JAMIE, we love you”. La pancarta que unos fans de Cullum desplegaron en un lateral de la Plaza de la Trinidad ya presagiaba por dónde iba a ir la tercera cita consecutiva del artista británico en Donostia. También cómo podía acabar una velada vibrante, variada, arrolladora, eléctrica e intensa que arrancó con sorpresa. Ni las condiciones meteorológicas, feas por momentos, pudieron con una relación entre la capital y el músico inglés, sellada tiempo atrás.

El showman de los saltos había agotado las entradas para sus dos conciertos en el Kursaal y en la Trini, y el viernes volvió a demostrar que es un espectáculo seguro y que aunque el personal más ortodoxo pueda cuestionar su presencia en un festival de jazz, quien lo programa apuesta firme. Más cuando el público no había podido ver a Cullum en ninguno de los tres formatos que ha presentado en esta edición.

En su quinto viaje a Donostia para su octava y por ahora última actuación en la capital, Cullum se presentó con sorpresa: su banda de cinco integrantes se convirtió en la big band que ya le ha acompañado en otras veladas de esta gira y que reforzó su gran capacidad comunicativa en los momentos claves de un concierto que echó a andar bajo lluvia.

Los tres saxofonistas, los dos trombonistas y los tres trompetistas le esperaban en la escena, pero tuvieron que volver atrás. La estrella del cincuentenario del Jazzaldia no iba a entregar esta vez un ramo de flores a Silvia Pérez Cruz ni a improvisar con Zaz, sino que salió enfundado en una chaqueta negra que le duró dos canciones; sacó fuera del escenario el brazo palma arriba y comprobó que caía una lluvia por la que llegó a pedir disculpas al público. Cuando parecía que rompería la noche a golpe de percusión con The same thing, se dirigió a su piano y mezcló el clásico cinematográfico Singing in the rain y el contemporáneo Umbrella, de Rihanna. Primer guiño a la muchedumbre. El segundo llegó poco después, cuando en pleno lucimiento de la big band durante Get your way, dio el primero de los dos saltos desde el piano de cola. Tanto el propio Cullum como su bajista, Loz Garratt, y su percusionista, Brad Webb, prolongaron Everything you didn’t do a golpe de batucada.

versiones Tras hacer sonar versiones de Sack O’Woe (de Van Morrison), Don’t let be me nisunderstood (de The Animals) y un intimista Losing you (de Randy Newman), Cullum ofreció su conocida pero “no autobiográfica” When I get famous -cuyos ataques de los compases iniciales de la big band dirigió con complicidad y humor de uno de los saxos- y Walkin. Entonces, este animal escénico se aburrió del escenario y bajó a mezclarse entre el público al ritmo de Don’t you know.

Mientras la pancarta (recuerden, Jamie, we love you) se plegaba y se desplegaba por momentos, el concierto iba a velocidad de crucero y gran parte del público marcaba el ritmo de la fiesta con sus aplausos. Más tras comprobar que el dominio de Cullum sobre el piano no afecta solo al teclado. El artista inglés sorprendió al protagonizar un solo de percusión golpeando con maestría las distintas partes del interior y el exterior de la cola negra.

halagos a donostia En las más de dos horas de recital, Cullum volvió a deshacerse en halagos a la ciudad, donde además de dar tres conciertos ha tenido tiempo de ir, entre otros, a la playa y a un conocido pub del Boulevard, donde terminó tocando el piano. También cedió protagonismo a los miembros de su banda, que sorprendieron con varios solos, abrió de la mano de Garratt y Webb una nueva ventana al jazz en Just one of those things, y repasó sus clásicos. Antes de enfilar el final, una suave combinación sin big band de All at sea y High & Dry (de Radiohead) le valió de base para bajar a la plataforma delantera del escenario y cantar Amazing Grace bajo el sirimiri.

El ritmo final del concierto que blindó la relación entre Cullum y la ciudad lo pusieron melodías como la brillante You and me are gone y la arrolladora Mixtape. También hubo espacio para un doble bis con These are the days y I feel fine.