barcelona - Cristina López Barrio Madrid (1970) es abogada, especialista en Propiedad Intelectual, pero desde 2010, año de su debut con La casa de los amores imposibles, su vida es la literatura. En Niebla en Tánger, la novela con la que ha quedado finalista en el Premio Planeta, relata la vida de una mujer que vive con tedio su matrimonio. Flora Gascón amanece desnuda junto a un hombre en la habitación de un hotel del que solo le quedará un “dato”, un libro que éste se deja en la habitación. En la novela que encuentra Gascón se relata la historia de Paul Dingel, desaparecido en diciembre de 1941 en el puerto de Tánger.

“La novela es un viaje de la protagonista en busca de la autora del libro que ha encontrado, que se titula Niebla en Tánger, y del misterio de su amante de una noche, como antídoto a una vida monótona junto a un marido con el que solo hay fronteras”, describe la escritora.

López Barrio precisa que se trata de una novela circular, en la que se cierra una búsqueda dentro de otra novela y a la vez un viaje al fondo de ella misma. Ese juego de la novela dentro de la novela, suma lo que propone Oscar Wilde en La decadencia de la mentira, es decir, “la creación literaria como generadora de vida propia”, así como la tragedia griega, de la que se declara amante devota.

Niebla en Tánger es un viaje pero también “un misterio detectivesco”, narrado en unas 250 páginas, que cuando aparezcan en forma de libro - el 9 de noviembre- le gustaría que estuviera ilustrado con alguna de las muchas fotografías de mujeres bereberes que ha visto.

A Cristina López Barrio le ha gustado abandonar “las sombras” de los siglos anteriores y ha decidido contar la historia en tercera persona cuando es Flora la protagonista y en primera cuando es el relato de la novela que se encuentra. En ella, ha hecho un ejercicio de metaliteratura y “la alimaña” que acecha en la idea de que un personaje encuentre la explicación de lo que le ocurre en una novela la devoró “como un fuego” durante el proceso de creación, cerca de un año. “No me soltó hasta que no la escribí”, confiesa.- M. Redondo