BILBAO - Iker Aginaga e Iker Villa, miembros de Herri Oihua, han reactivado su proyecto inicial, Revolta Permanent, tras la entrada del guitarrista Mikel Becerra y del curtido Aitor Abio, exPilt. Su debut, Genesis (Gaua), es uno de los discos del momento, un álbum donde el rock se funde con el hip-hop y cierta oscuridad afterpunk. “Se aleja del hip-hop, es más maduro y abierto en estilos. Y de más calidad”, explican. Mañana actúan en casa, en Barakaldo, en Edaska, junto al veterano grupo fabril Putakaska, que presentará Pegarles fuego.

Ha sido una ‘Genesis’ complicada. Se arrancó para parar después.

-Se detuvo, en parte, por el inicio de Herri Oihua, un proyecto mucho más serio. Además, no dejábamos de ser dos chavales de 14-15 años cantando en gaztetxes con bases de Internet. Ese formato estaba abocado al fracaso. Los dos llevábamos tiempo pensando en buscar a alguien que pudiera hacer instrumentales y defenderlos en directo y Aitor nos dijo que no buscáramos más. Así empieza lo que somos hoy.

¿La entrada de Aitor y las guitarras fue fundamental?

-Sin duda. La idea de Aitor era que produjera las bases y el disco, y en directo se encargara Mikel de lanzarlas y meter teclados, líneas de guitarra y bajos. Así empezaron los ensayos, con formación de tres y Abio de supervisor. A medida que se iba dando forma a los temas, cada vez disfrutaba más y un día nos soltó la bomba: “¿qué os parece si entro en el grupo para los directos?”. No lo pensamos, porque no todos los días tienes la oportunidad de subirte a un escenario con alguien así. Y Mikel pasó a ser solo guitarrista. Ambos aportan infinitas cosas por gusto, trabajo, talento?

Metal, hip hop, electrónica? a veces suenan muy oscuros y densos.

-Creamos algo que se aleja del hip-hop. Más maduro y abierto en estilos; y de más calidad. Algunos temas son oscuros pero otros se dejan bailar, como Zoro ta Aske. Es un espectro amplio, y los temas empastan para crear un ambiente extraño, a veces hasta irritante? pero nuevo y diferente.

¿Rock del siglo XXI?

-¡Qué difícil es etiquetar! Y no nos gusta. ¿Electrónica, hip-hop, rock? No lo sabemos y tampoco lo decidimos porque sale así. La gente puede oírlo y decidir qué es y si le gusta. Del siglo XXI es hasta dentro de 85 años.

Las letras, como el nombre del grupo, basado en una canción y documental de Lluis Llach, parecen ir contra el sistema.

-Tienen ambientes distintos. A veces rabiosos, otras desesperados o reflexivos. En la mayoría, hemos escrito lo que la base pedía, que te arrastran a un estado de ánimo y a un ambiente. Eso buscan los giros de voz y las letras.

Son una de las esperanzas vascas actuales.

-Las expectativas eran pocas y no pensamos ir tan rápido. Ha tenido que ver la labor de Gaua como manager. Somos una familia y nos hemos volcado, pero no pedimos más que dar bolos, hacer carretera y que suene que hay tres chavales y todo un señor dando caña desde Barakaldo-Mungia. Y que no tienen intención de parar. Va bien pero antes de empezar la gira, nos temblaban un poco las piernas. Bolo a bolo han mejorado las sensaciones y hemos dado ya casi una veintena de conciertos muy satisfactorios. Son infinitas horas de curro y disfrute.

Juegan en casa, en ‘Baraka’. ¿Cómo será el concierto?

-Destructivo, esa es la palabra. Jugar como local es siempre un placer por la familia, amigos y esa sensación de seguridad. Es bonito y vamos a dejarnos la piel más, si cabe.

¿Cómo está la escena en la urbe fabril? ¿O son siempre los mismos?

-En general, hay poca gente joven y poco dispuesta a sacrificarse. Y tenemos todas las facilidades para, al menos, intentarlo. Puede que falte interés para tomarse un proyecto en serio y echar a volar, no sin antes caerse unas cuantas veces. ¡Ojalá me equivoque y de aquí a diez años haya bandas de Baraka tocando en Alaska!

¿Planes inmediatos? ¿Y de Herri Oihua?

-Meter horas de local y en directo para ir promocionando nuestro trabajo cada finde. Con Herri Oihua hemos bajado el nivel de actividad porque Revolta nos ha comido mucho tiempo y energía, pero no para. Nos hemos juntado cuando hemos podido y ya empieza a tronar el bajo por todo el barrio. Hay riffs nuevos y muchas ganas. Este finde tocamos en el gaztetxe de Berriz, que celebra su aniversario.