LUGAR de paseo habitual de los santurtziarras y espacio de ocio para vecinos de Ezkerraldea, el monte Serantes no es tan visitado por el resto de vizcainos. Enclave natural y atalaya del Abra, este mirador privilegiado desde sus casi 500 metros ofrece una ruta repleta de guiños históricos y naturales. Incluso hay visitas guiadas, de miércoles a sábados, organizadas por la Oficina de Turismo local hasta finales de año.
Hace falta poco para disfrutar de una jornada en el monte Serantes; apenas calzado de monte, chubasquero y algo para picar e hidratarse. Con ello y ganas de dar un paseo de unas tres horas de duración, se puede optar por la ascensión en solitario o en las visitas organizadas por la Oficina de Turismo santurtziarra, que ayudan a “disfrutar de una impresionante vista de toda la costa y la Bahía de El Abra”, con el apoyo de dos guías que contribuyen a “descubrir este emblemático enclave natural, atalaya del Cantábrico”. El precio es de únicamente euro y medio por persona y las salidas son a las 10.30 horas.
Cada paso hacia la cima del monte es un guiño a la naturaleza y la historia. Horadado en su interior por los viales al Puerto, Serantes (Sarantes históricamente, al parecer etimológicamente en euskera por su abundancia del arbusto endrino) busca convertirse ahora en reclamo turístico gracias a su “fácil acceso” y a la cercanía al núcleo urbano, bien conectado por diferentes medios a toda Bizkaia. En cuanto se va cogiendo altura (la subida más habitual se realiza desde Mamariga) ya destacan sus impresionantes vistas.
En la ruta municipal, el primer descanso se realiza en Los Llanos, donde se asiste a una explicación sobre las maderas muertas del área y su beneficio para el medio ambiente ya que generan microecosistemas importantes para aves como el pico picapinos o reptiles como el escarabajo. Allí se ha vallado una charca de anfibios e insectos acuáticos, que ha permitido la supervivencia de la rana verde y el sapo común o el tritón jaspeado. Los guías explican también las diferencias entre la libélula y el caballito del diablo, animales presentes en el ascenso.
Saltando de la cómoda pista al paseo por el monte, trayecto más natural, el visitante se encontrará con El Fuerte, varias torres de observación y sus construcciones fortificadas, testigos de otros tiempos, de un final del siglo XIX cuando Estados Unidos amenazaba con una guerra con Cuba por medio y Euskadi vivía los diferentes conflictos bélicos carlistas. Resulta obligado pasear por El Mazo, pero todavía más por el Fuerte, que data de 1880, una de las zonas fortificadas mejor conservadas del litoral vasco y que el Ayuntamiento planea reconvertirlo en un Centro de Interpretación de la Naturaleza.
Los guías ofrecen una información exhaustiva que colma todas las pregutnas, incluso las más pedrestes relativas a las grutas de la zona. Al final de los 450 metros, ya con vistas de todo el Abra, Ezkerraldea, Eskuinaldea, Meatzaldea y de cumbres cercanas como Unbe, Gorbea y Eretza, se llega a la Atalaya. Desde allí, solo resta el disfrute de la naturaleza antes del regreso y picar algo en la calle Capitán Mendizabal.