LA casa de Bernarda Alba fue la última obra de teatro que Federico García Lorca dejó terminada, aunque no llegaría a verla representada. Pero él jamás se cansó de darle vida. El músico Alfredo Salazar también fue testigo de sus lecturas: “Federico leía su obra a todos sus amigos dos o tres veces cada día. Cada uno de los que llegaban y le rogaban que le leyese el nuevo drama, lo escuchaba de sus labios en acentos que no hubiese superado el mejor trágico”.

En la madrugada del 19 de agosto de 1936 el poeta granadino fue fusilado junto a un olivo en la carretera que une las localidades de Víznar y Alfacar. Fue el comienzo de una historia plagada de silencio, un tiempo de fosas cerradas sobre las que se dejaban piedras, desmemoria y vergüenza. Este año, Federico García Lorca estará muy presente en Pabellón 6. A partir de hoy, se pondrá en escena el clásico lorquiano, “un viaje al pasado inmediato, apenas cuatro generaciones, para entender que las raíces de la desigualdad y la violencia contra la mujer se nutren con la irracionalidad de los modelos culturales heredados”, explica Itziar Lazkano, que dirige esta versión de La casa de Bernarda Alba. Y en primavera, la Compañía Joven de Pabellón 6 presentará Los aborígenes. Lorca-Dalí-Buñuel, un collage de la obra dramática y poética del dramaturgo granadino.

La nueva versión de La casa de Bernarda Alba cuenta con un grupo de mujeres, profesionales del teatro, que lanzan desde la escena un grito de rebeldía, llevando a la mente de las y los espectadores una re-visitación al magnífico texto de Lorca. “De todos es conocida la frase que culmina este clásico. Tras la muerte de su hija, la gran matriarca impone la solución idiota de siempre: “¡Silencio, silencio he dicho! ¡Silencio!”?. Nosotras nos negamos a ello”, explica Itziar Lazkano.

A Lazkano, le acompañan en esta nueva aventura teatral Olatz Ganboa, Vene Herrero, Idoia Merodio, Nagore Navarro, Leire Orbe, Carmen Pardo, Aiora Sedano y Yannick Vergara.

alma femenina El propio Lorca explicaba su idea de la representación: “Tengo un concepto del teatro en cierta forma personal y resistente. El teatro es la poesía que se levanta del libro y se hace humana. Y, al hacerse, habla y grita, llora y se desespera. El teatro necesita que los personajes que aparezcan en la escena lleven un traje de poesía y al mismo tiempo que se les vean los huesos, la sangre. Han de ser tan humanos, tan horrorosamente trágicos y ligados a la vida y al día con una fuerza tal, que muestren sus traiciones, que se precien sus olores y que salga a los labios toda la valentía de sus palabras llenas de amor o de ascos”.

“Vamos a ser muy fieles al texto y a la propuesta de Federico. Hemos seguido las instrucciones de Lorca. La obra está tan bien armada desde el conflicto, pasando por el nudo, al desenlace... que no es necesario cambiar nada. No va a haber grandes despliegues escenográficos, no va a ser ninguna propuesta vanguardista... No lo necesita. Tan solo hemos construido en el escenario unos muros que darán la sensación del encerramiento y aislamiento en el que viven las mujeres de la casa de Bernarda, una fortaleza de odio y represión”, explica la veterana actriz.

Lazkano, una de las fundadoras del grupo Karraka, está encantada con la propuesta de Lorca. “Federico conocía como nadie el alma femenina. Pocos autores han logrado representar de manera simbólica el sufrimiento de las mujeres de su época como lo hizo el poeta. Escuchaba mucho en los fogones de su casa, estaba siempre rodeado de mujeres y de marginados de la sociedad. Esa es su fuerza, le mataron porque quisieron callarle, pero consiguieron precisamente lo contrario”, explica Lazkano, que acaba de volver de Canarias, donde le llevó la gira de su última obra, El florido pensil. “Es casualidad, pero también es otra obra donde las mujeres son protagonistas y donde se reivindican los derechos femeninos. En este drama de Lorca, se puede entender las raíces de la desigualdad de la mujer, son modelos culturales heredados”.

Hasta el día 29, los espectadores tienen una cita en Pabellón 6 con Bernarda, una madre autoritaria, dictatorial, cruel, miserable, que impone a sus hijas el luto y el encierro atroz que durará ocho años. Su hija mayor, Angustias, será quien herede, mientras planea casarse con Pepe, que desatará los celos y los pasiones en la casa. Porque en realidad con quien mantiene relaciones íntimas es con Adela, la hija menor, y la que menos soporta ese vivir tiranizado...

Todo un clásico indiscutible, que ochenta años después de ser escrita, todavía resulta impactante.