BILBAO - Las incursiones de Gonzalo Etxebarria (Bilbao, 1954) en Hegoalde son cada vez más intrigantes y, en consecuencia, interesantes. En 2012 expuso una serie de cuadros en la galería donostiarra Arteko (Barbalotak), y sorprendió el lirismo de sus paisajes y los brotes insolentes que los ensuciaban. En 2014 regresó a la Escuela de Deba, y el hijo pródigo demostró la valentía de su pincel en otras tantas piezas. Puede que a Etxebarria la perfección le suene a fascismo y por eso se empeña en dotar de imperfecciones calculadas sus obras pictóricas, con las que, de alguna manera, se ensaña: manchas negras, espectros mutilados, guiños geométricos... Trata así de aunar cielo y tierra, de concordar realidad y sueños en cuadros que beben tanto de Vicente Ameztoy como de Baselitz.

José Julián Bakedano, crítico de arte y gran conocedor de la obra de Etxebarria, asegura que el bilbaino mestizo (es medio suletino) “pinta sin rumbo”. Por tanto, “no hay esbozo mental y el pintor investiga sobre el plano”. Según Bakedano, para Etxebarria la pintura es a la vez “refugio y huida”. Él ve al artista como un seguidor del expresionismo y, siendo este “su Gran Padre”, cree que trata de liberarse de él “mediante el constante juego de ruptura entre la figura y la abstracción, en una lucha en la que los contrincantes nunca vencen y en la que las formas nunca están definidas de forma pulcra, sino abocetadas, muchas veces abortadas, viviendo en completa libertad dentro de un tratamiento de color intenso y experimental donde cada cual puede jugar al simbolismo que quiera, poblando el mundo de infinitos rincones, como hacían los maestros expresionistas”.

Ahora desembarca en el Museo de Arte e Historia de Durango, donde exhibe su obra antigua y reciente hasta el 31 de enero (Alderrai). Magnífica loa a la intuición de un artista que predica con el pincel y el lápiz, un pintor que ha encontrado en el silencio de las formas, en el flujo de los colores, una forma de comunicar lo imposible. Aviso a los perezosos: hay que descodificar los cuadros, y no, el artista no ofrece todas las claves. - Iñaki Mendizabal