El informalismo de Susana Talayero llega al Bellas Artes
'Crónica inquieta' recorre treinta años de trabajo a través de tres espacios
Bilbao - Un ejercicio de traslación entre el espacio íntimo del estudio y la sala pública de exposiciones. Ese el punto de partida sobre el que la artista Susana Talayero (Bilbao, 1961) ha configurado la muestra que alberga, desde ayer, la sala 33 del Museo de Bellas Artes de Bilbao.
La principal materia que reina en este espacio expositivo es el tiempo, trazando un recorrido a través de tres décadas de trayectoria artística, desde finales de los 80 hasta la actualidad. El inicio de este viaje temporal que plantea Crónica Inquieta (1987-2016) comienza con una joven artista que cursó sus estudios de Bellas Artes en la Universidad del País Vasco y se trasladó a vivir a Roma.
Esta nueva andadura que comenzó en la ciudad italiana marcó el “inicio vital y laboral” de una carrera que perdura hasta nuestros días y que el comisario Aimar Arriola ha estructurado en tres espacios diferenciados pero, a su vez, relacionados entre sí: Roma, Jardín y Cabezonas.
El primero de ellos, como su propio nombre sugiere, se centra en la etapa en la que la artista vivió en Italia, fechada entre 1987 y 1995. De estos años destaca su “informalismo”, plasmado, según Arriola, de una manera especial en la estructura Mesa-Roma, construida expresamente para ser expuesta en el museo. Se trata de una mesa de larga extensión sobre la que reposan trabajos de aquellos primeros años, como pequeñas esculturas producidas a partir de restos de láminas de caucho, fotografías en blanco y negro o pequeños acetatos de pigmentación azul llamados microfichas. Todos ellos son materiales de desecho, “los restos de los restos” como se refiere a ellos Talayero, y que utiliza en numerosas ocasiones como materia prima.
A su lado destacan las “inquietantes” miradas que desafían al espectador en Los motivos de una mirada sentimentalmente femenina (1993), una de las tres obras que ya formaban parte de la colección del museo y han sido incluidas en la muestra, junto a La rosa de nada (2003) y el óleo Retrato bulboso (2013).
JARDÍN ACUMULATIVO Al fondo de la sala se sitúa la imponente instalación Jardín, el punto central de la segunda etapa que transcurre entre los años 1999 y 2009. En esta explosión de color, los dibujos y pinturas reivindican su lugar y se extienden por la pared y el suelo, otorgando un lugar principal a las formas orgánicas, en este caso las flores. “Jardín simboliza un posicionamiento casi filosófico en el que, frente a las posiciones más clásicas que pueden representar los árboles, las flores apelan a las posiciones múltiples desde las que Susana ve el mundo”, explica Arriola.
La tercera parada de este recorrido temporal es la serie de retratos sobre papel poliéster titulada Cabezonas, que presenta varias obras realizadas desde 2006 hasta 2014. En ellas, la artista rompe con la división entre el dibujo y la pintura y desarrolla su idea de “la deconstrucción del rostro humano” e incluso de la propia identidad. “Son figuras bizarras que siempre tienden a salir de ellas mismas y conectar unas con otras”, resume Talayero, quien juega con la doble acepción del término cabezona. Por una parte, responde a las grandes dimensiones que poseen las cabezas de las protagonistas de los retratos y, por otra, apela “al trabajo persistente” que debe llevar a cabo la artista.
Y, de esta manera, son estos retratos los que cosen el fin de la muestra con su inicio, desarrollando la idea que comparte la autora del tiempo como “algo cíclico”, en el que se conectan el inicio y el fin de esta Crónica Inquieta que podrá ser visitada en el museo bilbaino hasta el próximo 6 de junio. Su director, Javier Viar, destacó en el acto de presentación que se trata de una muestra con una iconografía “muy sofisticada e imaginativa” y alabó la versatilidad y la originalidad del montaje.
“Ha sido todo un reto situarme al inicio de estos treinta años y reactivar el trabajo que hice en otras épocas. Mi idea principal era ocupar la sala, hacer que el espacio esté vivo y que de alguna manera hable, interpele y transmita la energía inquieta que surge de los movimientos de experimentación que se dan en el estudio”, concluyó la artista bilbaina.