YA en su primer concierto en el Kafe Antzokia se advirtió que Belako irradiaba algo especial. No se han cumplido ni tres años desde aquel marzo de 2013 y el cuarteto de Mungia se ha asentado como una de las bandas con más futuro de la música alternativa estatal. Con su segundo disco, Hamen (Mushroom Pillow), que se edita el viernes 22 y verá la luz también en Estados Unidos, llega la hora de la verdad. Fieles a sí mismos, suena ecléctico, dada su necesidad “por abarcarlo todo”.

Inicialmente previsto para finales de 2015, el lanzamiento del segundo CD de Belako se ha retrasado para coordinar su presentación en México y Estados Unidos, donde también se publicará, explican desde el sello Mushroom Pillow, que defiende que es “el disco más esperado del momento”. Si se acota al ámbito estatal, no exageran demasiado porque la relevancia del cuarteto no ha hecho sino crecer en los dos últimos años.

Belako, nombre que alude al barrio de Mungia reconvertido en polígono industrial del que proceden, está formado por los hermanos Josu (guitarra, teclados, bajo y voz) y Lore Billelabeitia (bajo y teclados), junto a Lander Zalakain (batería) y Cris Lizarraga (voz principal y teclados). El germen surgió en mayo de 2011, fruto de la pasión musical que compartían Josu y Cris en la facultad de Bellas Artes de la UPV-EHU. Después apareció Lander y, finalmente, se optó por completar la formación con la benjamina Lore, cuya imagen y pelo atraen todas las miradas en escena.

Eurie, su debut, llegó en 2013 pero ya desde meses antes todo el mundo en la escena vizcaina hablaba de ellos y sus posibilidades. Sus canciones confirmaron las expectativas y su afán por romper moldes y abrazar el eclecticismo, alimentándose lo mismo del rock que del after-punk, el pop y la electrónica. “Nunca nos ha gustado estancarnos en un estilo en concreto. Escuchamos muchos estilos musicales diferentes y tenemos ganas, incluso necesidad, de abarcarlo todo en nuestras canciones”, explicaron a DEIA.

Sea of confusion, Eurie o Southern sea (Beautiful world) generaron pasiones en el corazón de los indies vascos y, poco después, estatales, haciendo que el cuarteto se convirtiera, en apenas dos años, en uno de los más seguidos por el público, especialmente en directo. Su paso por festivales, incluido el BBK Live donde reventaron la carpa y se confirmó su consolidación y madurez en presencia y sonido, y dos EPs posteriores ya auto-producidos (AAAA!!! y Bele beltzak baino ez), hacen que el segundo disco de Belako sea uno de los más esperados de 2016.

mezcla La banda, que logró el premio Ojo Crítico de RNE de Música Moderna por su “mezcla de estéticas musicales diferentes y demostrar la vitalidad del rock” estatal, juega con la grafía de “hemen” (aquí, en euskera) y “amén” para titular su nuevo trabajo, el siempre “difícil” segundo disco, convertido históricamente en el encargado de consolidar o enterrar definitivamente las expectativas levantadas en debuts exitosos.

Hamen, que llama desde su portada impactante con la imagen de una bestia peluda, es un disco continuista, que “sigue el hilo de los EPs, pero en un único disco”, según Lander. No hay ruptura. Al contrario, no deja de ser una fotografía (diferente pero con aroma y atmósferas comunes) de un cuarteto que se mueve cómodo en “la mezcla” de sonidos que les confiere personalidad. “Es una batidora y batería de ritmos”, explicó Lander. Disco “bastante largo”, de 12 canciones auto-producidas pero que cuenta con “la infraestructura” de un sello de garantías, Hamen se abre con un tema muy rítmico, de teclados 80s y final oscuro y arrastrado titulado Fire alarm. Suena a ganador y el ritmo no decae hasta el final, a pesar de que tres de las canciones sean ya conocidas: Monster (electricidad cruda inicial que muta a electrónica), la imparable Crime (fondo sintético, guitarras rugosas y bonita melodía) y la fría Mum, todo sintetizadores.

El resto tiene como columna vertebral la necesidad de Belako de “abarcar muchos estilos”. Y se ponen a ello con el espíritu punk crispado y el bajo galopante de Off your shoes; el medio tiempo de final épico Nomad; el aroma afterpunk de Track sei, con teclas a lo Joy Division y regusto a Siouxie; la placidez pop y oscura de Something to adore; el ritmo bailable de Sinnerman, con un piano que remite a ¡¡Nina Simone!!; o la cuota euskaldun del lote, Hegodun baleak, cantada por Josu y que solo despunta al final. Sin sorpresas, haciendo de la mezcla virtud, con rabia pero también elegancia.