DAVID Hornback conserva una mirada algo aniñada, divertida. Su curriculum como fotógrafo brilla con relieve, pero nadie lo adivinaría al verle tomar, tranquilamente, una cerveza en el Café Marzana. El pelo algo revuelto, una camisa casual, una mochila... Tiene un look que casa perfectamente con el de un artista berlinés. Y por ahí van los tiros. Californiano (Los Ángeles, 1962), está casado con la chief photographer del Guggenheim Bilbao, Erika Barahona Ede, quien tiene ascendientes alemanes. David y ella suelen estar en Bilbao pero pasan temporadas en Berlín, donde él inmortalizó escenas de la caída del Telón de Acero que han dado la vuelta al mundo, pero antes le concedieron -a él y “al equipo” del Mercury News, subraya- el Premio Pulitzer por la cobertura del terremoto de San Francisco.
La modestia y actitud simpática de David le llevan a quitar importancia a su trayectoria, y que haya que estar preguntándole por sus proyectos más notables. “Yo al principio creía que era un becario de BilbaoArte que venía a tomar algo aquí”, admite Carlos Macías, nieto del primer propietario del Café Marzana, entonces Bar Macías. “Bueno, fui becario de BilbaoArte”, añade con expresión graciosa David. Como si no hubiera sido designado College Photographer of the Year por la National Press Photographers Association (1983), ni hubiera filmado en Tanzania o Argentina, ni hubiera trabajado para National Geographic o Reuters, viviendo en Berlín, Estambul, Londres, Colonia, Sevilla... Y ese sentido del humor se transluce en sus creativas fotos de jóvenes berlinesas que insuflaron energía y vida a la debilitada ciudad tras su reunificación. Bailarinas, pintoras, actrices, cantantes... llenaron su archivo de retratos en blanco y negro evocadores, sugerentes, surrealistas, experimentales... Como la imagen de la actriz Barbara Vierfuss, fumando un cigarrillo a lo Marlene Dietrich y con el brazo hacia atrás, en una postura imposible. En ella Hornback quiso retrotraer al espectador a los años 20.
Ese retrato de Vierfuss ilustra el cartel de la exposición que se inauguró el pasado viernes en el Café Marzana bilbaino, Berlingo Neskak. Siguiendo con el guiño de un estadounidense viajero, con casa en Bilbao y en Berlín, y que cree que, respecto de una galería de arte, “este café tiene el mejor público, los miles de artistas y jóvenes de la zona. A veces, la terraza se llena tanto que llega casi hasta la Ría”, narra, y Carlos, actual copropietario del Marzana, da fe del ambiente que atrae su recoleto establecimiento.
Hornback calculó que, 25 años después de la caída del Muro, el Café Marzana cumplía, también, sesenta años (lo celebraron el pasado jueves con una fiesta), y que podía ser el mejor momento para presentar sus retratos “a todas estas personas que por aquí están creando, montando sus talleres, galerías, diseños...”, estima. Como ya informó DEIA, Bilbao la Vieja experimentó una eclosión creativa también en los 80, esa especie de movida en la que participaron Álex de la Iglesia, Detritus, Atorrasagasti, De la Rica, Arri, Uribarri... y que aún hoy perdura, como lo testifican el consolidado festival MEM, los proyectos de Consonni, las producciones de Histeria, galerías como el Taller del Soho...
Ese caldo de cultivo coincidiría, cree David, con el espíritu, “el duende” de Berlín. “La capacidad de ser original de Berlín nunca cambia. La forma que tiene la gente de Berlín de coger cualquier tema y estudiarlo, y devolverlo como nunca se había visto antes, me encanta”, enfatiza el fotógrafo. Y, actualmente, ¿estos retratos quedarían parecidos, el espíritu perdura? “Buena pregunta. Han cambiado algunas cosas, pero siguen siendo muy abiertos a las cosas nuevas. En Berlín los artistas están rompiendo constantemente, buscando la esencia del arte, de su creatividad”, enumera.
La capital alemana “es una ciudad que inspira”, añade, además de que, pese a su extensión, sería aún “cómoda para vivir: sólo tiene 3,5 millones de habitantes, por lo que hay mucho espacio, mucha infraestructura para poca gente. Hay un nivel muy alto de cultura y de servicios, pero bastante menos tráfico, prisas o nervios que en cualquier otra metrópoli”. Además, Hornback coincide con lo que otros artistas han contado antes a este diario: “Los berlineses son muy sinceros, si no les gusta algo te lo dicen”.
del trineo al sirimiri Un californiano al que no le gusta la lluvia, y ha escogido Bilbao y Berlín para vivir... No es asignatura fácil, pero Hornback resalta de Berlín que, en verano, “es un paraíso: todo es verde, hace calor, todo el mundo está en los parques... Hace años, se solían desnudar en ellos”, recuerda. Esos escenarios ayudaron a sus retratos de Berlingo neskak, como el de la bailarina Connie Koch, con el agua hasta la boca en uno de los muchos lagos berlineses, que fue nada menos que portada de un libro de Julia Blackburn.
En esta serie, David se centró en chicas jóvenes, que expresaran su creatividad. Aunque le encanta la street photography, “la vida en las calles, como la que captaba Cartier-Bresson en París. El slice of life, la gente que pasea, vive... buscar el momento y captarlo”, describe. Por ejemplo, a Erika Ede le gusta mucho fotografiar urbanismo, edificios. En el caso de David, y siguiendo con la premisa del humor -de “ver las cosas como un niño y jugar, buscando cosas nuevas”-, prefiere llegar a la personalidad del modelo y lograr transmitirla. Con eso, y con la libertad creativa del nuevo Berlín unificado, jugó en sus retratos femeninos de los 90.
Actrices inspiradas, cantantes en acción, artistas “entregadas e interesantes”, como Carrie Beeham... retratos del alma, de la esencia de esas personas contentas. Con la mayoría mantiene contacto actualmente.
Siempre “demasiado inspirado, con muchas ideas”, y combinando técnicas y estilos -“coso fotos como mi madre hacía patchwork”-, este freelance ha visto también los recortes en las agencias para las que siempre ha trabajado, pero diversifica sus charlas, talleres y reportajes. Con exposiciones más “formales”, en la BBK o Bilbaoarte, y experimentos más libres como 3 minutes, retratos de personajes cuyas palabras escritas amplía en la página contigua a la foto.
Y, para exponer en Bilbao, se encontró con la palabra neska, que le “encanta. Es como Kodak: suena bien en la boca”, razona con expresión soñadora. Y trajo el revival berlinés a Marzana. Este café, que mantiene la barra, los azulejos, las puertas, el teléfono, etc. de hace casi un siglo, reúne a artistas, poetas, actores... Sería el equivalente al Stammtisch berlinés, donde se reúnen para las tertulias intelectuales. Y, hasta febrero, los creadores podrán palpar en él el espíritu de Berlín.