DONOSTIA. No dirigió muchos títulos, apenas media docena y casi todos en colaboración con otros autores. Sin embargo, su obra, en especial el documental Ama Lur (1968) firmado junto a Nestor Basterretxea, es una “referencia ineludible para entender en toda su dimensión el cine vasco contemporáneo”. “Su importancia hay que medirla cualitativa y no cuantitativamente”, señaló ayer Joxean Fernández, director de Filmoteca Vasca, que acaba de dedicarle un libro a modo de “homenaje”. En él, bajo el título Desde la frontera: el cine de Fernando Larruquert, Carlos Roldán y Juanmi Gutiérrez trazan un retrato íntimo, apasionado y desencantado del cineasta, fotógrafo y montador.
Larruquert (Irun, 1934-2016), que dedicó su obra cinematográfica a informar al pueblo vasco de una realidad escamoteada por el franquismo, no ha podido ver finalizada esta publicación por unos pocos meses. El libro se presentará hoy a las 19.00 horas en Tabakalera, donde también se proyectarán dos de sus obras menos difundidas: el cortometraje Alquézar, retablo de pasión (1966), filmado en colaboración con Basterretxea, y el documental etnográfico Euskal Herri-Musika, realizado en solitario.
Entrevista El libro incluye una amplísima entrevista con el irundarra en la que este repasa toda su vida. Comienza por su infancia en el caserío Urdaine, que marcaría en el futuro su “tempo” o “manera vasca” de narrar, y continúa por su exitoso paso por la Coral Irunesa de Cámara. También se refleja el encuentro con su maestro y amigo Jorge Oteiza, quien le animó a entrar en el cine, medio en el que también dirigió Operación H (1963), Pelotari (1964) y Agur, Everest-Namasté, Chamo Longmu (1981).
La entrevista, a la que al principio Larruquert se resistió, se realizó en el pequeño despacho que Larruquert tenía en Lamia, negocio que abrió en los años 80 junto a sus hijos tras abandonar el cine para ser “fotógrafo de pueblo”. Según recordó Gutiérrez, fueron horas y horas de conversaciones en las que fueron recogiendo varias impresiones: profundamente “enamorado” del pueblo vasco, Larru era “apasionado en todo lo que hacía”, tenía en sus gestos un acercamiento “casi carnal a los sentimientos” y la “heterodoxia” guiaba sus pasos con respecto a las normas establecidas.
Mención aparte merecen los pasajes que relatan su alejamiento del Séptimo Arte debido a dificultades financieras y a su perfeccionismo extremo. En el prólogo, Montxo Armendáriz, uno de los muchos discípulos que todavía hoy se sienten en deuda con Larruquert, recuerda cómo en 1975 vieron juntos Dersu Uzala en Pamplona, y al salir del cine, “sobrecogidos” ante la grandeza del filme de Kurosawa, Fernando dijo a su colega: “¿Para qué seguir haciendo cine si nunca llegaremos a hacer algo como esto?” Según apuntó Joxean Fernández, cuya introducción al libro se titula Larru: entre la emoción y el desencanto, esa anécdota demuestra cuán “exigente” era consigo mismo.
“Su afán perfeccionista era casi autodestructivo”, juzgó Carlos Roldán, que también vinculó el “proceso largo y lento de desencanto” al modo en que las críticas influyeron en Larruquert. “Decía: ‘Algo me ha pasado en el cine, se me ha bajado el telón’. Pensaba que el pueblo vasco no había entendido sus películas”, añadió el investigador: “Cuando le conocí en los años 90 charlábamos bastante sobre películas, todo lo contrario que en los últimos años. El cine estaba muerto para él, no quería saber nada”.
Textos Los autores “negociaron” y “convencieron” al guipuzcoano de publicar una serie de textos escritos por él para sus familiares y amigos. “Continuamente anotaba sus impresiones y evocaba momentos de su vida y obra”, relataron Roldán y Gutiérrez, que han rescatado notas en primera persona acerca de sus giras con la Coral Irunesa, sobre la visita a la cueva de Altxerri, la arriesgada aventura del Everest y algunos proyectos frustrados parta los que no logró financiación, entre otros, un corto con niños con síndrome de Down, varios retratos de artistas vascos, documentales que iban a plasmar una semana de convivencia con Picasso, Miró y Tàpies o una serie sobre distintos aspectos de la cultura vasca.
Antes del apartado dedicado a la filmografía y a la bibliografía, Desde la frontera: el cine de Fernando Larruquert incluye varios anexos: una crítica de Oteiza sobre Euskal Herri-Musika, una carta manuscrita de Pío Baroja con comentarios acerca de Agur, Everest y los extractos del diario de Ángel Lerma en el Himalaya. También hay varias fotos suyas y abundante material gráfico captado en los rodajes de Larruquert, así como un importante testimonio del maravilloso trabajo realizado al frente del estudio Lamia. “El libro es un espectáculo visual”, concluyó Roldán.