BILBAO. El ciclo Izar & Star y el festival Loraldia presentan hoy en el Teatro Campos Elíseos, a las 19.00 horas, a Aitor Amezaga y la orquesta de la Escuela de Música de Donostia en la traslación sinfónica de canciones de Oskorri, Lertxundi, Her-tzainak, Sorotan Bele, Lete, Laboa, Urko o Gorka Knörr que el vizcaino incluyó en el disco Barruan (Agorila). “Es muy agradable y emotivo escuchar canciones tan bonitas”, señala Amezaga.

La preparación de este concierto viene facilitada por ‘Barruan’, ¿no es cierto?

-Claro, ese trabajo previo lo facilitó, pero trabajaré con una orquesta diferente. El disco se grabó con la de Bratislava, que está formada por profesionales de alto nivel y tienen una gran infraestructura aunque es barato grabar con ellos. Les llevé las partituras y solo controlé cómo quería que tocaran. En este caso, también tocaré. Me apetece y no se podía contratar a más músicos que a los 50 de la orquesta donostiarra. Así que toco el piano en casi todos los temas y la guitarra y bajo eléctrico en otros.

¿El repertorio coincidirá con el del disco?

-Será el mismo y en el mismo orden. La sorpresa llegará en el bis. El repertorio de Barruan me encanta, aunque es cierto que podría haber elegido otras canciones y tuve que hacer una selección. Las firman autores con los que he trabajado en discos o directos y son parte importante de mi vida.

¿Alguna preferida?

-Eso es muy difícil de contestar. Algunas me gustan por una razón; otras por otra. Son como los hijos y cada una tiene su razón de ser. Por ejemplo, con Sorotan Bele trabajé mucho y les hice su primera maqueta. Eran alumnos míos en Lezo.

Creo que interpretará también ‘Frío sol de invierno’.

-Esa era la sorpresa. Es un tema mío para la película homónima. Trabajé en ella, como para la televisión, en base a las imágenes y a lo que pidió el director, que suelen hacerlo de forma abstracta. El trabajo de músico, arreglista, compositor e intérprete es lo que tiene, que te obliga a trabajar de todo. A mí lo que más me gusta es la composición aunque ahora trabajo mucho como intérprete con un grupo de jazz Trad/Fusion Band. Es una mezcla de música vasca antigua con jazz y rock, y estoy encantado.

Como con ‘Frío de sol de invierno’, sentirá su música más propia, ¿no?

-Sí. En Barruan hay mucha influencia del compositor y cantante, que imponen acordes y melodías, aunque yo uso puentes para unir las partes. Prefiero el trabajo como compositor al de arreglista porque cuando creo algo soy ambas cosas. Ahí me mando a mí mismo, soy mi propio jefe. La labor del arreglista está poco considerada.

Tocará con la Donostiako Musika Eskola Orkestra. ¿Cómo suena? ¿Han ensayado mucho?

-Es difícil encontrar una orquesta sinfónica que no sea profesional. Están las de Escuela de Música y como trabajo en la de Donostia, lo haremos juntos. La calidad no va a ser tanta como la de Bratislava, la BOS o la Orquesta de Euskadi, pero tendrá el encanto de las ganas y la juventud. Hemos ensayado mucho, unos veinte días, y yo haría otros tantos porque soy muy maniático. Se llega al mismo nivel pero con trabajo y más trabajo.

¿Es una actuación para el aficionado al folk y rock o al de la clásica?

-Le gustará al que le guste la buena música. Habrá bajo eléctrico y batería, además de la orquesta y la txalaparta, por ejemplo.

Por su experiencia, ¿cualquier tipo de música funciona con arreglos sinfónicos?

-No, hay canciones que se dejan y lo sabes al oírlas; y otras no. Pasa con los niños también, ves su carácter y sabes qué instrumento deben estudiar.

¿Se acerca uno de forma diferente a trabajar con grupos como La Polla o Extremoduro que con Lertxundi o Mocedades?

-A ver? en el caso del último disco de Gorka Knörr, por ejemplo, tuve que hacerle todos los arreglos y es un trabajo muy laborioso. Al trabajar con los grupos de rock y punk, llegas al estudio y suelen pedir un piano rockero. Lo normal es que les encante desde el principio.

Podría contar múltiples anécdotas de sus más de 80 colaboraciones.

-¡Y tanto! Los de La Polla Records me hablaban todos a la vez desde la cabina cuando yo tocaba el piano. Me quitaba los auriculares y hacía caso a Evaristo, que era el que lo tenía claro. A Tijuana in Blue les grababa las percusiones, a Eskorbuto los teclados... Era diferente trabajar con gente de la escena radical, pero eran muy majos.

¿Recuerda su colaboración más difícil?

-Un disco de Egan con versiones de Queen. Les tuve que hacer todos los teclados y contraté a un guitarrista y al cantante actual de Mocedades y luego llegaba Xabier Saldias y metía su voz. Recuerdo también algunos vídeos en los que había gente bailando y le tenía que poner música. Y sincronizarlo todo, a veces en una noche. Y algún trabajo con Argiñano.

Acaba de visitar el Arriaga el pianista James Rhodes, que aboga por la popularización de la música clásica y por arrebatársela a las élites. ¿Deben derribarse todas las barreras?

-Se van a derribar por naturaleza. ¿Entre estilos? Ahora se ven rockeros en conciertos de clásica y está el violinista Ara Malikian con esos pelos? Lo importante es comunicar y hacer sentir.