierno en una misma faceta. Esta obra intenta destruir esas máscaras que no dejan ver a la persona que hay detrás. “Esa es una reflexión que abordamos. Cada uno llevamos no solo una, sino varias máscaras en nuestra vida. En el contexto en el que estamos, por pura supervivencia portamos máscaras, a veces finas, otras veces gruesas. Ojalá nos pudiésemos deshacer de eso e intentar ser cada uno lo que somos”, explica y apostilla al mismo tiempo que “como público tenemos mucha parte de responsabilidad de hacer los mitos y también de deshacerlos. A veces, somos destructores”. Según Insausti, esta obra trata sobre Piaf pero podría haber sido sobre Billie Holiday o Elvis Presley, “figuras que aunque han brillado mucho sobre el escenario, han sufrido verdaderos infiernos en sus vidas”.
En Taxidermia de un gorrión, la actriz interpretará algunas canciones de la diva francesa. “No intento imitar su timbre, sino la energía al cantar, recogiendo a veces pequeños detalles a nivel gestual”, aclara y explica a su vez que los temas musicales que aparecen durante la obra “están al servicio de la historia, los utilizamos para contar lo que no pueden contar las palabras, de manera que todos están teñidos de la emoción del momento, al margen de cómo los cantaría ella en un concierto”.
fascinación desde pequeña A los quince años Garbiñe Insausti empezó a fascinarse con las canciones de Edith Piaf. Se las aprendía de memoria y las cantaba. “Ello me llevó a explorar también su biografía, a conocer los hechos que marcaron su vida y a fascinarme aún más con esa mujer de pequeñas dimensiones que escondía a la vez una fuerza y una fragilidad poco usuales”. Para la actriz vasca, Piaf era una mujer extraordinaria, “que eclipsaba a toda la audiencia desde el escenario”. En esta misma página encontró a la actriz con la que comparte escenario, Lola Casamayor, quien también profesa una gran admiración por Piaf y según cuenta, enseguida se involucró en este proyecto. “La vi actuar en el Centro Dramático Nacional y sin conocerla personalmente me puse en contacto con ella y lo hablamos”, relata. Asimismo, Insausti manifestó que “es un honor” trabajar con la madrileña, “porque es una vetarana actriz que lleva más de 40 años sobre las tablas”.
La actriz vasca es una de las fundadoras de la compañía Kulunka Teatro. Aunque su especialidad sea el teatro de máscaras, antes había trabajo el teatro de texto. “De hecho fue este el recorrido que yo elegí en la escuela”, especifica. De todas formas, tras cinco años haciendo teatro de máscaras, cuenta que “tenía ganas de este proyecto, de quitarme la máscara y afrontar esto”.
“un lado más oscuro” Nunca habían estado en París. La compañía cuenta con otros espectáculos, dos propuestas de teatro de máscara como André y Dorine, y Solitudes, que les había permitido viajar a lo largo de los últimos siete años. París nunca fue un destino a pesar de haber pisado 27 países “muy distintos”: “Hemos estado en China 14 veces, en EE.UU. cuatro, en Rusia, gran parte de Sudamérica, Turquía...”. Por ello, Insausti comenta que van “con mucha alegría” y con “cierto pudor” de abordar este personaje en el mismo París.
“Aparte del respeto que me da presentarles un mito que conocen, confío en que lo van a recibir bien y les va a gustar ver otra mirada, una que conocen menos. Hasta ahora siempre se ha abordado el mito desde su biografía y esto aporta otra mirada, un lado más oscuro, menos conocido”, expresa convincente.
No tiene miedo de la reacción del público al ver un icono parisino interpretado por una vasca, ya que según apunta, “la ha visto gente francesa durante la temporada en Madrid -estuvieron en el Teatro Español durante un mes-, también funcionó en el Instituto francés de Madrid, así que confiamos en que funcione igualmente bien y que sea una bonita experiencia. Esperamos que sea emocionante”, concluye.