bilbao - A pesar de la incomodidad de la inicial y pertinaz lluvia, alrededor de 4.000 personas disfrutaron anoche de una clase magistral de jazz, r&b y soul, coronada por clásicos como Gloria o Moondance, a cargo de Van Morrison. El irlandés fue el cabeza de cartel de la primera jornada del II BBK Music Legends Fest, que se celebra en La Ola, en Sondika. El británico Georgie Fame compitió en elegancia y sentimiento con el irlandés, a quien acompañó en tres canciones.

A sus 71 años y ya un mito, estatus que le abrirá hoy las puertas del Primavera Sound de Barcelona, escenario de la música más alternativa, Morrison convirtió ayer Sondika en una sucursal de esa Caledonia misteriosa de tierra verde y cielo lluvioso que le impulsa creativamente.

En punto, a las 20.30 horas, acompañado por el pertinaz manto de agua que fluía de un cielo inmisericorde y ante un público maduro y resguardado bajo las carpas y con chubasqueros, salió a escena el irlandés en un escenario distinto al habitual: al aire libre y sin asientos. Trajeado y con sombrero, lució su voz septuagenaria de tenor (viva y palpitante) al son de It’ s to late y la alternó durante casi hora y media con el saxo, la armónica y la pandereta.

Como siempre, se mostró alejado de gestos populistas, y el público tuvo que atenerse a las reglas propias que impone (y celebramos) este irlandés de carácter avinagrado y distante. Anoche menos, feliz de compartir tres canciones (deslumbrante The new symphony Sid) junto a su viejo amigo y colaborador Georgie Fame, que lo bordó una hora antes desde su Hammond. A Van solo le interesa... la MÚSICA. Con mayúsculas, sí. Y sabio, con el fruto de la experiencia como colchón, no necesitó de efectistas pantallas de vídeo, ni un escenario de estadio con rampas y varios niveles, ni trucos luminotécnicos, proyecciones o explosiones efectistas.

Su pirotecnia fue, nuevamente, emocional y espiritual. Y su música volvió a resultar sanadora, provocando el movimiento en los pasajes con más swing, como en la remozada Have I told you lately, y meciéndonos y haciéndonos volar con esa espiritualidad que aportaron baladas soul como Carrying a torch, impregnadas de vida y cotidianeidad pero, al mismo tiempo, con la luz que ofrecen refugios como el amor y esa esencia interior donde “todo comienza”.

El guitarrista Dave Keary y el teclista (y trompetista) Paul Moran lideraron el sexteto de músicos precisos y curtidos en escenarios de toda condición que secundó al León de Belfast. Se mostraron siempre dispuestos a dejarse la vida en cada solo y las dos vocalistas en sus coberturas vocales, mientras Van nos regaló un repertorio que sobrevoló medio siglo de música, de los inicios cuando vivía en Cypres Avenue al nuevo milenio, con alguna parada en canciones más oscuras (emocionante Vanlose stairway) y homenajes expresos a Them, cuando él tenía acné, con Baby please don’ t go.

pasión ¿Qué más cantó? ¿Realmente importa o sus caprichosas elecciones tomadas sobre el escenario son solo detalles? ¿Y qué hay de los géneros? Dio igual. Volvió a confirmar que se los conoce y domina (casi) todos. Del jazz y swing del que dotó a Brown eyed girl y a Moondance al gospel de Whenever God shines his light, pasando por baladones como In the midnight y Someone like you, y sones bailables irrefutables como Days like this o Wild night.

Solo sobrevoló su último disco, Keep me singing. Eso sí, su título no engaña. Él se mantendrá ahí, arriba, a su aire, cantando y tocando, en una gira interminable como la de Dylan, hasta que su corazón deje de latir. Porque, aunque dice seguir de gira porque necesita la pasta, la música es su vida y su pasión. A ella se entregó, con los ojos entrecerrados y rayando el misticismo, cuando dijo agur con Gloria, que más que cantar interpretó. Van sigue siendo The Man. Alguien capaz de reinar bajo una lluvia que se batió en retirada ante tanta magia.